Economía - A vueltas con el abaratamiento del despido

Algunas Reflexiones

Ya estoy de vuelta. Tras diez días muy complicados, con mucho trabajo y con un artículo académico entre manos en los que no he tenido ni un segundo para poder escribir, artículo al margen, vuelvo a la carga asumiendo que la noticia que hoy quiero comentar ya no está tan en boga.

La semana pasada salió a la palestra una nueva propuesta del gobierno dentro del marco del diálogo social en la que, por primera vez, parecía abrir la mano a un abaratamiento del despido en nuestro país. El tema es polémico, para qué negarlo, pero me sorprende seguir leyendo y escuchando los mismos argumentos de unos y otros, sin ser capaces de mirar un poquito más allá de sus propias narices. Los que me conocéis sabéis que yo creo en una economía ligada al desarrollo humano, esa en la que el beneficio empresarial es una necesidad para el buen funcionamiento del sistema, sin que ello sea óbice para que no se consideren otros objetivos del resto de grupos de interés que interactúan con una compañía. Vaya por delante también, que estoy de acuerdo con aquellos que dicen que abaratar el despido no va a crear más puestos de trabajo, si bien pienso que la ecuación puede leerse a la inversa: tener el despido más caro de Europa, no nos ha evitado tener la tasa de desempleo actual.

En cualquier caso, me gustaría aportar un punto de vista diferente, y un poco provocativo, a los que se han vertido estos días en los medios de comunicación. Este es el testimonio de un persona que está ahora mismo en el campo de batalla, como le gusta apuntar a mi buen amigo Paco Alcaide, y que escribe sin ningún trasfondo ideológico. Dejo, por lo tanto, algunas reflexiones para ver si entre todos fomentamos un buen debate. Comienzo.

1) En una crisis como la actual, una de las primeras consecuencias es la caída del consumo. Ello obliga a las compañías a ajustar sus producciones y stocks, lo cual es todavía más imperativo ante la falta generalizada del crédito. Las empresas son, como muchas veces se ha dicho en este blog, ingresos y gastos. Si caen los ingresos se han de reducir los gastos, así como reasignar los recursos. Bajan las compras de materias primas y las producciones, por lo que se reducen las necesidades de personal.

El despido es siempre la última de las opciones, porque por lo general, las empresas que prescinden de trabajadores en tiempos de crisis, vuelven a generar empleo cuando éstos pasan, con el agravante de que para entonces han salido de tu organización personas formadas, afines a tu cultura empresarial, que ya conocían la compañía, mientras que los que entran son gente nueva a la que hay que formar. Claro que hay empresarios sin escrúpulos, como también hay médicos, abogados o periodistas, pero por lo general el despido es una consecuencia, no un fin.

2) El actual mercado laboral perjudica al empresario honrado y favorece al explotador. Allá por los años 90, cuando la tasa de desempleo alcanzaba en España un escalofriante 25%, el gobierno presidido por aquel entones por Felipe González, propuso una serie de medidas para flexibilizar el mercado laboral. Entre ellas se introdujo una doble fórmula de contratación. Frente al tradicional contrato fijo, la nueva ley permitía una novedosa modalidad de incorporación del trabajador a la empresa a través de un contrato temporal, el cual sólo podía firmarse en casos muy concretos que la citada ley estipulaba. Como se suele decir, y nunca mejor dicho, hecha la ley, hecha la trampa. Un número muy importante de los contratos temporales que a día de hoy se firman se hacen de forma irregular. El empresario sin escrúpulos adapta la contratación a cualquiera de los casos en los que se permite la modalidad temporal aunque la realidad no tenga nada que ver con la teoría. Por el contrario, el empresario honrado sigue a pies juntillas la legalidad vigente y contrata a un nuevo empleado con un contrato fijo.

Ocurre que cuando viene una crisis y acontece lo explicado en el punto anterior, al empresario sin escrúpulos le sale mucho más barato que al honrado reajustar su plantilla. No hay mecanismos suficientes de control por parte de la administración para vigilar la realidad de los contratos temporales y ante esa situación no tiene ningún sentido mantener la actual dualidad del mercado de trabajo.

