Sobre Taxis y VTC: Una Aproximación Diferente

Algunas Reflexiones

Imagino que a estas alturas todo el mundo tiene una opinión sobre el conflicto que desde hace meses viene enfrentando al sector del taxi con el de los VTC. Máxime con la que se ha liado esta semana y con lo que podría estar por venir, por cuanto el ministro Ábalos ha hecho un "Rajoy" en toda regla pegando una patada adelante al asunto y derivándolo hacia las Comunidades Autónomas. En cualquier caso tranquilos, que este post no trata de enumerar argumentos en favor de unos u otros, sino de aportar una perspectiva algo diferente a la que uno ha podido leer o escuchar estos días.

En cualquier caso, sí que quiero empezar recalcando algunas ideas. La primera, los taxistas tienen su parte de razón, por cuanto les han cambiado las reglas del juego en mitad del partido y, lo que es peor, tienen muy limitado, con la normativa que regula el taxi, poder adaptarse a la nueva realidad del mercado. Sin embargo, es muy difícil digerir que alguien que tiene una licencia para proveer un servicio público pueda vender la misma por cientos de miles de euros. Eso es un mercado que no funciona, como no funcionó en su día el inmobiliario. Conozco el caso de una persona que hasta hipotecó su casa para comprar la licencia. Si las licencias, una vez se jubilase el taxista, volvieran a la administración y estas se adjudicasen por concurso, probablemente otro gallo nos cantaría. Pero es anómalo que alguien que tiene, en el fondo, una concesión administrativa, se pueda lucrar vendiéndola a posteriori por el importe de una vivienda. 

La segunda, si el negocio de los VTC prospera, es porque tiene un mercado que no deja de crecer y eso es porque están haciendo algo mejor que los taxis. Y eso es independiente al tema fiscal. Que por cierto, las VTC sí que tributan en España. Otra cosa es que el derecho internacional esté en pañales y que nos encontremos con la paradoja de que internet levanta fronteras y nos adentra en un mundo global, pero que a la par los gobiernos siguen siendo locales, incapaces para resolver ciertos asuntos.

Tercero, todo el mundo tiene derecho a manifestarse y a hacer una huelga para defender sus derechos, pero es inadmisible que se colapsen ciudades, que se tomen las mismas durante tantos días. Y mucho más, con la connivencia de los ayuntamientos de Madrid y Barcelona. Lo vivido me parece inaudito y personalmente me siento abochornado en un país que vive del turismo. El daño que se ha hecho ha sido desproporcionado. 

Cuarto, el taxi da de comer a 100.000 familias. Los VTC a 15.000. Ambos tienen derecho a coexistir. Los conductores de los VTC son, en muchos casos, personas que han estado paradas durante muchos años de la crisis y que ahora ven una oportunidad de prosperar. Las imágenes atacando los coches son lamentables. Mucho me temo que los taxistas pueden haber ganado una batalla ante el ministerio, pero han perdido la guerra de la imagen ante la sociedad. Y lo dice alguien que utiliza taxis y VTC, al cual le gusta departir con taxistas largo y tendido y que siempre ha tenido una buena opinión sobre éstos.  Cuando digo que quiero hacer una aproximación diferente, me refiero a que quiero poner al cliente en medio del debate, por cuanto lo que no es razonable es que nadie haya pensado en los ciudadanos, usuarios de estos servicios en definitiva, en medio de este conflicto. Lo siento por los taxistas, pero su modelo tiene los días contados, y no sólo por las VTC, sino por cómo la tecnología está cambiando nuestras vidas. 

