Vivencias - 20 Años (Confieso que he Vivido)

Algunas Reflexiones

Yo no sé si 20 años son muchos o pocos. Imagino que dependerá de la perspectiva de cada uno, pero confieso que los últimos 20 años de mi vida se me han pasado volando. Y es que el pasado viernes nos juntamos, como cada cinco años, como marca la tradición en el que fue mi colegio, los compañeros de la promoción de 1996. Conmemorábamos una cifra redonda, casi imponente para quiénes, como es nuestro caso, aún no hemos alcanzado los 40 años de vida. Gran asistencia y muy buen rollo. La noche se alargó, y yo me volví a casa feliz. Por el cariño recibido de parte de tanta y tanta gente a la que te das cuenta que le importas, pero también por las ganas que tenía de reencontrarme con personas a las que sólo ves en eventos de este tipo, de las que la vida te ha ido alejando, no por nada, sino porque las cosas son así, pero que fueron importantes en una etapa relevante de tu vida y a las que sabes que por mucho que pase el tiempo siempre les vas a llevar en tu corazón. Fue "nuestra gran noche", como nos encargamos de recordar en el karaoke que terminamos.

Los que me conocéis un poco más, sabéis bien que este tipo de eventos nunca me dejan indiferente. Que luego siempre me quedo pensando dos o tres días después, cogiendo perspectiva, intentando recordar lo vivido y lo acontecido, incluso comprender las cosas y preguntándome si hubiera cambiado algo en todo este tiempo. Y es que recuerdo perfectamente mi etapa escolar casi de cabo a rabo, comenzando por aquel primer día en el que mi padre me dejó en clase mientras me decía, tras bajarnos de aquel viejo Seat 127 amarillo que teníamos, que empezaba un camino ese mismo día siendo un niño, y que lo terminaría siendo un hombre. Cómo olvidarme de Amparo, de Marisa, Cástor o Don Ricardo, de los hermanos Toldos y de Don Henry, de todos los profesores que vinieron después y nos ayudaron a crecer, hasta llegar a COU, cuando, efectivamente, tal y como mi padre me había advertido, tuvimos que tomar nuestras primeras decisiones como los adultos que ya empezábamos a ser. Y así han transcurrido 20 años en los que no han dejado de pasarme cosas de las que no he dejado de aprender.

Yo soñaba con ser médico. Mucha gente no lo sabe. Hice un mal COU por estar en todo menos en lo que tenía que estar, e hice una selectividad más bien discreta. Me faltaron unas décimas para entrar en Medicina y pese a los consejos de mi madre, la cual insistía en que no me matriculara en la Universidad, sino que buscara una academia para intentarlo en el Junio siguiente, yo estaba tan hasta el gorro de lo que habia sido ese último año de colegio que decidí matricularme en Farmacia. Mi paso por dicha facultad fue un auténtico desastre y en abril de ese mismo curso decidí que tenía que cambiar de aires. Fue tal vez la primera decisión realmente adulta que tomé en mi vida, a la vez que comprendí que todos tenemos derecho a equivocarnos, pero no a no corregir nuestros errores una vez que nos damos cuenta de los mismos. Lo importante no es caer, sino saber levantarse. Somos el resultado de nuestras decisiones, aunque tendamos a refugiarnos a menudo en nuestras excusas.

Decidí repetir selectividad y me la preparé en dos meses. Fue una carrera contra reloj en la que di lo mejor de mi. Me vacié en aquellas 8 semanas en búsqueda de un sueño. Como podéis imaginaros no logré la nota que necesitaba, pero por el camino me encontré conmigo mismo. Aquella vez comprendí que las personas no fracasan, sino que dejan de luchar, bajan los brazos, se resignan ante lo que consideran su destino. En aquellos dos meses aprendí mucho más de la vida que en los 19 años previos, y las enseñanzas que me quedaron siguen siendo hoy claves para entender mi forma de ser. Siempre hay que pelearlo todo. A veces lo haces a la contra, cuando no te queda más remedio, otras lo haces con mejores cartas, pero lo que no vale es tirar la toalla. Los pasos atrás, que a veces son necesarios, se han de emplear para coger impulso. Y es entonces, cuando luchas por las cosas, cuando no te rindes, cuando al final el tiempo termina poniéndote en tu sitio. Aunque a veces sea a muy largo plazo.

