Empresas - Sobre la Soledad del Directivo
Vivencias y Reflexiones
Espero que me disculpéis, pero hoy necesito que este post me sirva como válvula de escape a unas semanas como mínimo complejas desde el punto de vista laboral. Aunque la bodega esté yendo muy bien a nivel comercial, aunque a nivel de ingresos estemos yendo por encima de lo previsto, el descubrimiento de una serie de realidades inesperadas me está obligando a trazar un plan que llevará consigo la toma de un conjunto de decisiones duras, con un alto coste personal. No quiero alarmar a nadie, que no se me entienda mal, pero sí que es verdad que estos días he sentido más cerca que nunca la buena soledad de la que habla Javier Fernández Aguado, aquella que te permite tomar decisiones de forma sólida, responsable y libre, pero que no te lleva precisamente por caminos fáciles. Aunque la buena soledad te ayude a crecer, lo cierto es que en el día a día se hace dura. Estás en un puesto de responsabilidad, se espera mucho de ti, pero tú no dejas de ser una persona con sus virtudes y sus defectos, con tus miedos e inseguridades.
El directivo tiene que tomar decisiones. Maneja más información que nadie dentro de la empresa y ello le obliga a mirar más allá, a afrontar realidades que no siempre van a ser comprendidas por el resto. Por mera prudencia se ve obligado, a menudo, a no contar toda la verdad de primeras, a jugar sus cartas y a esperar al momento adecuado para mostrarlas. Eres dueño de tus silencios y aunque tengas una pareja estupenda, como es mi caso, a la que le puedes contar todo, aunque siempre haya amigos dispuestos a escuchar (y blogueros dispuestos a leerte), también existen esos ratos en los que la buena soledad te pesa y mucho.
El directivo tiene que controlar sus emociones. Conoce mejor que ningún otro miembro de la organización la realidad de la misma, pero está obligado a mostrarse tranquilo aún cuando por dentro tenga los mismos temores que el resto. En la buena soledad sufres y padeces como todos los mortales, dudas y piensas, no sabes qué camino escoger, tratas de guiarte por tu intuición, recurrir a las matemáticas, encontrar certezas, pero siempre habrá una incertidumbre que gestionar, un resquicio por el cual la mala suerte puede colarse y arruinar tu plan. Aún así, te ves obligado a armarte de valor, a comerte tus temores públicamente y dar tranquilidad a los que te rodean, los cuales confían en ti. En el fondo el directivo debe ser también un psicólogo, alguien que, siendo justo, sepa dar con la tecla adecuada para que todos los que le rodean den rienda suelta a su talento. Y ello te obliga a crear un entorno donde se pueda trabajar con tranquilidad y confianza. En una situación como la actual es fácil ponerse nervioso, alzar la voz, hacer que a más de uno le tiemblen las piernas. Así pues, no sólo guardas tus miedos y temores para tu soledad, sino que también te ves obligado de alguna forma a transmitir optimismo y esperanza aún cuando no siempre lo tengas claro, porque sin ellos ningún proyecto puede salir adelante.
El directivo, además, tiene que saber contar hasta diez. No es que tenga horchata en la sangre, porque ésta le hierve como a todos cuando la adrenalina sube, pero está obligado a a relativizar éxitos y fracasos, a ser equilibrado tanto en la crítica como en la alabanza. Cuesta mucho crear un buen ambiente laboral, pero basta una salida de tono para echarlo a perder. Esa frialdad aparente tampoco es comprendida en muchas ocasiones, porque como he dicho antes, del directivo se espera que maneje más variables y vea más allá que el resto.
El problema es que no todo el mundo está preparado para ser directivo. Sí, haces una carrera, la completas con un máster o un doctorado, aprendes idiomas e informática, formándote así para salir en la pole position al mercado laboral. Pero en el fondo todos esos conocimientos son explícitos, imitables. Existe una inteligencia emocional que desarrollar, un crecimiento personal que alcanzar que sólo pueden proceder de un aprendizaje tácito, de la capacidad de las personas para aprender de sus propias vivencias. Todos podemos ser líderes en potencia, pero no te enseñan a serlo en las facultades. Porque el buen directivo sobre todo es eso, un líder. Y para ello hay que saber levantarse, sobreponerse cuando te equivocas, asumir que las decisiones pesan, que uno nunca puede contentar a todo el mundo y que dirigir es precisamente eso, tomar medidas que casi nunca serán compartidas por todos.
