Empresas - Sobre los Grupos de Interés y los Accionistas
Reflexiones Sobre el Difícil Equilibrio Entre los Stakeholders
Estos días se ha originado un interesante debate en este blog a partir de alguna de las opiniones expuestas en el post - resumen del I Symposium Internacional sobre el Pensamiento de Javier Fernández Aguado. Concretamente la cuestión referente al equilibrio entre los grupos de interés, ha contado con dos opiniones muy interesantes. En primer lugar, Paco Alcaide nos recordaba la dificultad de lograr dicho equilibrio. Por otro lado, Nanius nos citaba a la teoría de la agencia para hacernos ver que en esta crisis han sido muchos los accionistas perjudicados, queriendo expresar, o así al menos lo he entendido yo, que en el fondo éstos y sus expectativas, deberían tener cierta preponderancia a la hora de gestionar una empresa.
Lo cierto es que todo lo que tiene que ver con los stakeholders es complejo y existen opiniones para todos los gustos. Voy a tratar con este post de expresar mi punto de vista respecto a estos temas, así como aportar algo de información para seguir fomentando el debate. Existen ideas complejas que voy a tratar de desgranar de la manera más sencilla posible, así que espero que aquellos más eruditos seáis benevolentes con el que suscribe.
Me gustaría comenzar definiendo brevemente el término "Grupo de Interés" o "Stakeholders". Para entendernos son aquellos grupos con los que se interrelaciona la empresa y sin cuya existencia ésta no podría llevar a cabo su actividad. Los Grupos de Interés inciden en el devenir de una compañía y también se ven afectados por el día a día de ésta. Los stakeholders son los clientes, los accionistas, los empleados, los proveedores y los sindicatos, pero también lo son la sociedad, los medios de comunicación, las ONG y los gobiernos. Cada sector tiene sus propios grupos de interés, incluso dentro de un sector pueden variar en función de cada compañía.
La gestión de las relaciones con los grupos de interés, debe llevarse a cabo teniendo en cuenta una serie de pautas. Primera, la importancia de los stakeholders varía a lo largo del tiempo. Es decir, aquel grupo de interés que en su día fue crítico para la supervivencia de mi empresa, ahora no tiene por qué serlo y viceversa (pensad en las empresas de energía, los activistas anti calentamiento global y su incidencia hace 20 años y ahora). Las circunstancias cambian y con ellas el peso de mis stakeholders. Segunda pauta, los intereses y objetivos de cada grupo de interés en su relación con la empresa pueden ser contrapuestos: Por ejemplo, mientras que el cliente quiere un buen precio, el accionista quiere mayor rentabilidad para su inversión, por lo que es posible que exija, por el contrario, que los sacrificios en precio sean mínimos. Tercera pauta, pese a todo, todos los stakeholders tienen un interés común: la supervivencia de la compañía. Por último, tres son los criterios que debe utilizar la empresa a la hora de medir la importancia de cada uno de sus grupos de interés: la urgencia, legitimidad y poder de éstos y sus reivindicaciones en cuanto a sus planteamientos hacia la compañía. Al igual que hay clientes más rentables que otros a los que conviene prestar más atención, los recursos de la empresa son limitados y se deben aplicar en consecuencia respecto a los stakeholders.
Como decía Paco, por lo tanto, el equilibrio entre los grupos de interés no es sencillo, pero lo que es cierto es que en una economía de redes como la actual, donde ninguna empresa abarca toda la cadena de valor, y dónde todas las compañías se ven más expuestas que nunca al juicio público por el auge de las nuevas tecnologías y la democratización de la información, ser capaz de considerar, ponderar y tratar de afrontar todos los reclamos de los stakeholders teniendo en cuenta las pautas del párrafo anterior, es muy posible que permitan a una empresa adaptarse de forma más eficiente al mercado y obtener mejores resultados. Aún así, existe un grupo de interés que tiene una serie de particularidades que todavía complica más el asunto: los accionistas.
