Economía - Obama y el New Deal
Obama y el Modelo Económico Mundial
¡Menuda última semana! Algún día podremos contar a nuestros nietos que fuimos testigos de la elección, y posterior proclamación, del primer presidente negro en la historia de los Estados Unidos de América. La llegada de Obama ha venido acompañada de una ilusión sin precedentes. La legitimidad jurídica que se ha ganado en las urnas, y la legitimidad moral que su discurso le ha otorgado a nivel mundial, le exige a mucho. Como se diría coloquialmente, Obama hereda un marrón y de él se espera que lo solucione.
Desde luego fácil no se lo ha puesto el sr. Bush. El desempleo roza el 10% (con 2 millones de nuevos parados en los últimos cuatro meses, según la revista Time), el déficit público está cifrado en 1,2 billones de dólares ($1,2 trillion según Time, para que no me digáis que traduzco mal) y la deuda pública en 10,2 billones de dólares ($10,2 trillion). Sumémosle los recursos inmovilizados en Irak y Afganistan, una administración que ha abdicado de su labor de supervisión de los mercados, una industria automovilística, clave en la economía del país, que se ha revelado a todas luces como ineficiente y una creciente dependencia energética del país. Sinceramente, no me gustaría estar en el pellejo de Obama.
Las últimas noticias hablan de que el nuevo presidente de los EEUU, tiene previsto destinar 1 billón de dólares ($1trillion) para reactivar la economía. Una parte del plan de rescate de Obama, está destinado a aumentar las ayudas a familias y empresas. Es cierto que algunas serán vía rebajas fiscales, pero también lo es que tiene entre sus prioridades la mejora de las ayudas a los parados (incluyendo asistencia sanitaria), los "food-stamps"y otra serie de transferencias directas a las familias con menos recursos. Lo que diferencia esta acción del nuevo presidente americano de otras llevadas a cabo por otros gobiernos, es que están pensadas para incentivar directamente el consumo. Me explico. Si el dinero llega a alguien que está endeudado hasta las cejas, lo gastará en saldar su deuda, pero no en consumir, con lo que el estímulo se quedará en nada. Las "Food-Stamps" son un apoyo para la compra de determinados productos alimenticios, por ejemplo, y el resto de medidas que se toman tratan también de ir por ahí.
Otra parte del aumento del gasto público sería destinado para la construcción de nuevas infraestructuras e inversiones en energías renovables. Coincido con lo que expone Michael Grunwald en su artículo en Time el pasado 26 de enero, acerca de la inversión en infraestructuras. Si este New Deal de Barack Obama pretende ser una versión mejorada del de Franklin en los años 30, no debe caer en la tentación de hacer kilómetros y kilómetros de autopistas y obras públicas no necesarias, ya que ambas cosas supondrían un contrasentido a la inversión de energías renovables. Además, dichas obras públicas deberían revertir al estado en un período de tiempo razonable, ya que las cuentas públicas norteamericanas no están para muchas alegrías. En cuanto a las energías renovables, estas cobran una dimensión estratégica considerable. Para empezar, porque EEUU es un país energéticamente dependiente del exterior y su balanza comercial es deficitaria, pero sobre todo porque la apuesta por las energías alternativas y renovables, así como por la mejora en la eficiencia energética, debería repercutir positivamente en la competitividad de la industria norteamericana a través de las llamadas eco eficiencias. Y es que tal vez Barak Obama sea el primer líder que entienda que las alzas del crudo están más relacionadas con el crecimiento económico internacional que con movimientos especulativos y que cuanto menos expuesto esté un país al petróleo, más estable será su economía.
El tercer pilar del plan de rescate del nuevo gobierno de los EEUU, incide en una ayuda directa a aquellos estados que actualmente andan escasos de fondos (como los de Nueva York, California y Florida) y que podrían comenzar a recortar gastos públicos en breve. Si un aumento del Gasto Público puede tener un efecto multiplicador positivo en la economía como defendía Keynes, un descenso del mismo podría tenerlo pero a la inversa. No está el consumo mundial para andarnos con tonterías, la verdad.