3) El actual sistema favorece a los dinosaurios y dificulta la entrada en el mismo a jóvenes talentos. Volvemos al punto uno. Hay que reajustar la plantilla. Ante esa situación, el empresario, que necesita ahorrar gastos, trata de minimizar los costes de los despidos, lo que hace, dado el sistema actual de indeminaciones, que prescinda de los más jóvenes y de los que llevan menos tiempo en la empresa, haciendo prácticmente intocables a personas que llevan muchos años en la en la misma y no tienen ninguna motivación. Pero no solo eso, a la hora de volver a contratar, la tentación de hacer un contrato fijo a una persona joven es menor ante la posibilidad de éste "salga rana".

4) Existe la tentación de pensar que el directivo es una persona fría, habituada a tomar decisiones drásticas y al que no le pesa la parte emocional. Las encuestas demuestran que eso es radicalmente falso. Casi el 87% de los directivos afirman que la decisión más dura de su día a día profesional es cuando tienen que comunicar a una persona que no sigue en la compañía. La peores experiencias de mi vida profesional han sido cada vez que me ha tocado despedir a alguien. Lo he tenido que hacer tres veces y aunque dos fueran por cuestiones disciplinarias, siempre se me ha hecho muy duro.

5) En una Europa con libre circulación de trabajadores, no tiene ningún sentido la actual disparidad de criterios por país en lo que a las indemnizaciones por despido se refiere. Como ya se ha dicho, no creo que abaratar el despido sea la solución para la creación de empleo, pero sí que nos pone, objetivamente, en una desventaja competitiva clara frente a empresas de nuestro entorno.

Así pues, abogo por un contrato único de trabajo, con unos costes de despido crecientes y un número de días por año trabajado menores de los 45 actuales, pero también por una administración que vigile de forma más exhaustiva las malas prácticas empresariales con la ayuda de los jueces, así como por todas aquellas medidas que a los expertos consideren oportunas para flexibilizar el mercado laboral y permitan a las compañías adaptarse mejor a ciclos económicos. Ahí queda eso. Os dejo a vosotros.

Comentarios

Fernando López ha dicho que…
Hola Fernando:

Pues totalmente de acuerdo. Y creo que se de lo que hablo ya que cada mes, como muchos, me vuelvo loco para poder pagar las nóminas. El sistema beneficia a los "dinosaurios" que ya no quieren aportar nada pero que saben que si los despides te generan una avería gorda. Creo, como tu, que una empresa que no esté ligada al desarrollo humano (además y lógicamente a la consecución de beneficios) no tiene mucho sentido.
El problema , ¿cómo encontrar el equilibrio en este mundo de vaivenes, de listos y aprovechados ?

Un abrazo
Fernando ha dicho que…
¡Hola Fernando! Mil gracias por pasarte y por tu comentario. Suscribo plenamente lo que dices. Creo que tanto los políticos como los sindicatos no tienen los pies en la tierra cuando hablan de estos temas. No se trata de fomentar el despido libre, sino de flexibilizar el mercado laboral no ya solo para que las empresas se puedan adaptar mejor a los entornos, sino para que la gente joven y con ganas pueda competir en igualdad de condiciones con los "dinosaurios".

Interesante la pregunta que planteas. Sin querer echar balones fuera, sí que creo que el garante de las reglas del juego es el estado. Todos los gobiernos en España tienen, bajo mi punto de vista, un suspenso enorme en lo que a materia laboral se refiere. Pero ese es otro tema para debatir con un mantel de por medio.

Un fuerte abrazo
María Hernández ha dicho que…
Hola Fernando:

Como has pedido debate, me gustaría unirme a él, pero como soy tan mala sintetizando lo que debería ser un mero comentario se ha convertido en casi un folio word.
¿Me das tu consentimiento para un "supermegagrande" comentario? Fernando López puede dar fe que lo de resumir no es lo mío, jeje.

Un saludo.
Fernando ha dicho que…
¡Hola Maria! ¡Mil gracias por pasarte! No sólo tienes mi permiso sino que te ruego encarecidamente que mandes ese comentario, porque me tienes intrigado, jeje. Adelante pues!

