El Día Después

Seis Reflexiones de un Joven Directivo

Reconozco llevar unas semanas queriendo escribir unas líneas, pero esta vorágine informativa y de datos que nos envuelven, esta catarata de dramas humanos que vas conociendo más allá de los fríos números que aparecen en las estadísticas oficiales, apenas me han dejado tiempo para la reflexión. Son momentos muy complicados para todos, se mire desde el punto de vista que se mire. Hablas con amigos médicos y te cuentan historias que jamás hubieras imaginado que podrían ocurrir en nuestro país en pleno siglo XXI. Te metes en videoconferencias con otros amigos, y siempre hay alguno que tiene algún familiar afectado, por no hablar de la cantidad de ellos que han entrado en algún ERTE y miran con preocupación su futuro laboral más inmediato, como si no tuvieran suficiente con cuidar de su salud y de la de los suyos. Y si charlas con colegas, de tu sector o de cualquier otro, todos llegamos a la misma conclusión. Esto del COVID 19 es lo más parecido a estar en una guerra, desde el punto de vista estrictamente empresarial. Sí, la otra crisis fue durísima, pero no se te cayeron los ingresos a cero, o casi, de la noche a la mañana. Sin ventas, ¿qué puedes gestionar? Y aún así, casi tienes que dar gracias, porque como me decía un bodeguero ayer con bastante tino, "es preferible esta guerra a la que tuvieron nuestros abuelos". Pese a lo duro del momento, concluyes, como no puede ser de otra forma, que tiene razón, que al menos en esta ocasión estamos todos en un mismo bando.

Es cierto que en mitad de toda esta desesperanza, de estos confinamientos interminables, hay brotes verdes que te reconcilian con la especie humana. Esos médicos, enfermeros y voluntarios que son auténticos héroes y que pelean sin descanso contra el virus un día sí, y otro también, con menos recursos de los que debieran jugándose su salud. Investigadores que trabajan a contrareloj en busca de una vacuna, o de de un medicamento que realmente pueda funcionar. Jóvenes que hacen la compra a vecinos mayores de forma voluntaria para evitarles riesgos innecesarios. Empresas que aún estándolas pasando canutas donan material o ponen a disposición del interés general recursos e instalaciones. Trabajadores que, pese al miedo, están yendo a trabajar porque saben que su actividad es esencial para atender las necesidades mínimas que todos precisamos. Militares y fuerzas del orden público que no sólo velan por nosotros, sino que son capaces de entrar donde nadie se atreve. Por supuesto, esas familias, las nuestras, las de todos, que están en casa cumpliendo religiosamente con lo que se les pide, que todos los días se asoman a sus balcones y ventanas a las 8 de la tarde para aplaudir a nuestros sanitarios, pero también para saludar a sus vecinos,  para darles ánimos. Para decirles que aquí nadie está solo, que todos nos queremos ayudar. Y mi sobrina María, que nació el pasado mes de enero, a la que un día habrá que contar que al poco de nacer, tuvimos todos que encerrarnos en casa para intentar proporcionarle un futuro mejor. Las fotos que me mandan mi hermano y mi cuñada, con las primeras sonrisas de la niña con apenas dos meses, son de las que devuelven la esperanza, las que te demuestran que siempre, en medio del caos, a veces incluso de manera inesperada o a la contra, la vida se va abriendo camino.

Y seguirá haciéndolo. Cada día de confinamiento que pasa, es un día menos que nos queda para salir de ésta, para volver a encontrarnos con nuestros amigos, para abrazar a nuestros seres queridos, para volver a disfrutar de los bares y de los restaurantes, de los cines y de los teatros, e incluso del fútbol o el baloncesto, esos deportes de los que ahora nadie se acuerda, cuando hace apenas un mes estábamos comentando el reciente "partido del siglo". Volveremos a la "normalidad", pero a una "normalidad" que será, muy probablemente diferente. Por aquí va mi primera idea del post. Si miramos los primeros tracks que está haciendo Nielsen en Asia tras los confinamientos, se observan cambios notables en los hábitos de las personas. De acuerdo, una parte de los mismos son coyunturales, porque es razonable pensar que el miedo no deja de ser un arma paralizante, pero a mi me gusta recordar lo que pasó en las Tablas de Daimiel hace algún tiempo. Cuando tras unos años abusando del regadío en la zona los acuíferos se secaron, las autoridades competentes se volvieron locos tratando de recuperar los humedales. Realmente lo consiguieron, pero hubo algunas especies de aves migratorias que nunca volvieron. Se acostumbraron a una nueva realidad. Esa  "nueva normalidad" a la que antes me refería, nos brindará nuevas oportunidades de negocio que ya se pueden comenzar a contemplar. Las crisis siempre traen consigo algo catártico que obliga a replantearse en la empresa estrategias, planteamientos y modelos de negocio. Se cerrarán puertas, pero se abrirán muchas otras. Eso de que de todas las crisis surgen nuevas oportundades, es una gran verdad, aunque a menudo nos falte perspectiva para comprenderlas.