¿Es acertado el plan de Obama? ¿Bastará para salvar la economía estado unidense y, por lo tanto, la mundial? Los defensores de Milton Friedman imagino que lo tildarán de aberrante y los de Keynes como adecuado. Para Milton Friedman la Gran Depresión de los años 30 fue en buena medida una cuestión de oferta monetaria. Al no acudir la Reserva Federal Norteamericana al rescate de los bancos a tiempo, la gente, presa del pánico, retiró su dinero de las entidades crediticias. Éstas, todavía más asustadas, guardaron el efectivo y cerraron el grifo de los préstamos a las empresas. La caída del consumo y un equivocado proteccionismo hicieron el resto.
Keynes, sin embargo, pensaba que en épocas de recesión y con tipos de interés bajos, la política monetaria es inefectiva, puesto que la gente no está dispuesta a "mover" su dinero y asumir un cierto riesgo con una rentabilidad tan baja. Para Keynes, el estado debía intervenir en la economía en estos casos vía aumentos en el gasto público fomentando de esta forma, un efecto multiplicador en la economía. Y en el fondo eso fue lo que pasó en la gran depresión. El estado acudió tarde pero acudió. "Soltó" el dinero y éste no circuló por lo anteriormente descrito. El New Deal de Franklin se basó, en buena medida, en un aumento del gasto público para reactivar la economía.
A menudo pienso que la economía es como la medicina. No hay enfermedades, si no enfermos, y que por eso es tan difícil acertar. En la situación actual los gobiernos han acudido al rescate de los bancos con medidas de política monetaria y seguimos sin salir del atolladero. Parece, por lo tanto, que las recetas keynesianas son más apropiadas para esta ocasión. Y en ello está Barak Obama. Hay economistas como Krugman que le piden que no sea "tímido" a la hora de llevar a cabo un "New Deal" y que no escatime en recursos para ello, que ahora es mejor pasarse que no llegar, puesto que esto último podría suponer una segunda gran depresión para los EEUU y para todo el mundo. Hay también que se escandaliza por el déficit público que ya tiene EEUU y en el que va a incurrir con estas medidas. Es cierto que ello es inquietante, pero también es un ejercicio de cinismo preocuparse ahora por las cuentas públicas norteamericanas cuando George Bush ha sido el que las ha dejado en números rojos. Y en cualquier caso, las economías mundiales están en la UVI.No hacer nada puede tener un coste social y económico de dimensiones siderales.
Por mi parte, lo que se me ocurre decir es que Obama está siendo muy valiente. Lo que está proponiendo va más allá de un plan de rescate y tiene más que ver con un nuevo modelo económico. En el fondo está poniendo las bases para reinventar el capitalismo, buscando con ello un nuevo paradigma en el que la sostenibilidad del sistema y la visión a largo plazo del mismo sean los valores principales. Hace unos años, Karl Rahner, un eminente teólogo Jesuita, dijo una frase que fue algo así como que "el Cristiano del siglo XXI, será místico o no será". Se puede extrapolar a la economía. Nos hemos pegado tal castañazo que me atrevo a decir que o la economía del siglo XXI se reinventa, o no será. Yo confío mucho en Obama, pero no lo va a tener fácil. Le deseo todo lo mejor y le pido que sea valiente, que no le tiemble el pulso a la hora de tomar decisiones. Se lo debe a todos sus votante, pero sobre todo a los que confiamos en él como la persona que puede liderar el cambio de nuestro sistema productivo.