El debate respecto a los accionistas tiene múltiples puntos de vista que permiten abordarlo desde prismas muy diferentes. En primer lugar, el axioma neoclásico de la economía aboga porque una compañía se guíe única y exclusivamente buscando la maximización del beneficio empresarial (y por lo tanto del accionista) bajo las pautas que marcan la ética y las leyes, pensando que de esta forma se logra alcanzar también un óptimo social. Milton Friedman ha sido la figura estrella de esta corriente de pensamiento que ha causado furor, sobre todo, durante las últimas décadas del siglo XX.
Ocurre, como muy bien ha apuntado Nanius, que hoy en día las organizaciones están gestionadas por ejecutivos profesionales no propietarios de las compañías debido al aumento de tamaño de éstas y la atomización de su accionariado. Ello ha dado lugar a la teoría de la agencia, la cual sugiere que estos directivos que rigen los designios de las empresas tienen también sus propios objetivos que no siempre se alinean con los de los accionistas. Es por ello por lo que también hemos sabido durante esta crisis que la maximización del beneficio a menudo no es sinónimo de creación de valor para los socios de una empresa como presumía el axioma neoclásico. Precisamente por ello, son muchas las voces que se plantean si toda esta corriente que defiende equiparar al accionista con el resto de grupos de interés (teoría de los stakeholders) tiene o no sentido.
Bajo mi punto de vista, hay una verdad irrefutable que se ha apuntado al principio de este post: todos los grupos de interés comparten un interés común, y es que la empresa sobreviva. Para ello debe ser rentable y crear valor para el accionista. Todos los stakeholders se ven afectados por el éxito o fracaso de una compañía. Si ésta quiebra, no sólo pierde dinero el accionista, sino que el empleado deja de trabajar, el cliente se queda sin su marca favorita y los proveedores sin cobrar. Por ese lado, creo que es un planteamiento erróneo pensar que equilibrar los intereses de los grupos de interés puede perjudicar a los distintos socios de una empresa.
Sin embargo, hay autores como Heath y Norman (2005) que piensan que los defensores de la teoría de los stakeholders “han prestado poca atención a la defensa de los derechos de los accionistas”. Ya que dicha teoría argumenta “que los accionistas ya tienen el poder para asegurar que sus intereses son tenidos en cuenta por la empresa y directivos. El caso Enron debería hacernos replantear esta asunción.” “Los accionistas en la era Enron no tenían el poder de asegurar que sus intereses eran totalmente tenidos en cuenta por los altos directivos.” “Enron ofrece algunas lecciones importantes a los académicos que se oponen a la concepción de la empresa centrada en los accionistas: Los que apoyan la teoría de los stakeholders han subestimado el grado por el cual los intereses de los accionistas y el control de los accionistas son cruciales para favorecer los intereses de otros grupos de interés de la empresa. Todos los stakeholders de Enron resultaron dañados cuando sus directivos conspiraron contra los intereses de los accionistas y cuando los inversores perdieron la confianza en la compañía”. Como he dicho antes, el éxito empresarial beneficia a todos los grupos de interés, sin embargo no tengo clara que la hipótesis que plantean Heat y Norman sea cierta, al menos en el sentido que ellos plantean la relación. Yo creo más bien que considerar los intereses del resto de grupos de interés puede favorecer el cumplimiento de los de los accionistas, pero no a la inversa.
Goodpaster (1991), por su parte, incidía en la necesidad de que a los accionistas se les reconozca ciertos derechos por su condición de propietarios de la empresa. Y estoy totalmente de acuerdo con él, pero me permito recordar que las leyes y la mayoría de estatutos sociales, ya recogen estas posibilidades precisamente por este status especial que tienen los accionistas. Los accionistas nombran consejeros, tienen voz y voto en las juntas generales y ven cómo muchos de los aspectos relacionados con su vinculación con una compañía están reflejados en los distintos códigos, normas y reglamentos públicos y privados.