Tuve un excelente profesor en IESE, Javier Aguirreamalloa, que nos decía que dirigir una empresa es anticiparse a los problemas, y viendo la que está cayendo, no puedo más que darle la razón. Esa es mi segunda idea de hoy. Sí, vale, que el que esta pandemia tuviera el impacto económico que se le presupone, no era previsible, pero la fábula de la hormiga y la cigarra nos la conocemos todos. Ahora toca gestionar este tsunami con las cartas que tenemos, algunas inesperadas, otras fruto de nuestro desempeño de estos últimos años. Hace un par de meses estaba en la Universidad dando una de mis clases, hablando sobre un trabajo publicado hace unos años por el profesor Robert J. Dolan, de la Harvard Business School, titulado "Note on Marketing Strategy", que a mi me parece muy pedagógico para ayudar a mis alumnos, no sólo a aproximarse a los problemas de Marketing, sino, sobre todo, para que aprendan estructurarlos. Hablábamos sobre la importancia del "Contexto", y salió en el debate la crisis anterior, aquella que se produjo cuando cayó Lehman Brothers. Me hicieron muchas preguntas. A fin de cuentas, la mayoría de ellos eran todavía alumnos de primaria cuando aquello ocurrió. Y a continuación, la clase derivó en preguntas sobre la ya patente desaceleración que comenzaba a vivir nuestra economía. Entonces vino mi frase, esa con la que me cubrí de gloria. "A ver, aunque crea que España va a crecer menos este año, yo no veo que nos vayamos a meter en una recesión en el corto plazo. Tenemos una economía con menos desequilibrios que en aquel momento. No veo qué puede pasar a corto plazo para que tengamos un escenario muy diferente al actual". Hoy me da hasta apuro recordar aquella clase. Las crisis casi nunca se prevén, simplemente llegan. Por eso en las empresas conviene tener memoria y gestionar pensando que la economía, por unas cosas u otras, es cíclica. Y como eso viene siendo así desde tiempos inmemoriales, procuro tener conmigo siempre presente la frase del profesor Aguirreamalloa. Conviene empezar, no sólo a pensar en la salida, sino en prepararse para la siguiente crisis, porque llegará. Que a nadie le quepa duda. 

Tercera idea y casi continuación de la anterior.. La frase es de mi abuelo, pero creo que viene al pelo traerla hoy a colación. Al poco de caer Lehman Brothers, cuando las cosas se pusieron muy complicadas, tuvimos una conversación que a mi me sirvió de guía durante los muchos años que duró la anterior crisis. "Cuando las cosas van bien, Fernando, tendemos a pensar que siempre irán bien. Y cuando van mal, nos olvidamos que hubo una época en la que nos fueron bien, volviéndonos pesimistas, gestionando las empresas como si siempre fuéramos a estar en crisis. Los buenos tiempos siempre vuelven y hay que estar preparados también para ellos". Si salimos de aquella, saldremos de ésta. Recuerdo que en aquellos años tan complicados, a menudo me veía dirigiendo un barco que trataba de no hundirse en mitad de un temporal que parecía no arreciar. Nadabas y nadabas, pero no lograbas ver la orilla. Bueno, pues aquí estamos. Escampó y volvió a salir el sol. Logramos llegar a puerto. Vendrán meses duros por delante, pero esta vez será igual. Dos lecciones al respecto: Una,  no subestimemos nunca nuestra capacidad de resiliencia; y dos, que lo coyuntural no nos impida ver lo esencial. Estrategia es elegir un futuro, pero el camino para llegar a él casi nunca es una línea recta. Lo importante es tener claro hacia dónde se va.