Saludos
María Hernández ha dicho que…
Hola Fernando:

(Perdón por la extensión, pero un debate es un debate).

Completamente de acuerdo en que en tiempos de crisis, baja el consumo. Pero cuántas más personas se queden en paro, menos gastarán y no podemos olvidar que sin "clientes" no hay "negocio". Que las empresas son ingresos y gastos, de acuerdo, pero a lo mejor solo "despedir" no es la solución; ¿pensar en obtener menos beneficios sería una locura? ¿Al menos por un tiempo?. No hablo de pérdidas, sino de menos beneficios. Ahí lo dejo.

Cuando el despido se hace efectivo, comentas que se pierde personal formado, que conoce la empresa y afines a su cultura. ¿Estas mismas personas “tan valiosas” son las que luego llamas "dinosaurios"? ¿Tal vez son "dinosaurios" (por la edad) porque tú, como empresario, los has encontrado útiles durante años? ¿Alguien se cree que un empresario "aguanta" a un mal empleado durante tanto tiempo, sin "beneficios", solo para llegar a tener un "jurasic park"?.
Tal vez, lo que hace que alguien se convierta en "dinosaurio", no es ni el tiempo de servicio en la empresa, ni su rendimiento. Se transforma en eso, desde que el empresario empieza a plantearse "¿tendré que despedir a alguien? Si tuviera a un jovencito, con contrato eventual, sería más "barato", pero es que Manolo lleva muchos años aquí, echarlo a la calle me va a costar un riñón". Digámoslo alto y claro, los empleados y los empresarios no jugamos con la misma baraja. Si el jefe quiere, te vas a la calle, solo hay que pagar por ello. Si yo quiero irme, no puedo, no ya por la indemnización, sino porque ni paro puedo cobrar y “esta dinosaurio” tiene responsabilidades, familia, hipoteca, recibos varios.
Si hay que empezar a plantearnos "despidos" más económicos, deberíamos pensar en hacer más justo el juego: tanta facilidad tienes para despedirme cuando quieras, como yo para irme y dejarte cuando me de la gana.
A lo mejor descubrimos que no hay tanto "dinosaurio" como se cree y si hay más personas afines a la empresa y a su cultura, como apuntabas, solo que con un poco más de edad, que por otro lado, no siempre es desidia, también es experiencia.
La pregunta es ¿está preparado el empresariado español para poder aceptar “igualdad” de condiciones? Seamos sinceros, para siquiera plantear un “despido más ligero” también habría que plantearse un cambio en la mentalidad empresarial, porque si no, algunas empresas se quedarían sin “dinosaurios”, sin jóvenes, sin nadie. En igualdad de condiciones, el “trato” debe ser excelente de parte y parte y aquí aún se estila mucho lo de “deberías estarme agradecido”, “para eso te pago”, “como tú hay 20 esperando” y lindezas parecidas que tendrían que desaparecer si nos tratamos “de tú a tú”.
Estaría bien que se recordara cómo surgieron las indemnizaciones y para qué se crearon. Más de uno se llevaría una sorpresa.
En cuanto a las diferencias con el resto de países miembros en respecto a indemnizaciones, también las hay en cuanto sueldo base, prestaciones, etc. Puede que en España sea más caro despedir, pero también es más barato contratar ¿verdad?. ¿Cambiamos las tornas a ver que tal se ve?. Hagamos cálculos: lo que pago por mi plantilla pero a sueldo medio europeo "Uyyyy que barbaridad, quita, quita".

Fin Parte 1 (continúa en el siguiente comentario)....
María Hernández ha dicho que…
Parte 2....