En el lado opuesto, no menos interesantes son las aportaciones de Freeman (2003) así como de Hill y Jones (1992). El primero sugiere, respecto a la teoría de la agencia, que los directivos son agentes de la compañía, no sólo de los accionistas, por lo que sus objetivos deberían estar alineados, no sólo con los de éstos, sino con los de todos los grupos de interés. Para Freeman, además, otro agrumento importante es que los accionistas sólo tienen una responsabilidad limitada en las deudas de la sociedad (su aportación) siendo la compañía la que realmente responde con su patrimonio ante las deudas y problemas financieros de las mismas, para continuar diciendo que casos como el de Enron han ocurrido precisamente bajo el credo de la maximización de la riqueza del accionista, por lo que para él no tiene sentido pensar que prestar más atención al resto de grupos de interés sea una incitación al oportunismo de los directivos. Lehman Brothers es, posiblemente, un ejemplo inmejorable sobre la teoría de la agencia, pero no tengo claro que el egoísmo de los ejecutivos se viera favorecido porque esta compañía prestara más atención al cliente o al trabajador que al accionista.
En cuanto a Hill y Jones, en clara sintonía con las ideas de Freeman, hablan en relación a los directivos y su interés en el crecimiento organizacional (motivado por una mejor remuneración, poder, seguridad en el empleo y status). Para estos autores, cuando los ejecutivos actúan así, no solo lo hacen contra los intereses de los accionistas, sino contra los de todos los grupos de interés. Aunque cada grupo pueda tener intereses en particular que puedan entrar en conflicto, como se ha explicado antes, todos tienen un interés común fundamental: que la empresa continúe existiendo.
Por último, como apunta Marta de la Cuesta (2005), en una economía tan compleja como la actual, globalizada y con tantos agentes participando en la cadena de valor de las empresas, no puede sostenerse que una compañía se gestione única y exclusivamente para la satisfacción del accionista. Lo que sí que es cierto, es que si el accionista es un público objetivo más, las compañías deberán gestionarse de tal manera que sean atractivas para atraer capitales a las mismas. Bajo ese punto de vista, me permito recordar que cada vez son más las que se esfuerzan por cotizar el Dow Jones Sustainability Index o en el FTSEE4Good tratando de captar también inversores éticos o que premian determinadas pautas de comportamiento en las empresas.
Así pues, creo que estamos ante un debate abierto. Para mi, el accionista es un grupo de interés más cuyo estatus especial, como se ha expuesto, viene recogido en muchas leyes y estatutos. Creo que una empresa que quiera funcionar bien, no puede dar la espalda a la sociedad en la que se desenvuelve y ésta no está formada exclusivamente por accionistas. Bajo mi punto de vista, el objetivo de la empresa debe ser la creación de valor a largo plazo de forma sostenible y dentro de ese prisma, se beneficiará el accionista también. En cualquier caso, reconozco que es un tema en el que se puede ser todo menos dogmático. Ahí lo dejo. Os toca a vosotros.
Estos días se ha originado un interesante debate en este blog a partir de alguna de las opiniones expuestas en el post - resumen del I Symposium Internacional sobre el Pensamiento de Javier Fernández Aguado. Concretamente la cuestión referente al equilibrio entre los grupos de interés, ha contado con dos opiniones muy interesantes. En primer lugar, Paco Alcaide nos recordaba la dificultad de lograr dicho equilibrio. Por otro lado, Nanius nos citaba a la teoría de la agencia para hacernos ver que en esta crisis han sido muchos los accionistas perjudicados, queriendo expresar, o así al menos lo he entendido yo, que en el fondo éstos y sus expectativas, deberían tener cierta preponderancia a la hora de gestionar una empresa.
