Economía - Economía del Conocimiento (y la Reforma Educativa)

Algunos Apuntes

Bienvenidos a la era del conocimiento. Aquella en la que por fin, como pretendía Marx, el capital está en manos de los trabajadores. Sí, hoy vivimos en una época en la que el conocimiento, el intelecto, propiedad de cada uno en definitiva, cotiza al alza. Las empresas pagan por ello y lo hacen bien. Lo importante en este gran bazar global en el que tenemos más que nunca dónde elegir, es ser diferente. Y para salirse por la tangente, hacen falta personas con talento, capaces de arriesgarse, de ver las cosas de forma distina al resto. 

La economía del conocimiento supone un reto para las empresas y los países, pero también ofrece oportunidades sin parangón en la historia económica para ambos. Hace muchos siglos, lo que marcaba la diferencia a la hora de atraer y fijar población, clave para los primeros desarrollos económicos, eran los recursos naturales. La gente habitaba dónde había ríos y bosques, más tarde campos de cultivo, dónde pudieran obtener el sustento para su día a día. Las ciudades y asentamientos crecieron al calor de aquellos. Cuando llegó la revolución industrial, al cocktail se añadieron las materias primas y las fábricas, los lugares dónde aquellas se podían transformar dando lugar a outputs de valor añadido. Hoy, lo importante, son las personas. Y éstas quieren estar dónde se viva bien y puedan desarrollarse profesional, personal e intelectualmente. Sólo así pueden entenderse los movimientos migratorios de finales del siglo XX y XXI. No es que la gente pierda el arraigo, es que la globalización cultural y económica, la dilución de las fronteras, la aparición de internet y el desarrollo de la tecnología de la información ha hecho que las personas den un paso al frente y vayan a aquellos lugares dónde puedan realizarse. Y el talento cotiza al alza. Ahí están los muchísimos jóvenes españoles, más formados que nunca, que se marchan dejando atrás familia y amigos en pos, no sólo de un futuro que aquí no encuentran, sino de la valoración y apoyo a su trabajo que en otros lugares sí encuentran.

Por lo general, y la historia económica está ahí, los países con mayores niveles de formación son también aquellos que suelen gozar de una mayor renta per cápita, la cual, en definitiva, es la que marca el verdadero nivel de desarrollo económico de una sociedad. Y España, que ha hecho un esfuerzo histórico por acortar distancias con países como EEUU o los nórdicos en este ámbito, las cuales procedían de un siglo XIX horrible, rematado con una dictadura en el siglo XX que nos aisló del resto del mundo. Hoy, cuando los frutos de dicho esfuerzo debieran comenzar a verse, vemos cómo un modelo económico que se ha demostrado catastrófico, unido a una serie de gobiernos nefastos, hace que muchos de nuestros jóvenes tengan que marcharse, con el empobrecimiento que ello supone.

Pero no todo está perdido. Como decía antes, en la economía del conocimiento, la gente de talento quiere ir a dónde viva mejor. Y España tiene un factor diferencial no imitable, que es su clima, incluso su forma de vida y su gastronomía saludable. En España hacen más horas de sol que en la mayoría de países desarrollados. Sorprende, por ejemplo, la correlación entre la tasa de suicidios y las horas de luz del día en numerosos países. ¿Qué empuja, sin embargo, más allá de cuestiones fiscales, a compañías tecnológicas a instalarse en Cambridge, Oxford o incluso Dublin por delante de nuestro país? Sin lugar a dudas la existencia de universidades de primer nivel donde residan equipos de investigadores o estudiantes brillantes ávidos de formar parte de grandes compañías multinacionales que paguen por su talento. Estas Universidades, al igual que las americanas, son una auténtica selección mundial. Hoy en día, sin embargo, no existen Universidades Españolas entre las mejores del mundo, lo que impide atraer talento, y no sólo eso, empuja a los que tenemos, a los que terminan su licenciatura y quieren seguir con su doctorados, fuera de nuestro país.

Para lograr que una Universidad sea puntera se deben dar pasos previos en los años anteriores a la llegada a la misma. Un modelo educativo tarda decenas de años en dar sus frutos, pero los acaba dando, que nadie lo dude. Lo que no se puede es andar pegando bandazos en función del gobierno de turno y la realidad es que parece con cada ejecutivo que pasa parece retrocedemos un poquito más. No, no seré yo quién valore la llamada "Ley Wert", porque desde luego no soy experto en la materia, pero la peor noticia de la misma es que en cuanto cambie el gobierno, incluso el ministro, dará lugar a otra reforma educativa, ya que el nivel de conflicto y desacuerdos que ha generado realmente no tiene parangón. O al menos yo no lo recuerdo. Y así no se puede seguir ni un día más. Bien sabéis que soy contrario a los recortes en educación, los cuales sufro también como doctorando en una Universidad Pública, pero me parece escandaloso que en los años de la burbuja el incremento de la inversión en la materia tuviera como resultado un incremento de la tasa de abandono escolar. Algo está fallando de raíz y nuestros políticos deben remar de la mano de los magníficos profesionales, que los hay, dentro de la comunidad educativa.

Llama también la atención que ya nadie saque a colación aquellos famosos discursos sobre la necesidad de cambiar el modelo productivo de nuestro país. Una tasa de abandono escolar del 25% como la actual (llegó a superar el 30%), es un problema social, pero también un potencial problema económico. España lo tiene todo para ser receptora de talento, al menos todo lo que no es imitable, pero falla estrepitosamente en lo más aparentemente más sencillo: altitud de miras, proyección a largo plazo, preocupación real por la formación y por fomentar una cultura del esfuerzo y la excelencia desde la base. Y eso es imperdonable. Como decía al principio, vivimos en la economía del conocimiento, con la particularidad de que éste es global. Afortunadamente la información se ha democratizado. Tenemos una gran oportunidad: crear, atraer y retener talento. Esa será la clave del éxito. ¡Que lo veamos!

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