Nadie llega a un puesto de responsabilidad sabiendo. A mi ls circunstancias me hicieron llegar a un puesto importante con 29 años, porque como dice mi abuelo, en la vida las cosas vienen cuando vienen, no cuando uno quiere que lleguen. Tal vez demasiado pronto, tal vez con mucho por aprender, pero también con toda la ilusión y sin miedo a la responsabilidad. Me ha costado mucho entender que el directivo no es un súper hombre, ya que la faceta emocional jamás se puede separar de la racional, que a tomar decisiones también se aprende y que vivir con ellas no es fácil. He entendido que el directivo a menudo se siente solo, pero que esa soledad te ayuda a crecer, aún cuando en el momento no seas capaz de verlo.
Espero que me disculpéis, pero hoy necesito que este post me sirva como válvula de escape a unas semanas como mínimo complejas desde el punto de vista laboral. Aunque la bodega esté yendo muy bien a nivel comercial, aunque a nivel de ingresos estemos yendo por encima de lo previsto, el descubrimiento de una serie de realidades inesperadas me está obligando a trazar un plan que llevará consigo la toma de un conjunto de decisiones duras, con un alto coste personal. No quiero alarmar a nadie, que no se me entienda mal, pero sí que es verdad que estos días he sentido más cerca que nunca la buena soledad de la que habla Javier Fernández Aguado, aquella que te permite tomar decisiones de forma sólida, responsable y libre, pero que no te lleva precisamente por caminos fáciles. Aunque la buena soledad te ayude a crecer, lo cierto es que en el día a día se hace dura. Estás en un puesto de responsabilidad, se espera mucho de ti, pero tú no dejas de ser una persona con sus virtudes y sus defectos, con tus miedos e inseguridades.
El directivo tiene que tomar decisiones. Maneja más información que nadie dentro de la empresa y ello le obliga a mirar más allá, a afrontar realidades que no siempre van a ser comprendidas por el resto. Por mera prudencia se ve obligado, a menudo, a no contar toda la verdad de primeras, a jugar sus cartas y a esperar al momento adecuado para mostrarlas. Eres dueño de tus silencios y aunque tengas una pareja estupenda, como es mi caso, a la que le puedes contar todo, aunque siempre haya amigos dispuestos a escuchar (y blogueros dispuestos a leerte), también existen esos ratos en los que la buena soledad te pesa y mucho.
El directivo tiene que controlar sus emociones. Conoce mejor que ningún otro miembro de la organización la realidad de la misma, pero está obligado a mostrarse tranquilo aún cuando por dentro tenga los mismos temores que el resto. En la buena soledad sufres y padeces como todos los mortales, dudas y piensas, no sabes qué camino escoger, tratas de guiarte por tu intuición, recurrir a las matemáticas, encontrar certezas, pero siempre habrá una incertidumbre que gestionar, un resquicio por el cual la mala suerte puede colarse y arruinar tu plan. Aún así, te ves obligado a armarte de valor, a comerte tus temores públicamente y dar tranquilidad a los que te rodean, los cuales confían en ti. En el fondo el directivo debe ser también un psicólogo, alguien que, siendo justo, sepa dar con la tecla adecuada para que todos los que le rodean den rienda suelta a su talento. Y ello te obliga a crear un entorno donde se pueda trabajar con tranquilidad y confianza. En una situación como la actual es fácil ponerse nervioso, alzar la voz, hacer que a más de uno le tiemblen las piernas. Así pues, no sólo guardas tus miedos y temores para tu soledad, sino que también te ves obligado de alguna forma a transmitir optimismo y esperanza aún cuando no siempre lo tengas claro, porque sin ellos ningún proyecto puede salir adelante.
El directivo, además, tiene que saber contar hasta diez. No es que tenga horchata en la sangre, porque ésta le hierve como a todos cuando la adrenalina sube, pero está obligado a a relativizar éxitos y fracasos, a ser equilibrado tanto en la crítica como en la alabanza. Cuesta mucho crear un buen ambiente laboral, pero basta una salida de tono para echarlo a perder. Esa frialdad aparente tampoco es comprendida en muchas ocasiones, porque como he dicho antes, del directivo se espera que maneje más variables y vea más allá que el resto.
El problema es que no todo el mundo está preparado para ser directivo. Sí, haces una carrera, la completas con un máster o un doctorado, aprendes idiomas e informática, formándote así para salir en la pole position al mercado laboral. Pero en el fondo todos esos conocimientos son explícitos, imitables. Existe una inteligencia emocional que desarrollar, un crecimiento personal que alcanzar que sólo pueden proceder de un aprendizaje tácito, de la capacidad de las personas para aprender de sus propias vivencias. Todos podemos ser líderes en potencia, pero no te enseñan a serlo en las facultades. Porque el buen directivo sobre todo es eso, un líder. Y para ello hay que saber levantarse, sobreponerse cuando te equivocas, asumir que las decisiones pesan, que uno nunca puede contentar a todo el mundo y que dirigir es precisamente eso, tomar medidas que casi nunca serán compartidas por todos.