Esto es de primero de carrera, pero no viene mal recordarlo. ¿Qué hace falta para que se desarrolle un mercado? Lo primero que tienen que existir son unas necesidades susceptibles de ser satisfechas mediante un intercambio comercial. Eso es obvio. Lo segundo, que ciertos agentes puedan ofrecer esos productos o servicios que se demandan para satisfacer estas necesidades. Lo tercero, y esto es clave, que haya información disponible para todos los agentes, pero sobre todo para que el consumidor pueda elegir. Cuanta más competencia exista, mayor es la información de la que dispone el cliente. Lo cuarto, que haya confianza. Ejemplo absurdo pero muy gráfico. Si fuéramos a comprar un períodico a un kiosko y le dijéramos al kioskero "deme el períodico" y él nos dijera, "no, primero deme usted el euro", y le replicásemos que sin el periódico primero no le doy el euro y él insista en sus trece, es imposible que haya ningún intercambio. En quinto lugar, tiene que haber medios de pago que sean aceptadas por ambas partes. Por último, y aunque no sea un requisito, existe una ley que se cumple a rajatabla en la economía y que conviene grabarse a fuego para comprender cómo funcionan los mercados:  siempre se mueven hacia dónde hay más rentabilidad, o lo que es lo mismo, hacia dónde los agentes encuentran una mayor utilidad o satisfacción. Es por ello por lo que en un mercado existen fundamentalmente tres estrategias competitivas: la primera, basada en costes. Se trata de dar un servicio decente a un precio inmejorable; la segunda, basada en diferenciarse. Doy el mejor servicio del mercado y mis clientes perciben esa diferenciación. Y tercero, concentración: me enfoco en ser el mejor para un nicho concreto del mercado. Taxi, a día de hoy, no ofrece ninguna de estas tres posibilidades.

Un taxi satisface una necesidad real de movilidad fundamentalmente en la ciudad, desplazarse por la misma en definitiva. Dentro de ese sector, hasta hace apenas unos años, uno tenía tres alternativas muy claras. Una, un vehículo particular; dos, un taxi; y tres, un transporte público colectivo. Realmente, aunque la necesidad fuera la misma, había momentos y espacios para todos. Hoy, por el contrario, las posibilidades son mucho mayores. No sólo por las VTC, sino porque la economía colaborativa y el car - sharing está abriendo un abanico de posibilidades infinitas a los usuarios. Hoy existen aplicaciones para compartir coche, pero también las hay para alquilar por minutos vehículos que, además, no pagan zona ORA (véase EMOV o Zity entre otros). Hace unos meses, dicho modelo se extrapoló a las motos, como antes se hizo con las bicicletas. El fenómeno es imparable.

Hace unos días, por una serie de circunstancias, me vi en Madrid sin coche. Tenía que ir a Somosaguas a firmar un acta de los exámenes de julio, luego al rectorado de la UCM a firmar mi renovación como profesor asociado, después tres tandas de médicos sin solución de continuidad, uno en Arturo Soria, otro cerca de Avenida de América y el último cerca de Plaza de Castilla. Entre medias pasé por casa, en Pinar de Chamartín, a comer. A Somosaguas fui en metro y autobús, pero una vez me bajé del A en Moncloa, cogí EMOV y Zity. Todos los viajes de ese día  me costaron 25 euros. Yo creo que todos los trayectos en Taxi me hubieran costado casi 50 euros. No quiero ni imaginar cuánto hubiera sido en moto, pero lo cierto es que creo que sería un peligro sobre dos ruedas.

Unas semanas antes de mi primer contacto con EMOV y Zity, tenía que ir al aeropuerto. Sé  más o menos lo que me cuesta el taxi desde mi casa, así que miré cuánto me iba a costar en Uber. Como dicha compañía te fija la tarifa en función de la oferta y la demanda del momento, sabes ipso facto cuánto te va a costar el trayecto, el cual, además, se puede reducir si accedes a compartir viaje. En aquel momento, Uber era mucho más barato que un taxi. Obviamente, opté por Uber. La transparencia que en este caso te ofrecen las VTC es otro valor añadido. Si el taxista es un poco "espabilado" y te quiere dar una vuelta un poco más larga de lo normal, estás perdido. Sin embargo, en un VTC, sabes de antemano lo que vas a pagar. Taxi, a día de hoy, y en buena medida por culpa de los ayuntamientos, no es eficiente. Ofrece un servicio mucho más caro que otras alternativas, así que a nivel de costes no es competitivo.