Mi padre, apelando a mi lado humano, y a la vista de que lo de Medicina era imposible, me animó a que estudiara derecho y fuera abogado, como él, con lo que también podría ayudar a las personas. Y me convenció. Así que al rellenar de nuevo la solicitud de la Universidad, tras poner Medicina por si acaso, puse Derecho. Y después Administración y Dirección de Empresas por completar la solicitud. Por aquella época, yo no lo sabía, pero tenían prioridad los de letras en carreras como las de Derecho sobre los que veníamos de ciencias, así que pese a tener nota de sobra, terminé en ADE casi de sopetón. Mi nuevo periplo universitario me encantó desde el primer momento, y comprendí que Dios casi siempre escribe derecho con renglones torcidos. Sólo hay que tener actitud y ganas por encontrar tu lugar. Tanto es así, que como dicen mis hermanos, quise ser médico y al final he terminado siendo Doctor, aunque sea en Ciencias Económicas y Empesariales :) Cuando hace unas semanas me preguntaron por qué elegí estudiar mi carrera, me fue más fácil explicar por qué me había gustado la misma. Y es que creo que la empresa puede ser constructora de sociedad, dinamizadora de entornos, creadora de riqueza y, sobre todo, que puede ayudar a las personas también a desarrollarse desde el punto de vista profesional y humano. Más que las cosas pasan por algo, creo, como dice mi madre, que nos pasan para algo. Y siempre hay una oportunidad de sacar lo mejor de uno mismo en cada una de ellas.

Una vez en una entrevista me preguntaron por el consejo que le daría a los jóvenes, y yo recordé lo que fue mi vida universitaria. Además de la carrera, jugaba al fútbol y entrenaba equipos de niños, era catequista en mi antiguo colegio, tenía un grupo de música y hacía voluntariado. Estaba muy involucrado en CEMI, comunidades laicas marianistas, y retomé los idiomas. Entendí que la formación académica sólo es una parte del proceso de crecimiento de una persona, y que como dijo Steve Jobs en aquel famoso discurso en Stanford, las piezas terminan encajando en un momento dado. Hoy sólo lamento no haber viajado más aquellos años, no haberme ido de Erasmus porque me pesaba lo que tenía que dejar atrás, pero sin lugar a dudas aprendí mucho más de las personas en todas aquellas actividades que no me caben en un Currículum que en mis cinco años de carrera. Somos lo que somos también por nuestras circunstancias, y cuanto más enriquezcamos nuestros entornos, cuando más diversos y plurales sean, más partido le sacaremos a nuestra vida.

Cuando empecé a trabajar España estaba empezando a fraguar la burbuja inmobiliaria que tras pincharse dio lugar a la actual coyuntura que seguivimos viviendo. En aquellos años de locura vender era lo más fácil del mundo. En aquel primer empleo me fue realmente bien, pero a día de hoy, cuando echo la vista atrás, reconozco que sacaba muy buenos resultados trabajando lo justo. El día que cambié a la bodega mi vida dio un vuelco. Y al poco tiempo, lo dio la economía mundial. Hoy trabajo más que nunca para conseguir la mitad de la mitad que en aquellos primeros años de mi vida laboral. Si hay algo que también he aprendido en consecuencia es que todo lo que merece la pena en la vida cuesta, y que hay que desconfiar cuando el éxito viene fácil. Y otra cosa, es imprescindible trabajar en algo que te apasione. O como también decía Steve Jobs, "tu trabajo va a llenar gran parte de tu vida, y la única forma de estar realmente satisfecho con él es hacer lo que creas que es un gran trabajo. Y la única manera de de hacer un trabajo genial es amar lo que haces. Si no lo has encontrado, sigue buscando. No te detengas". El pasado viernes la gente me preguntaba, y no puedo negar queme apasiona lo que hago. De acuerdo, yo he tenido suerte, me han acompañado las circunstancias, pero aunque uno pueda pensar lo contrario, hubo un día en el que decidí no coger el camino fácil y terminé en la bodega. Creo que fue la mejor decisión, laboralmente hablando, que he tomado hasta la fecha.