Nadie llega a un puesto de responsabilidad sabiendo. A mi ls circunstancias me hicieron llegar a un puesto importante con 29 años, porque como dice mi abuelo, en la vida las cosas vienen cuando vienen, no cuando uno quiere que lleguen. Tal vez demasiado pronto, tal vez con mucho por aprender, pero también con toda la ilusión y sin miedo a la responsabilidad. Me ha costado mucho entender que el directivo no es un súper hombre, ya que la faceta emocional jamás se puede separar de la racional, que a tomar decisiones también se aprende y que vivir con ellas no es fácil. He entendido que el directivo a menudo se siente solo, pero que esa soledad te ayuda a crecer, aún cuando en el momento no seas capaz de verlo.
Tal vez por todo ello sienta que, en el fondo, esta crisis es, como apunta Álex Rovira, una buena crisis. En las situaciones complejas es cuándo se ven tus limitaciones, cuándo realmente has de dar el do de pecho y demostrar lo que llevas dentro. Siento, dentro de mi soledad, de mi buena soledad, que nada será igual para mi después de estos añon tan complejos, que en los próximos meses me voy a tener que demostrar a mi mismo muchas cosas, sobre todo que sin perder de vista mis valores y mi faceta humana, soy capaz de tomar decisiones complejas, incluso dolorosas, que no serán fáciles. Como decía antes, nadie nace sabiendo y ahora mismo estoy inmerso en un profundo proceso de crecimiento que afronto con mucha esperanza pero también con incertidumbre. Y todo ello en soledad. La soledad del directivo.
Comentarios
Llego por primera vez a tu blog aunque compartimos algunos. Esta vez lo he hecho porque me ha llamado la atención un comentario de nuestro amigo Germán Gijón en Facebook.
Leyendo tu artículo he de decir que te comprendo. Lo hago como empresario y porque algo sé sobre inteligencia emocional. Pero lo que más me ha gustado es que compartas esos pensamientos íntimos que, aunque sólo esbozados en tu texto, dan una idea aproximada del calado.
El directivo actúa en la más estricta intimidad aunque esté permamentemente rodeado no sólo de personas sino de cifras, escucha lo que nadie oye y debe estar acostumbrado a leer entre líneas y además y lo que es muy importante, casi nunca tiene un hombro sobre el que llorar. La soledad del manager es similar a la del corredor de fondo, no se diferencian demasiado. Si acaso en que el corredor, si aguanta, llega a una meta cierta, pero no siempre es así en el caso del manager.
Uno crea valor para los accionistas, pero no está claro que lo cree para él.
Por eso la buena soledad da respuestas y por experiencia te digo que lo más cuesta es hacerlas públicas.
Un abrazo.
1. El liderazgo no se enseña, se aprende. Esto conviene subrayarlo con fluorescente.
2. El liderazgo es un proceso no un estado; un proceso siempre inconcluso necesitado de aristas que limar.
3. Esto me lo dijo Butragueño: "Cuando la vida te pone en una situación es porque estás preparado para ella".
El miércoles nos vemos.
Abrazo.
Es la primera vez que hago un comentario en tu blog a pesar de que sigo lo que escribes gracias a que Maite Darceles compartió algunos blogs que ella sigue. Me gusta lo que escribes, si no no te seguiría, jeje.
Sin embargo, me ha sorprendido un poco tu post de hoy. ¿Porqué os sentís tan sólos los directivos? ¿Porqué no compartir tus inquietudes con las personas de tu equipo?. ¿Porqué no hacer más líderes que cuenten con la información necesaria para ayudarte a tomar esas difíciles decisiones que comentas que, seguramente, les afectarán?
¡¡Un abrazo y enhorabuena y gracias por compartir tus reflexiones!!
Txema
Me he sentido plenamente identificado con este post. Hay momentos en los que aunque quisieras estar rodeado y compartir inquietudes como dice Txema es complicado y no precisamente por el directivo.
Como dice Josep , la dirección es una carrera de fondo con resultados inciertos y muchas veces el aliento se lo debe dar uno mismo.
Estoy convencido de que sabrás "correr" esta carrera.
Un fuerte abrazo
Yo también he llegado aquí un poco por casualidad, a través de otros blogs amigos. El título me ha llamado la atención y el texto me ha gustado mucho, porque demuestra mucha sinceridad, en especial contigo mismo, humildad y conciencia de la responsabilidad que implica ser directivo.
Coincido con los comentarios anteriores, en especial el de Txema. Compartir dudas y miedos con tu equipo no debe ser interpretado como un signo de debilidad ni de desconocimiento. No es que te aligere de la carga de tomar decisiones (esa es tu tarea), pero las soledades compartidas siempre lo son menos, no?