Y para que no parezca que voy en contra de todo, estoy de acuerdo en un mayor control por parte de la Administración sobre el tema laboral. Un aumento considerable de las inspecciones de trabajo de oficio, sin denuncias, estaría muy bien. Y ni que decir en cuanto a control de deudas a la SS.SS o a Hacienda. Totalmente de acuerdo, más control y una buena campaña que nos aliente a pedir, SIEMPRE, factura por cualquier servicio recibido.
En cuanto a la "frialdad" de los directivos hay que diferenciar entre quienes "dan la cara" solamente para decirte adiós y quienes "deciden" de verdad quien es el nominado. Es normal que no sientan de igual manera, sobre todo, cuando no hay una justificación real. No olvides que cuando hay un despido improcedente, la causa casi siempre es "inventada". Para el resto de los supuestos hay herramientas; si eres mal empleado, el disciplinario; si las cosas van mal en la empresa (de verdad), el de causas objetivas.
Dicen que "El despido más barato es el del personal que no se contrata" y no por fraude, sino porque si tan caro te parece, hazlo tú y si no puedes sólo, porque tu negocio ha crecido o porque no sabes hacerlo, es que necesitas empleados y si los "necesitas"...¿de qué estábamos hablando?.Esto es un trueque: yo hago lo que tú no puedes o no sabes hacer y tú me pagas por ello, pero sin "agradecimientos esclavizantes".

Creo que todos tenemos claro que este tipo de "Economía" ya no funciona, pero aceptar que este caos no lo han provocado los trabajadores por sí mismos y sí otros "puntos calientes" del entramado económico sería un buen paso para dirigir las reformas necesarias sobre los verdaderos cafres.

Un saludo de una “dinosaurio” con 10 años de servicio en la empresa, 41 años, muy activa, familia e hipoteca a cargo, y, posiblemente, “carne de Inem” en los próximos meses y “parada de larga duración” para el futuro.

P.D.: Fernando, gracias por dejarme compartir semejante “testamento”. Un beso.
nanius ha dicho que…
Hola Fernando: Bienvenido que digas que estás por el contrato único con antigüedad creciente para la indemnización!!

Más allá de mecanismos concretos del resto de países de nuestro entorno, hay una regularidad interesante en otros países: como el mercado de trabajo tira, cuando no hay crisis (o con ella, envidio a los británicos, que con una formidable crisis financiera e inmobiliaria en su haber, disfrutan una tasa de paro del 7.8% desde abril); cuando no hay crisis, decía, el mercado de trabajo tira mucho y hay mucha rotación, luego no hace falta indemnizaciones por despido. Los daneses (y muchos otros) tienen indemnizaciones bajas no porque estén rematadamente locos, sino porque la gente puede reubicarse rápido, rotar, saltar de trabajo de manera flexible, etc. En españa esto no es así, y entonces acojemos desde hace décadas la onerosa política de subsidiar mucho el paro después de despedidos y antes de ellos establecemos astronómicas indemnizaciones. Lo curioso del asunto es que estas instituciones laborales son ENDÓGENAS a tal resultado, es decir, en parte lo provocan. Es un mal equilibrio donde establecemos garantías y medios para evitar el desempleo, medidas que lo agravan. Es como indexar los salarios nominales al IPC: al final acabamos en el peor resultado en el que la masa salarial eleva más el IPC, los trabajadores no ganan poder adquisitivo real, y toda la economía pierde competitividad relativa.

Hay que decirlo alto y claro: con la sobreprotección de los indefinidos, tienes que darle flexibilidad al sistema con contratos temporales, la mayoría precarios...porque las empresas anticipan todo el coste de contratar a un indefinido y, claro, no sólo contratan menos, sino que tiran excesivamente de los temporales.

Aunque esa flexibilidad es imprescindible, si no se toca el status quo de los indefinidos (recordemos: un único mercado de trabajo y tres modelos económicos distintos: desarrollismo desde 1959, reconversión industrial en los 80 e internacionalización, ingreso en el Euro y burbuja inmobiliaria desde mediados de los 90), la normativa laboral presiona hacia una indeseable dualidad del mercado de trabajo.