Lo cierto es que todo lo que tiene que ver con los stakeholders es complejo y existen opiniones para todos los gustos. Voy a tratar con este post de expresar mi punto de vista respecto a estos temas, así como aportar algo de información para seguir fomentando el debate. Existen ideas complejas que voy a tratar de desgranar de la manera más sencilla posible, así que espero que aquellos más eruditos seáis benevolentes con el que suscribe.
Me gustaría comenzar definiendo brevemente el término "Grupo de Interés" o "Stakeholders". Para entendernos son aquellos grupos con los que se interrelaciona la empresa y sin cuya existencia ésta no podría llevar a cabo su actividad. Los Grupos de Interés inciden en el devenir de una compañía y también se ven afectados por el día a día de ésta. Los stakeholders son los clientes, los accionistas, los empleados, los proveedores y los sindicatos, pero también lo son la sociedad, los medios de comunicación, las ONG y los gobiernos. Cada sector tiene sus propios grupos de interés, incluso dentro de un sector pueden variar en función de cada compañía.
La gestión de las relaciones con los grupos de interés, debe llevarse a cabo teniendo en cuenta una serie de pautas. Primera, la importancia de los stakeholders varía a lo largo del tiempo. Es decir, aquel grupo de interés que en su día fue crítico para la supervivencia de mi empresa, ahora no tiene por qué serlo y viceversa (pensad en las empresas de energía, los activistas anti calentamiento global y su incidencia hace 20 años y ahora). Las circunstancias cambian y con ellas el peso de mis stakeholders. Segunda pauta, los intereses y objetivos de cada grupo de interés en su relación con la empresa pueden ser contrapuestos: Por ejemplo, mientras que el cliente quiere un buen precio, el accionista quiere mayor rentabilidad para su inversión, por lo que es posible que exija, por el contrario, que los sacrificios en precio sean mínimos. Tercera pauta, pese a todo, todos los stakeholders tienen un interés común: la supervivencia de la compañía. Por último, tres son los criterios que debe utilizar la empresa a la hora de medir la importancia de cada uno de sus grupos de interés: la urgencia, legitimidad y poder de éstos y sus reivindicaciones en cuanto a sus planteamientos hacia la compañía. Al igual que hay clientes más rentables que otros a los que conviene prestar más atención, los recursos de la empresa son limitados y se deben aplicar en consecuencia respecto a los stakeholders.
Como decía Paco, por lo tanto, el equilibrio entre los grupos de interés no es sencillo, pero lo que es cierto es que en una economía de redes como la actual, donde ninguna empresa abarca toda la cadena de valor, y dónde todas las compañías se ven más expuestas que nunca al juicio público por el auge de las nuevas tecnologías y la democratización de la información, ser capaz de considerar, ponderar y tratar de afrontar todos los reclamos de los stakeholders teniendo en cuenta las pautas del párrafo anterior, es muy posible que permitan a una empresa adaptarse de forma más eficiente al mercado y obtener mejores resultados. Aún así, existe un grupo de interés que tiene una serie de particularidades que todavía complica más el asunto: los accionistas.
El debate respecto a los accionistas tiene múltiples puntos de vista que permiten abordarlo desde prismas muy diferentes. En primer lugar, el axioma neoclásico de la economía aboga porque una compañía se guíe única y exclusivamente buscando la maximización del beneficio empresarial (y por lo tanto del accionista) bajo las pautas que marcan la ética y las leyes, pensando que de esta forma se logra alcanzar también un óptimo social. Milton Friedman ha sido la figura estrella de esta corriente de pensamiento que ha causado furor, sobre todo, durante las últimas décadas del siglo XX.