Un saludo y mucha suerte y acierto en lo que decidas.
Se nota que has sido cocinero antes que fraile, porque creo que das en el clavo. Dirigir una empresa tiene su dosis de romanticismo, si se me permite la expresión, pero también es cierto que no es oro todo lo que reluce. El coste personal que se asume es, a menudo, alto y sobre ello se debería reflexionar. Me parece interesante la línea que nos dejas caer por ahí.
Me ha encantado lo del corredor de fondo, aunque yo fíjate que lo identifico más con un tenista. El corredor de fondo tiene que tomar decisiones, pero sabe que con un ritmo llevadero llegará a la meta. El tenista debe aguantar los golpes del rival, tomar una decisión cada vez que le llega la bola y también está solo para pensar en su silla cuando se cambia de lado entre juego y juego.
Un fuerte abrazo
Fantásticas las ideas que nos expones. Queda subrayado aquello de que el liderazgo se aprende, no se enseña, así como no puedo más que estar de acuerdo con aquello de que éste es un proceso que nunca concluye. Me apunto la reflexión de Butragueño. Quiero creer que siempre es así.
Un fuerte abrazo
Planteas un dilema interesante. Yo sí que creo que se puede ser amigo de la gente de tu equipo. Marcando ciertos límites en lo laboral, está claro, pero creo que es un síntoma de madurez saber discernir esa faceta personal de la profesional. Claro que compartes cosas con la gente de tu equipo. En ese sentido yo creo que tengo mucha suerte y hay personas con las que me puedo desahogar.
Aún así, aún cuando eso es cierto, siempre te quedara un trocito de intimidad, una parte que sólo conoces tú mismo en la que tus miedos y dudas tienen cabida, porque al final tú tienes que tomar la decisión. Podrás tener más o menos en cuenta lo que te digan los demás, pero eres tú el que tiene que dar un paso al frente y tirar por un lado u otro.
Pero hay más. En ocasiones recibes una orden del Consejo de Administración,y tú como gerente la tienes que ejecutar, aún cuando no siempre estés de acuerdo con ella. Y aún estándolo, el timing no es el que a uno le gustaría, obligándote a ser, como he dicho en el post, dueño de tus silencios.
En el fondo, por ponerte un ejemplo y ya que entre JOsep y yo hemos hablado de deportes, esto es como cuando juegas al fútbol. Estás rodeado de compañeros dispuestos a ayudarte, pero en el mano a mano con el portero al final tienes que decidir y asumir tú la responsabilidad.
De nuevo mil gracias, a ti y a Maite por introducirte en este blog.
Un fuerte abrazo
Me ha gustado aquello de que a veces uno debe darse aliento a sí mismo. Uno de mis lemas de vida es que lo que no hagas tú por ti mismo, no lo va a hacer nadie. Con el corredor de fondo pasa lo mismo. Igual que con el tenista.
Un fuerte abrazo, tocayo.
Estoy muy de acuerdo contigo en el sentido de que compartir lo que a uno le preocupa no es síntoma de debilidad, y también que de alguna forma alivia la carga que siempre supone tomar decisiones.
Creo por ello que es fundamental tener un buen equipo que te apoye y te ayude a elegir, pero siempre teniendo claro que éste te va a aportar un input más y que la responsabilidad, como bien apuntas, es tuya.
De nuevo millones de gracias
Saludos
No olvides que nunca estarás solo. Ahora tampoco estás solo (ya lo estás viendo por los comentarios). Somos muchos los que te seguimos,incluso sin decirlo. Estás simplemente ejerciendo tu LIBERTAD, que consiste en tomar decisiones que nunca nadie podrá tomar por tí y que tendrán su huella en los demás. Sólo un hombre en la Historia se ha sentido sólo de verdad, y fue en Getsemaní. Tienes en tus manos la capacidad de cambiar el futuro. Esto es tremendo, y por ello eres afortunado, no todas las personas pueden ejercer conscientemente su libertad. Eres grande, y creces.
Lo estás haciendo muy bien.
Suscribo lo que comentas referente a la libertad, lo que ocurre es que ejercer la misma no siempre es sencillo. Imagino que en eso consiste ser uno mismo.
Me alegra también que hayas hecho alusión a Jesús de Nazaret. Para mi es un referente fundamental en mi vida.
Un fuerte abrazo
Yo también me siento muy orgulloso de ti y, sobre todo, de tenerte como amigo. Aquellas tardes en la biblioteca también fueron momentos de crecimiento personal muy importantes para ambos. Los guardo como un tesoro en mi corazón y por ello, estés donde estés, siempre serás de los imprescindibles.
Un fuerte abrazo, amigo.