Economía - Mercado y Democracia
Algunas Ideas
Como muchos sabéis, me estoy leyendo muy poco a poco, saboreando cada epígrafe, el libro de María Novo titulado "El desarrollo sostenible, su dimensión ambiental y educativa". Es un libro para meditar un buen rato cada pocas hojas, porque sus ideas, profundas y en ocasiones polémicas, tienen mucha miga. Fundamentalmente porque la autora se moja constantemente. De forma ilustrada, justificando hasta el extremo cada párrafo. Uno a veces está de acuerdo, otras no tanto, pero a cada línea se le saca su jugo. El caso es que hoy he leído un epígrafe del mismo título que reza este post y me ha llamado mucho la atención. En el mismo María Novo reflexionaba sobre la evolución del equilibrio entre Estado y Mercado, las limitaciones de este último y el actual estado de la democracia. Como os decía, mucha tela.
Porque es bien cierto, como explica el libro, que de un tiempo a esta parte, propiciado en parte por la caída del telón de acero, el auge de economistas neo liberales tipo Friedman, los cuales fomentaron la expansión del comercio mundial, y el desarrollo de las tecnologías de la información, hemos llegado a una situación de desequilibrio sin precedentes entre los Estados y el Mercado. Hasta hace unos años, el llamado Estado de Bienestar actuaba como garante de los derechos individuales y colectivos de nuestra sociedad, suministrando, además, servicios que por su interés general no podían ser transferidos al mercado. Las inversiones en educación, sanidad, electricidad o agua, por ejemplo, suponían (y suponen) una garantía de igualdad democrática para todos los ciudadanos a su vez que limitaban (y limitan) parcialmente los excesos del mercado.
Ocurre que en las últimas décadas la economía se ha hecho global mientras que las democracias continúan siendo nacionales, a lo sumo regionales, como indica María Novo, al citar el caso de la Unión Europea (UE). En esa quiebra de escalas, afirma la autora, "es donde se rompe el equilibrio,donde los estados de bienestar comienzan a ver cómo peligran sus conquistas".
Y sigue, "entre ellas la de la democracia real. Parece evidente que la democracia no puede reducirse a un conjunto de normas institucionales; que sólo puede vivir y sobrevivir, si se apoya, entre otros, en un ejercicio de responsabilidad colectiva que no se rige por el simple criterio de ganancias y pérdidas.Y si eso es así, entonces el avance del modelo neoliberal, centrado únicamente en la obtención del beneficio, es una amenaza para los sistemas democráticos, pues el mercado (que no es democrático) se convierte en el elemento central de organización de la vida y los valores de la democracia van quedando supeditados a él".
A esta reflexión, le sigue otra no menos interesante. El mercado presenta una serie de limitaciones inherentes: por un lado, el criterio empleado para la distribución del ingreso es la eficiencia, no la justicia. Una asignación eficiente no implica una distribución justa. Por otro, el mercado no garantiza que esta eficiencia sea ecológicamente sostenible, ni tiene ninguna tendencia intrínseca a limitar su crecimiento en relación con la biosfera. Por último, no es capaz de tener en cuenta a las generaciones futuras ni a los stakeholders silenciosos (por ejemplo el medio ambiente). Dentro del análisis coste / beneficio entran en juego las satisfacción de las expectativas, las preferencias del consumidor. En el mismo no pueden tomarse en consideración las voces de quiénes no han nacido aún o no pueden expresarse. La incorporación de su valor intrínseco a la lógica del mercado solo es posible superando nuestro propio egoísmo y ejerciendo una representación indirecta de todos aquellos grupos excluidos. Circunstancia que comienza a darse a través de asociaciones cívicas, ONG, Fundaciones u organizaciones sociales.
El problema "es importante porque los Estados del Bienestar habían sido históricamente un freno para los intereses económicos, una defensa de los derechos de la ciudadanía, y un instrumento para la corrección de las desigualdades". En la actualidad nuestras instituciones democráticas, pensadas para las naciones, no pueden controlar los movimientos del capital.
Mucho de lo que dice María Novo es irreprochable. Partimos de una base mínima, según la cual, desde que existe el trueque, existe el mercado y éste siempre ha sido imperfecto. La aparición del mercado ha propiciado el surgimiento de empresas y de los Estados. Los primeros ejercen de agentes en el mercado y los segundos, además de marcar las reglas del juego, tradicionalmente se han encargado de suministrar determinados bienes y servicios de interés colectivo. Es obvio, como apunta María Novo, que su peso en la actualidad es mucho mayor que el de los estados. Éstos se encuentran a merced de aquello.s Lo hemos visto en los orígenes de la actual crisis económica.
Sin embargo, lo que a mi me llama la atención, es la manera en la que demonizamos al mercado, como si éste fuera un ente con personalidad propia (malévola, aparentemente) y la causa de todos nuestros males. Como dice Kjell Nördstrom, el mercado es una máquina que separa lo eficiente de lo ineficiente, pero los que decidimos qué vale o no somos las personas. Es decir, que en nuestra mano está el dar más importancia a la eficiencia medio ambiental y social, por ejemplo, que a la económica. Comparto con María Novo la idea de que el beneficio no implica justicia, pero no podemos obviar que los que los repartimos, los que marcamos qué debe primar, somos de nuevo las personas.