Cuarta idea. Mi abuelo, fuente inagotable de anécdotas, cada vez que habla de su vida empresarial dice lo mismo: "siempre supe que habría problemas, pero para eso estaba yo, para resolverlos". En el fondo esta reflexión casi va de la mano con la segunda, pero le añado un componente socrático: "Joven, conócete a ti mismo". Esto es transversal y válido para todas las personas, pero creo que es crítico si quieres dirigir una compañía. Las crisis traen consigo multitud de tensiones, conflictos y estrés por los que a nadie le gusta pasar, pero que no te quedan más remedio que atravesar si tienes un puesto de responsabilidad en una empresa. La buena noticia es que todo esto se puede aprender. Esto me lleva a otros profesores estupendos que tuve en el IESE, como Santiago Álvarez de Mon o Álvaro San Martín. Sin conocerte, no puedes poseerte y entonces no puedes darte. La gestión de uno mismo es clave para superar los momentos duros. Muchos de los problemas vienen como un todo inabarcable que toca trocear, hacerlos casi como piezas de un puzzle, para poderlos resolver. Y ello requiere mucha serenidad y ser capaz de mantener la calma.

Quinta idea, y esta ya la he traído por aquí en alguna ocasión al hablar de la crisis anterior. El mundo es maravillosamente global. Sí, ya sé que hay gente que se fija en las multinacionales, obviando que el 70% del empleo del mundo lo generamos las PYMES, pero yo soy de los que piensa que esta época que nos ha tocado vivir tiene muchas más ventajas que inconvenientes. Gracias a esa globlalización, he podido conocer en estos últimos 10 años por trabajo diferentes países como China, Japón, EEUU, Brasil, México, República Dominicana o ya en Europa, Suiza, Alemania, Irlanda, Reino Unido, Dinamarca, Suecia, Francia u Holanda entre otros. Conocer esos lugares me ha permitido acercarme a sus personas, entender que hay realidades muy diversas en todo el planeta, pero también que hay muchos sentimientos universales, y que hay más gente buena que mala. Pero en un mundo global, los problemas son, y cada vez lo serán más, globales. Sin embargo, nuestras estructuras de gobierno internacionales son incapaces de dar respuestas, muchas veces porque legalmente no pueden hacerlo. Ante esa tesitura, los gobiernos nacionales son incapaces de hacer frente a situaciones como la actual. El siglo XXI requerirá revisar estructuras de gobierno supranacionales para hacer frente a crisis que, como decía, con mayor frecuencia serán mundiales.

Sexta idea, y esta también me la habéis leído en ocasiones anteriores. Se la escuché a mi buen amigo Francisco Alcaide en su día. Las personas no fracasan, bajan los brazos. Si uno da todo lo que tiene cuando vienen mal dadas, lo que queda es aprendizaje. Lamentablemente en esta coyuntura caerán empresas, habrá personas que pierdan sus puestos de trabajo, pero tambián se crearán nuevas compañías y veremos ejemplos de mucha gente capaz de reinventarse. Como me dijo mi tío hace también unos años, en mitad de la crisis anterior, quién se levanta una vez, es capaz de hacerlo más veces.

Por último, a modo de bonus track. De la otra crisis salimos sin moraleja, y creo que eso fue terrible. Quiero creer que de esta saldremos reforzados, como personas y como sociedad, porque en términos generales, todos estamos tratando de sacar lo mejor de nosotros mismos. Hace unos meses había un intensísimo debate en muchos países sobre la eutanasia. Hoy miramos con angustia e indignación cómo en España y en Italia hay personas mayores a las que se les deja morir por falta de medios. Ojalá de aquí salga una cultura de vida, de dignidad del ser humano en toda su dimensión.

Este post va dedicado a mis alumnos de la Universidad, quiénes ven con preocupación como se les complica su entrada en el mundo laboral, con la ilusión de que estas líneas les regalen un poquito de esperanza. Siempre que llueve escampa.

Y a mi sobrina María, quién con sus sonrisas e inocencia, me regala un poquito de esperanza a mi... :)


Comentarios

Unknown ha dicho que…
Excelente análisis.
Fernando ha dicho que…
Millones de gracias :)

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