La carrera universitaria no deja de ser una mera herramienta y es cuando empiezas a trabajar cuando realmente ves cómo muchas de las piezas del puzzle, esas a las que antes hacía alusión, comienzan a encajar. Ocurre también que nos han educado en buscar seguridades, en lo importante que es tener un trabajo estable y comprarte una casa, como si aquello fuera similar a una constante en una ecuación, la cual evita que obtengas resultados disparatados. Y ocure en consecuencia que eso nos hace instalarnos en una especie de zona de confort, dónde corremos un gran riesgo de acabar hasta las narices de todo, incluso de nosotros mismos. Cuando el pijama se queda pequeño, hay que cambiar de escenario. En mi caso fue casi simultáneo comenzar el doctorado y querer cambiar de empresa. Todo aquello fue un gran cambio en mi vida, como decía en el párrafo anterior, que incluso tuvo consecuencias en la parte personal. Ahora en septiembre comienzo en IESE el Executive MBA, porque incluso aún cuando considere que mi futuro está en el mundo del vino, dónde me queda todo por hacer, vuelvo a sentir esa necesidad de pegar otro estirón. Huyo de la zona confort y me encuentro en búsqueda permanente, sabedor de que no hay reto suficientemente grande, sino que lo que marca la pauta es la determinación y el coraje con que los afrontes. Hoy tengo claro, como dice Francisco Alcaide, que somos el resultado de nuestras creencias, que los límites nos los ponemos nosotros. Hace 20 años jamás hubiera soñado con lo conseguido hasta la fecha pero tengo clarísimo que lo mejor sigue estando por llegar. Sólo es cuestión de actitud.

Pero cuando miro atrás y también  me doy cuenta de lo que ha cambiado todo desde entonces, no puedo dejar de pensar en internet, en las redes sociales, en la imparable globalización cultural y económica que afrontamos, la cual hace apenas dos décadas era impensable. Como me decía un gran amigo el viernes, hoy los bancos empiezan, incluso, a ver a Amazon con una gran amenaza competitiva global. Toca coger la maleta y viajar, comprender que las cosas pasan a más velocidad que nunca, que somos transparentes, que competimos a nivel mundial por enconrar un trabajo, por vender o por cualquier realidad económica, y que en consecuencia hay que estar preparado para afrontar lo imprevisible, porque nos acercamos a un futuro disruptivo, o al menos que poco tendrá que ver con el mundo en el que crecimos. ¿Podía alguien imaginarse en 1996 que internet se iba a convertir en un nuevo orden económico mundial? ¿O que el teléfono fijo iba a pasar a tener un papel casi residual? ¿O que incluso el poder hablar iba a ser casi lo menos relevante de un smartphone?

Como tampoco ha tenido mucho que ver, lo reconozco, lo vivido hasta la fecha, desde aquel día que finalicé COU en 1996 con lo que me había imaginado para mi mismo. Y es que nunca hay que dar las cosas por sentadas. Efectivamente, no vale de nada planificar en lo personal, porque si hay algo realmente disruptivo a menudo es la vida de uno mismo. Por el camino han pasado personas que se han alejado definitivamente, las cuales creías que te acompañarían toda la vida. Algunas se han ido antes de tiempo, de lo que les correspondía y sabes que les seguirás echando de menos toda tu vida. Incluso las hay con las que no contabas con que volvieran a ella. Nunca me imaginé trabajando en una bodega y nunca creí que gestionar una empresa pudiera ser tan difícil a la par que emocionante.  Incluso reconozco que a veces, en estos años, me ha costado aceptar que mi vida iba a ir por otros derroteros, distintos a los que yo mismo me había planteado. Y es que nos han hablado de la evolución mil veces, pero creo que siempre llegamos a creer que aquello no iba con nosotros. Las cosas llegan cuando llegan y de lo que se trata es de adaptarse al cambio sin perder el rumbo de tu vida, la cual, efectivamente, al menos en mi caso cada día parece ir más deprisa.

Y es que cuando echo la vista atrás no puedo más que acordarme de Neruda. Yo también, confieso que he vivido.

¡A por los próximos 20 años!

Con todo mi cariño y agradecimiento a todos mis compañeros del Colegio Santa María del Pilar




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