Pero ahora pensemos en la calidad del servicio. Y no me refiero a la forma de conducir, sino al aspecto de los vehículos. Otro servicio clásico de taxi es el de servicios a empresas. Si tienes que pedir un coche para llevar a un cliente importante al aeropuerto, parece bastante obvio que preferirás, al menos con el parque de vehículos actual, un VTC antes que un taxi. Reconociendo que hay taxistas que son auténticos profesionales y que tienen el coche impecable, la realidad es que en cuanto a percepción del servicio, a día de hoy tampoco pueden competir con los Cabify o Uber. Por último, pensemos también en la gente joven que se incorpora al mercado laboral. Culturalmente, es mucho más sencillo pensar que optarán por un VTC o por un vehículo estilo EMOV, Car2Go o Zity antes que por un taxi, aunque sólo sea por la forma en el que lo contratan. 

Así pues, el sector del taxi, tal y como está concebido, tiene un serio problema, por cuanto no tiene una sola estrategia competitiva que le permita ser mejor en algo respecto al resto de alternativas del mercado. Internet, en un primer paso, democratizó la información, la cual fluye ya sin control por todo el mundo, estando a disposición de todos los grupos de interés, lo cual permite elegir y comparar más que nunca. En un segundo paso, permitió el desarrollo del comercio electrónico, que  tuvo que pasar por el filtro de las reticencias acerca de la seguridad en la red, pero que hoy, no es que sea una realidad como un piano, sino que me atrevería a decir que es un canal con un potencial descomunal que aún está por explorar en muchos campos y mercados. El tercer paso fue la aparición de la web 2.0, a través de la cual se puede empezar a interactuar y permite la creación de las redes sociales. En este mundo 2.0, resulta que los propios usuarios hablan entre ellos, prescriben y pueden, además, evaluar a los compradores e incluso a los clientes. Pensemos en cómo funciona eBay, por ejemplo. Dentro de ese mundo, hay una especie de código no escrito de lealtad que hace que los que no cumplen con las normas, sean expulsados del sistema. El consumidor ya no sólo es el rey, es que es casi un dictador. No sólo nos da de comer a las empresas, sino que encima nos puede prescribir o no en virtud de su experiencia con nuestra marca. Y curiosamente, ya no sólo puede hacer daño a una compañía, sino que también puede hacerlo a ti mismo y a tu marca personal en virtud de tu comportamiento en ciertos ámbitos de la red.

Volvamos a la economía colaborativa, los VTC, etc., y recordemos la teoría de los mercados. ¿Por qué pienso que han llegado para quedarse pese a las movilizaciones y los posibles cambios legales, así como que supone una nueva revolución industrial?  Pensemos por un momento: todos tenemos necesidades que queremos satisfacer, y los medios de pago existen desde hace miles de años. La tecnología, lo que ha aportado es más confianza y más transparencia, lo que sin lugar a dudas mejora el funcionamiento de todos los mercados en todos los sectores. El resultado es que en alguno de ellos se ha comenzado a dar una situación paradójica: por primera vez desde la revolución industrial, el propio mercado, a partir de particulares que participan en el mismo, es capaz de aportar mayor valor añadido para ciertos nichos de consumidores que las propias empresas al llevar a cabo su actividad principal. El mercado, al final, es una maquinaria que separa lo eficiente de lo ineficiente, y cuanta mayor sea la transparencia del mismo, los precios tenderán a ser más justos para el cliente.
Los taxistas tienen razón en quejarse cuando afirman que no compiten en igualdad de condiciones, pero la realidad es que es un sector excesivamente regulado y que no es eficiente a día de hoy. La necesidad de transporte existe, la inversión en el activo está en la mayoría de familias que disponen de un vehículo, el cual se utiliza menos de lo deseable, o al menos de forma ineficiente, y el precio del taxi, en consecuencia, no es el que correspondería pagar en un mercado libre. Y lo más increíble es que la culpa no es de los taxistas, sino de las autoridades que cargan de burocracia y excesivas tasas la actividad. La tecnología pone en contacto a oferentes y demandantes de una forma mucho más eficiente. No digo que los sectores tradicionales dejarán de existir, pero sí que se tendrán que adaptar, especializar o dirigirse a otros nichos de mercado. Y eso es lo que le va a pasar al sector del taxi. Internet es un meteorito. Veremos cuántos dinosaurios son capaces de sobrevivir.
Por supuesto hay que resolver cuestiones que puedan darse relacionadas con la protección de los consumidores, pero la mayoría de pegas que se están poniendo a la economía colaborativa o a modelos de negicio estilo VTC son de índole fiscal. Nada más lejos de mi intención sugerir en estas líneas que la gente que participa en la misma no tenga que pagar ciertos impuestos si llevan a cabo una actividad lucrativa (como el resto de ciudadanos), pero a las Agencias Tributarias tampoco les quedará otra que reinventarse para adaptarse a esta nueva realidad, o serán víctimas de la perversa realidad de que estas compañías siempre buscarán aquellos países dónde la presión fiscal sea menor.
 