Ocurre, como muy bien ha apuntado Nanius, que hoy en día las organizaciones están gestionadas por ejecutivos profesionales no propietarios de las compañías debido al aumento de tamaño de éstas y la atomización de su accionariado. Ello ha dado lugar a la teoría de la agencia, la cual sugiere que estos directivos que rigen los designios de las empresas tienen también sus propios objetivos que no siempre se alinean con los de los accionistas. Es por ello por lo que también hemos sabido durante esta crisis que la maximización del beneficio a menudo no es sinónimo de creación de valor para los socios de una empresa como presumía el axioma neoclásico. Precisamente por ello, son muchas las voces que se plantean si toda esta corriente que defiende equiparar al accionista con el resto de grupos de interés (teoría de los stakeholders) tiene o no sentido.
Bajo mi punto de vista, hay una verdad irrefutable que se ha apuntado al principio de este post: todos los grupos de interés comparten un interés común, y es que la empresa sobreviva. Para ello debe ser rentable y crear valor para el accionista. Todos los stakeholders se ven afectados por el éxito o fracaso de una compañía. Si ésta quiebra, no sólo pierde dinero el accionista, sino que el empleado deja de trabajar, el cliente se queda sin su marca favorita y los proveedores sin cobrar. Por ese lado, creo que es un planteamiento erróneo pensar que equilibrar los intereses de los grupos de interés puede perjudicar a los distintos socios de una empresa.
Sin embargo, hay autores como Heath y Norman (2005) que piensan que los defensores de la teoría de los stakeholders “han prestado poca atención a la defensa de los derechos de los accionistas”. Ya que dicha teoría argumenta “que los accionistas ya tienen el poder para asegurar que sus intereses son tenidos en cuenta por la empresa y directivos. El caso Enron debería hacernos replantear esta asunción.” “Los accionistas en la era Enron no tenían el poder de asegurar que sus intereses eran totalmente tenidos en cuenta por los altos directivos.” “Enron ofrece algunas lecciones importantes a los académicos que se oponen a la concepción de la empresa centrada en los accionistas: Los que apoyan la teoría de los stakeholders han subestimado el grado por el cual los intereses de los accionistas y el control de los accionistas son cruciales para favorecer los intereses de otros grupos de interés de la empresa. Todos los stakeholders de Enron resultaron dañados cuando sus directivos conspiraron contra los intereses de los accionistas y cuando los inversores perdieron la confianza en la compañía”. Como he dicho antes, el éxito empresarial beneficia a todos los grupos de interés, sin embargo no tengo clara que la hipótesis que plantean Heat y Norman sea cierta, al menos en el sentido que ellos plantean la relación. Yo creo más bien que considerar los intereses del resto de grupos de interés puede favorecer el cumplimiento de los de los accionistas, pero no a la inversa.
Goodpaster (1991), por su parte, incidía en la necesidad de que a los accionistas se les reconozca ciertos derechos por su condición de propietarios de la empresa. Y estoy totalmente de acuerdo con él, pero me permito recordar que las leyes y la mayoría de estatutos sociales, ya recogen estas posibilidades precisamente por este status especial que tienen los accionistas. Los accionistas nombran consejeros, tienen voz y voto en las juntas generales y ven cómo muchos de los aspectos relacionados con su vinculación con una compañía están reflejados en los distintos códigos, normas y reglamentos públicos y privados.
En el lado opuesto, no menos interesantes son las aportaciones de Freeman (2003) así como de Hill y Jones (1992). El primero sugiere, respecto a la teoría de la agencia, que los directivos son agentes de la compañía, no sólo de los accionistas, por lo que sus objetivos deberían estar alineados, no sólo con los de éstos, sino con los de todos los grupos de interés. Para Freeman, además, otro agrumento importante es que los accionistas sólo tienen una responsabilidad limitada en las deudas de la sociedad (su aportación) siendo la compañía la que realmente responde con su patrimonio ante las deudas y problemas financieros de las mismas, para continuar diciendo que casos como el de Enron han ocurrido precisamente bajo el credo de la maximización de la riqueza del accionista, por lo que para él no tiene sentido pensar que prestar más atención al resto de grupos de interés sea una incitación al oportunismo de los directivos. Lehman Brothers es, posiblemente, un ejemplo inmejorable sobre la teoría de la agencia, pero no tengo claro que el egoísmo de los ejecutivos se viera favorecido porque esta compañía prestara más atención al cliente o al trabajador que al accionista.