Hay que decirlo alto y claro: el problema de la temporalidad no es cultural o idiosincrático español; es, primeramente y ante todo un problema de incentivos. Es como hablar de la cultura de la propiedad. No, señores: en los 50 había un 90% de la gente viviendo en alquiler y un 10% en propiedad. Luego de políticas públicas, una dañina fiscalización favorable de la compra, etc, etc, se revierte la situación. Pues lo mismo con los contratos de trabajo.
nanius ha dicho que…
hay que decirlo alto y claro: la dualidad del mercado laboral no sólo socava la eficiencia económica (menos trabajadores contratados, menos rotación, menos formación dentro de las empresas, competitividad internacional de nuestra economía, etc), sino que tb, sí señor, se trata de una cuestión de equidad tb dentro del mercado de trabajo entre trabajadores relativamente poco cualificados, parados de larga duración, y toda una generación de jóvenes, con enormes dificultades para hacer reales sus planes de vida y de trabajos por efecto de la normativa que sobreprotege a los indefinidos. Algo subyacente y endémico es el bajo crecimiento de la productividad, pero eso es harina de otro costal.

Lo que aquí he reflexionado puede responder una cosa a María (sólo a una de las muchísimas reflexiones interesantes que ha hecho): si hay flexibilidad y rotación rápida, los trabajadores jugamos con la misma baraja. Te vas de la empresa porque te da la gana y encuentras otra cosa rápido, te mueves a donde quieres y donde puedes ser algo más feliz. Un sistema menos desigual y menos discriminatorio para algunos grupos de trabajadores es ya un imperativo de eficiencia y de equidad. El sombrío panorama que arroja nuestra historia (a trazo gordo, conservar el mismo mercado de trabajo después de 3 modelos económicos distintos) me llevan al pesimismo una vez más.

Por cierto, una reforma laboral (es un error muy común del que no has participado esta vez, Fernando) es pensar que una reforma laboral (tipo contrato único con menores costes de despido) rebajaría nuestra tasa de paro en el corto plazo. Por dos razones: una porque el nuevo/nuevos contratos no tienen efectos retroactivos, por tanto los existentes han de morir vegetativamente poco a poco; y dos, porque el coste medio de contratar sube cuando pasas a un contrato con más protección que los temporales y menos que los fijos. Pero eso no quiere decir que no haya que hacerlo. Es más, la evidencia internacional indica que las reformas estructurales sólo se acometen durante las vacas flacas y no durante los periodos de expansión (obvio: qué político iba a acabar con la fiesta inmobiliaria en 2006)

un abrazo para todos y adelante con el contrato único.
Fernando ha dicho que…
¡Hola María! Millones de gracias por tu fantástico comentario (o testamento,jeje). Apuntas muchas cosas, todas muy interesantes, cómo también ha apuntado Nanius, así que espero que mi contestación esté a la altura. Lo intento.

1) Efectivamente un aumento del paro conlleva una bajada del consumo, lo cual no beneficia a las empresas, pero la caída de éste no sólo se explica por el auge del desempleo, si no también por la falta de confianza. Para mi, ambos conceptos se retroalimentan. Sobre lo primero pueden influir las empresas, sobre lo segundo me temo que no.

En cuanto a lo de bajar el beneficio, planteas un tema complicado. Para empezar la mayoría de PYMES, cuando llega una crisis, presentan pérdidas reales. Otra cosa es que debido a tu proceso productivo, los stocks que te has comido con patatas los valores a precio de coste, no provisiones y trates de dar pérdidas más adelante, una vez pasada la tormenta, porque como apenas hay crédito, sólo te falta presentar una malas cuentas anuales para que los bancos te cierren la puerta del todo y la compañía de seguro de crédito (véase Crédito y Caución, Coface, etc.) te quite la calificación. Lo interesante sería hacer un estado y origen de aplicación de fondos para saber quién gana o pierde dinero de verdad.

Las empresas españolas, además, conviven con un mal añadido, que es su excesiva deuda. Hemos vivido asumiendo que el crédito era ilimitado y para siempre, con lo que ahora nos encontramos con un problema adicional.

2) Sobre los dinosaurios: debería haberlos definido antes, ya que entiendo que se ha podido malinterpretar el término. Para mi un dinosaurio es un empleado que lleva muchísimo tiempo en un puesto de trabajo, sin ninguna aspiración, sin apenas motivación, sin ganas de crecer o reciclarse, el cual espera a menudo que le llegue una prejubilación o similar porque vive su trabajo como algo puramente mecánico.