Me encanta recordar con cierta recurrencia la escena de la película "La Red Social" en la que Sean Parker, fundador de Napster, se reúne con Mark Zuckerberg y Eduardo Saverin, fundadores de Facebook. Parker les cuenta en un momento dado cómo venció a las discográficas  y Saverin le responde asombrado con un  "¡pero las discográficas ganaron!". Sin inmutarse, Parker responde: "sólo en los tribunales". Lo cierto es que Napster cambió para siempre la forma de consumir música. Creo que estamos en un punto parecido en la actualidad en otros muchos sectores, entre ellos el del taxi. Y recordemos que tan sólo un 50% de la población mundial utiliza internet, aunque, eso sí, en 2015 dicho número apenas rebasaba el 20%.

A buen entendedor, pocas palabras bastan... El que quiera escuchar, que escuche...


Comentarios

Anónimo ha dicho que…
"Pero es anómalo que alguien que tiene, en el fondo, una concesión administrativa, se pueda lucrar vendiéndola a posteriori por el importe de una vivienda".

¿Alguien ha dicho "farmacia"?
Fernando ha dicho que…
Anónimo, gracias por pasarte por El Disparadero. Lo de las farmacias es otro asunto espinoso, sin duda. Si el estado entra a regular un mercado,deberíamos exigir que el equilibrio que se alcance en el mismo sea al menos pareto eficiente pero nos encontramos con que hay externalidades en muchos de ellos que empeoran precisamente por las lagunas que deja la propia intervención de las autoridades. Las farmacias, como bien señalas, son un buen ejemplo, pero no me olvidaría de las notarías (por ejemplo), las cuales tienen pequeños monopolios.

Para hablar largo y tendido.

Saludos
Fernando ha dicho que…
Quería decir que empeoran el equilibrio del propio mercado, que me he comido algunas líneas.

Saludos cordiales
Anónimo ha dicho que…
Buenas,

Efectivamente, las notarías son un monopolio, pero no es hereditario ni una licencia notarial se puede comprar/vender en un mercado secundario.

De acuerdo que la distribución de las farmacias puede llegar a ser más eficiente que una distribución de medicamentos en ambulatorios/hospitales (como ocurre en EE.UU. y en determinados tipos de medicamentos como son tratamientos contra el cáncer que, por motivos obvios, no es aconsejable distribuir en farmacia).

Si pasásemos la distribución a ambulatorios/hospitales/centros de salud público, obligaría a la administración a tener personal formado (farmacéuticos), a manejar dinero (tener una caja registradora en una administración pública), y encima no llegaría a tener la capilaridad del actual donde llega a poblaciones donde no hay centro de salud o ambulatorio. ¡Y encima es un sistema de distribución 24x7!

El problema está en que un farmacéutico se pone "la gorra" de empresario o la de "funcionario público" cuando le conviene. Me explico con un ejemplo: En principio el sistema actual está pensado para que el precio de un medicamento lo marque el menor precio del mercado (con algunas excepciones, si el medicamento que marca menor precio está agotado o pertenece a un laboratorio pequeño, sin capacidad de abastecer la demanda, se toma el siguiente precio menor).