En cuanto a Hill y Jones, en clara sintonía con las ideas de Freeman, hablan en relación a los directivos y su interés en el crecimiento organizacional (motivado por una mejor remuneración, poder, seguridad en el empleo y status). Para estos autores, cuando los ejecutivos actúan así, no solo lo hacen contra los intereses de los accionistas, sino contra los de todos los grupos de interés. Aunque cada grupo pueda tener intereses en particular que puedan entrar en conflicto, como se ha explicado antes, todos tienen un interés común fundamental: que la empresa continúe existiendo.
Por último, como apunta Marta de la Cuesta (2005), en una economía tan compleja como la actual, globalizada y con tantos agentes participando en la cadena de valor de las empresas, no puede sostenerse que una compañía se gestione única y exclusivamente para la satisfacción del accionista. Lo que sí que es cierto, es que si el accionista es un público objetivo más, las compañías deberán gestionarse de tal manera que sean atractivas para atraer capitales a las mismas. Bajo ese punto de vista, me permito recordar que cada vez son más las que se esfuerzan por cotizar el Dow Jones Sustainability Index o en el FTSEE4Good tratando de captar también inversores éticos o que premian determinadas pautas de comportamiento en las empresas.
Así pues, creo que estamos ante un debate abierto. Para mi, el accionista es un grupo de interés más cuyo estatus especial, como se ha expuesto, viene recogido en muchas leyes y estatutos. Creo que una empresa que quiera funcionar bien, no puede dar la espalda a la sociedad en la que se desenvuelve y ésta no está formada exclusivamente por accionistas. Bajo mi punto de vista, el objetivo de la empresa debe ser la creación de valor a largo plazo de forma sostenible y dentro de ese prisma, se beneficiará el accionista también. En cualquier caso, reconozco que es un tema en el que se puede ser todo menos dogmático. Ahí lo dejo. Os toca a vosotros.
Comentarios
Brillante, bien expuesto y ameno. Coincido contigo en que la creación de valor debe ser sostenible y a largo plazo y éste debe ser bueno para todos los grupos de interés. Es difícil, porque esos intereses van cambiando en el tiempo (no solo los de los accionistas) y buscar ese equilibrio es complicado. Creo, por otro lado, y puede ser utópico, que en esa dirección deberían ir todas las empresas. Si solo se hacen las cosas por maximización de beneficios para un solo grupo, generará problemas como hemos visto.
Un abrazo
En cualquier caso, todo pasa por un cambio cultural interno en la empresa. Casi nada, vaya. Me gusta mucho una frase de Edward Freeman, "padre" de la teoría de los Stakeholders, cuando dice que ésta es una herramienta de gestión explícitamente ética, pero sobre todo es una herramienta de gestión. Es decir, que debe servir también para el primero de los objetivos de la empresa: la rentabilidad como medida para la supervivencia.
Un fuerte abrazo
Gracias a ti. Esta frase que dejas la retuiteo porque resume perfectamente la idea "Los complejos programas CRM (customer relationship management) deberían sustituirse por SRM (stakeholder relationship management)"
Genial, un abrazo
Muchas gracias de nuevo. Me alegro que te haya gustado lo del Stakeholder Relationship Management. Un fuerte abrazo
Me apunto la cita de Jodorowski. Fantástica, como casi todas las suyas. Yo pienso que en lo que a los grupos de interés se refiere, uno puede entender aquello de "El Óptimo de Pareto" que nos enseñaban en primero de carrera. Es decir, aquel equilibrio difícilmente mejorable sin perjudicar a algún agente (en este caso stakeholder).
Muchas gracias de nuevo
¡Un abrazo!