Como decimos en Madrid sobre los madrileños, los dinosaurios no nacen, se hacen, y se hacen en este caso por dos motivos. Uno, por meras inquietudes personales,y dos, por malos jefes, que lejos de liderar hacen de los sitios de trabajo lugares aburridos donde no hay posibilidades de crecer. Le doy más importancia a lo segundo que a lo primero, pero también es cierto que uno tiene que tener lo que hay que tener para dar un paso al frente a veces.

Nada más lejano a mi intención denostar la experiencia. Al contrario, pienso que uno de los grandes errores de la banca española que se ha puesto de manifiesto durante esta crisis, fue el de prejubilar estos últimos 15 años a muchos de los que salvaron con éxito la crisis del 93. Probablemente otro gallo nos hubiera cantado.

(Sigo en otro comentario)
Fernando ha dicho que…
3) En cuanto al trato de igual a igual: pues estoy totalmente de acuedo contigo. A lo mejor soy muy pragmático, o simplemente de otra generación, pero yo pienso que las empresas debemos competir por atraer talento y que para ello no basta con pagar un buen salario, sino que hay que buscar que el empleado se sienta a gusto, porque si no se irá a otra empresa de la competencia. Aún así, como bien apunta Nanius, es difícil jugar de igual a igual con el mercado laboral que tenemos y para ello hay que flexibilizarlo.

4) Gran reflexión también la que haces sobre salarios, prestaciones e indemnizaciones europeas. Creo que la respuesta también nos la da Nanius: NO hacen falta tantas indemnizaciones cuando el estado te da más prestaciones y el mercado es más flexible (y por lo tanto no hay paro de larga duración). Trabajar en esa línea también me parece oportuno.

5) En cuanto a los directivos que dan la cara y los que toman la decisión, apuntas una gran verdad. Hay gente que toma decisiones y te deja a ti el marrón de dar la cara. A mi me ha tocado comerme uno de esos. Desde ese momento he comprendido que nunca jamás haré algo así. Si hay que tomar una decisión drástica, lo mínimo es dar la cara. Y acepto la crítica: mucha gente no lo hace.

6) Sobre las causas de despido: tema delicado de nuevo. Hay empresarios sin escrúpulos, eso lo tengo claro, pero también empleados que se aprovechan de que el juez siempre se alinea con la parte más debil, y eso tampoco es justo del todo.

Millones de gracias de nuevo, María, y mucha suerte con tu situación laboral. Ya ves que te contesto con otro testamento, jeje ¡Espero verte por aquí más a menudo!

Un beso

Fernando
Fernando ha dicho que…
¡Hola Nanius! Como siempre mil gracias por pasarte y por tu comentario.

Totalmente de acuerdo contigo en lo que al asunto de la rotación y las indemnizaciones se refiere. Con mayor flexibilidad, se acabaría gran parte del problema y jugaríamos todos de igual a igual, como habéis apuntado.

Totalmente de acuerdo también en que los actuales sistemas de revisión salarial son aberrantes. En un país que importa el 99% del petróleo, el cual es un factor clave para el cálculo del IPC, además de esta expuesta su cotización a ciclos económicos, es un contrasentido que las mejoras retributivas se vinculen al mismo y no a la productividad. Sobre todo porque cuando el IPC cae, los salarios están consolidados. Se debería buscar una fórmula alternativa.

No tengo tan claro que la temporalidad sea un problema en exclusiva de incentivos. Creo que está vinculado también con parte de nuestro modelo productivo. Me explico. El turismo, por ejemplo, es un sector clave. Es cierto que hay empleados fijos discontinuos en el sector, pero también es cierto que hay mucha temporalidad vinculada a cómo venga la temporada. En lo que sí que estoy totalmente de acuerdo contigo es en aquello que apuntas de que la dualidad del mercado penaliza a la eficiencia y eficacia del mismo.

Gran apunte también el que selañas acerca del nulo impacto a corto plazo y si a largo de las reformas laborales. Creo que por eso los políticos no se meten con ello: demasiados costes para un rédito que probablemente ellos no vayan a disfrutar. ¡Lástima de país!

Un abrazo

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