El farmacéutico puede dar el medicamento que quiera, pero la administración sólo le va a pagar el precio fijado como menor (salvo si el medicamento está por debajo del precio menor, que entonces se paga el precio de ese medicamento). Es decir, si el Omeprazol de 20mg en envase de 28 unidades marca un precio menor de 2.50€, el farmacéutico podría dar un Omeprazol de una marca que cueste 3€ si quiere, pero la administración sólo le va a pagar 2.50€

Pero curiosamente, hay un montón de farmacias que daban el Omeprazol de 3€... Esto, que podría resultar contrario al negocio del farmacéutico resultaba ser la opción más lucrativa. Antes, el médico, era el que escribía en la receta la marca del medicamento, por tanto las marcas "mimaban" al prescriptor con todo tipo de lujos y dádivas. Ahora el médico sólo escribe "Paracetamol" u "Omeprazol", sin indicar la marca. Es el farmacéutico el que elige qué marca va a darte, por tanto las marcas ahora han traspasado sus "mimos" del médico al farmacéutico.

Esos "mimos" se traducen en "descuentos por rappel" que, por ejemplo, llegan a un 2x1 en los medicamentos más vendidos como el Paracetamol u Omeprazol. Es decir, el farmacéutico compra ese Omeprazol con un descuento del 50% y, aunque cueste 3€ y la administración sólo le pague los 2.50€ del precio menos, el farmacéutico sale beneficiado por ese descuento que le ha hecho la marca por elegirla a ella.

El problema es que está prohibido por ley hacer descuentos y promociones en los medicamentos, pero la administración "hace la vista gorda"... salvo en Andalucía donde pensaron: "A ver, ¿que el laboratorio le hace un rappel por volumen de compra al farmacéutico siendo yo quién paga la factura? ¡Que leches! ¡Que el rappel por volumen me lo hagan a mi que soy el que paga!" Y de ahí surgió la subasta de medicamentos andaluza, donde la administración saca un concurso de los medicamentos que más vende y obliga a las farmacias a dispensar esos y al precio que le han dado a ella en la subasta.
Anónimo ha dicho que…
Creo que ya comprendes por qué los farmacéuticos en Andalucía están tan cabreados con la subasta. Visten ese cabreo de que "se están dando medicamentos de baja calidad" a la población, pero en realidad es que les han quitado un importante pellizco en su cuenta de resultados a cuenta de una mala praxis en las compras.

Por otro lado, como en Andalucía se ha bajado fuertemente los beneficios de la farmacia, tienes una bajada brutal de los precios por el traspaso por la farmacia.

En definitiva, la administración concede un monopolio a un grupo de poder. Ese grupo de poder pasan a jugar a ser empresarios y a tener un sistema donde para las compras rige la ley de la jungla (ya no sólo se da esta praxis, sino que hay descuentos por medicamentos cuando está prohibido por ley, se crean grupos de compra entre varias farmacias, cosa que también está prohibido por ley, ..), pero para las ventas quieren un sistema superregulado y encima donde ellos tengan un pellizco por el traspaso de la farmacia.

¡Ah! ¡Se me olvidaba! Tampoco quieren que "El Corte Inglés" venda medicamentos. ¿Qué impide a un gigante como "El Corte inglés" o un "Carrefour" montar una farmacia dentro (con los mismos requeriemientos que se le piden a una farmacia: tener un farmacéutico titulado, a personal formado, con las restricciones pertinentes en la venta, ...)? Básicamente la ley que impide que una empresa sea la titular de una farmacia.

En fin: lo de siempre. Un sistema no es bueno o malo "per se". Todos los sistemas son buenos, el problema es la gente. El comunismo es sobre el papel un buen sistema de organización, siempre que no haya gente que se aproveche del sistema. Con el capitalismo le pasa tanto de lo mismo. Igual pasa con el taxi o con las farmacias. No es un mal sistema. En Japón le está costando mucho trabajo consolidarse a Uber básicamente porque el sistema de taxis es muy bueno (no son precios inflados, los taxis están limpios y son nuevos, los conductores no te engañan, ... http://www.tokyonightowl.com/how-to-use-uber-in-tokyo-the-complete-guide/). Al final el problema no es el sistema, sino la gente (tanto en taxis como en farmacias).

Un cordial saludo!

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