Si analizamos los diferentes sistemas y paradigmas económicos de nuestra historia, encontraremos que en todas partes y épocas se cocieron habas. La Unión Soviética terminó colapsando dejando centenas de miles de muertos por el camino. La Cuba de Fidel palidece en buena medida gracias a los embargos, pero negando la libertad a una nación entera y condenando a la carcel a todo aquel que se rebela. El capitalismo salvaje, por su parte, permite que en un mundo en el que se producen alimentos suficientes para erradicar la desnutrición, decenas de miles de personas mueran cada año de hambre. El capitalismo light, por su parte, no evitó el crack del 29. Para el que piense que el problema viene de la Ilustración y el afán por imponer una única razón, la historia de Rapa Nui (Isla de Pascua), nos deja otra enseñanza curiosa. Los propios colonizadores de la Polinesia, sin ayuda del "hombre blanco", también colapsaron social, medio ambiental y económicamente el sistema en aquella minúscula isla. El problema, por lo tanto, lo tiene el ser humano en sí mismo, no los sistemas político - económicos, los cuales, de nuevo, han sido creados por las personas. Los que hacemos buenas o malas las cosas somos los hombres y mujeres que componemos las sociedades, con nuestras escalas de valores y nuestras actitudes.
Sin ser santo de mi devoción, me gusta recordar que en el año 1970 el propio Milton Friedman publicaba un artículoen el New York Times Magazine titulado "The Social Responsibility of Business is to Increase its Profits". En el mismo, pese a denostar cualquier fin no lucrativo de las empresas, el propio Friedman marcaba dos líneas que no debían sobrepasarse nunca: la ley y la ética. Es por ello por lo que comparto con María Novo su inquietud por cuanto no tenemos organismos reconocidos y con autoridad para sancionar y velar por el cumplimiento de la primera. El problema es qué hacemos con la segunda, cuando vivimos una época de crisis de valores y moral mayor incluso que la económica.
Y de esta forma llego a mi última reflexión. Aún reconociendo que el derecho internacional tiene muchísimas lagunas y que precisamos de unas Naciones Unidas mucho más "potentes", obviamos el poder que tenemos como consumidores en un mercado global. Si el mercado atiende a las preferencias de todos los que participamos en el mismo, tal vez haya llegado la hora de ejercer nuestra democracia a través de nuestro consumo, de demostrar que en nuestros esquemas de decisión tienen cabida los intereses de aquellos que dentro de nuestro sistema no tienen voz. Bonito reto.
Comentarios
Magnífico post que aporta una visión bastnate clarificadora de como es el ser humano. Cualquier sistema, cualquier forma de gobierno,(la historia nos lo demuestra como apuntas) está llena de desequilibrios o lo que es lo mismo la distribución de la riqueza no es perfecta o justa, aunque a pirori pueda ser eficiente.
Coincido en que el hombre (el consumidor, el ciudadano) es el que puede realmente cambiar las cosas y hacer un mundo más sostenible en todos los sentidos, pero, sin embargo es complicado que suceda al no haber una responsabilidad colectiva.
Un post muy brillante que convierte en co participe al individuo y no al mercado o los gobiernos exclusivamente de los problemas de hoy y de futuro.
Un fuerte abrazo y enhorabuena. habrá que leer el libro de María Novo.
Siempre he intuido lo que expresas como conclusión, que el problema no es de los sistemas económicos que han nacido para mejorar nuestras condiciones de vida. Lo es de las personas que llevan a cabo esta misión que al final se quedan a medio camino por sus actos de egoísmo o por cansancio. Se nos llena la boca de pedir justicia social, pero a la hora de arrimar el hombro casi siempre lo hacemos en beneficio propio.
Un abrazo
Millones de gracias por pasarte y por tus palabras. Estoy muy de acuerdo contigo. El ser humano es campeón mundial de buscarse excusas y siempre tiende a cargar tintas contra el sistema. La realidad es que somos las personas los que hacemos buenas o malas las cosas.
El libro de María Novo es estupendo. Para leerlo poco a poco, con espíritu receptivo y crítico a la vez. A mi me está encantando.
Un fuerte abrazo
Muy de acuerdo contigo: los sistemas se crean supuestamente para mejorar la vida de las personas. La paradoja es que sistemas que pudieran estar en las antípodas, ideológicamente hablando, acaban adoleciendo de patologías parecidas. Y creo que exactamente por lo que tu dices: cansancio y/o egoísmo.
Un fuerte abrazo
Muchas gracias por tus palabras. Me siento muy honrado viniendo de quien vienen, de verdad.
Muy interesante la reflexión que aportas. Es cierto que quien pretende salirse de lo "políticamente correcto" no lo tiene fácil. Me sorprende como nos aborregan y no somos capaces de dar un paso al frente.
Comparto tu optimismo vital. Creo que toda esta travesía en el desierto que estamos pasando tiene que desembocar en una regeneración social y de la moral. La cuestión es si llegaremos a vivirla.
Un fuerte abrazo