¡Menuda última semana! Algún día podremos contar a nuestros nietos que fuimos testigos de la elección, y posterior proclamación, del primer presidente negro en la historia de los Estados Unidos de América. La llegada de Obama ha venido acompañada de una ilusión sin precedentes. La legitimidad jurídica que se ha ganado en las urnas, y la legitimidad moral que su discurso le ha otorgado a nivel mundial, le exige a mucho. Como se diría coloquialmente, Obama hereda un marrón y de él se espera que lo solucione.
Desde luego fácil no se lo ha puesto el sr. Bush. El desempleo roza el 10% (con 2 millones de nuevos parados en los últimos cuatro meses, según la revista Time), el déficit público está cifrado en 1,2 billones de dólares ($1,2 trillion según Time, para que no me digáis que traduzco mal) y la deuda pública en 10,2 billones de dólares ($10,2 trillion). Sumémosle los recursos inmovilizados en Irak y Afganistan, una administración que ha abdicado de su labor de supervisión de los mercados, una industria automovilística, clave en la economía del país, que se ha revelado a todas luces como ineficiente y una creciente dependencia energética del país. Sinceramente, no me gustaría estar en el pellejo de Obama.
Las últimas noticias hablan de que el nuevo presidente de los EEUU, tiene previsto destinar 1 billón de dólares ($1trillion) para reactivar la economía. Una parte del plan de rescate de Obama, está destinado a aumentar las ayudas a familias y empresas. Es cierto que algunas serán vía rebajas fiscales, pero también lo es que tiene entre sus prioridades la mejora de las ayudas a los parados (incluyendo asistencia sanitaria), los "food-stamps"y otra serie de transferencias directas a las familias con menos recursos. Lo que diferencia esta acción del nuevo presidente americano de otras llevadas a cabo por otros gobiernos, es que están pensadas para incentivar directamente el consumo. Me explico. Si el dinero llega a alguien que está endeudado hasta las cejas, lo gastará en saldar su deuda, pero no en consumir, con lo que el estímulo se quedará en nada. Las "Food-Stamps" son un apoyo para la compra de determinados productos alimenticios, por ejemplo, y el resto de medidas que se toman tratan también de ir por ahí.
Otra parte del aumento del gasto público sería destinado para la construcción de nuevas infraestructuras e inversiones en energías renovables. Coincido con lo que expone Michael Grunwald en su artículo en Time el pasado 26 de enero, acerca de la inversión en infraestructuras. Si este New Deal de Barack Obama pretende ser una versión mejorada del de Franklin en los años 30, no debe caer en la tentación de hacer kilómetros y kilómetros de autopistas y obras públicas no necesarias, ya que ambas cosas supondrían un contrasentido a la inversión de energías renovables. Además, dichas obras públicas deberían revertir al estado en un período de tiempo razonable, ya que las cuentas públicas norteamericanas no están para muchas alegrías. En cuanto a las energías renovables, estas cobran una dimensión estratégica considerable. Para empezar, porque EEUU es un país energéticamente dependiente del exterior y su balanza comercial es deficitaria, pero sobre todo porque la apuesta por las energías alternativas y renovables, así como por la mejora en la eficiencia energética, debería repercutir positivamente en la competitividad de la industria norteamericana a través de las llamadas eco eficiencias. Y es que tal vez Barak Obama sea el primer líder que entienda que las alzas del crudo están más relacionadas con el crecimiento económico internacional que con movimientos especulativos y que cuanto menos expuesto esté un país al petróleo, más estable será su economía.
El tercer pilar del plan de rescate del nuevo gobierno de los EEUU, incide en una ayuda directa a aquellos estados que actualmente andan escasos de fondos (como los de Nueva York, California y Florida) y que podrían comenzar a recortar gastos públicos en breve. Si un aumento del Gasto Público puede tener un efecto multiplicador positivo en la economía como defendía Keynes, un descenso del mismo podría tenerlo pero a la inversa. No está el consumo mundial para andarnos con tonterías, la verdad.
¿Es acertado el plan de Obama? ¿Bastará para salvar la economía estado unidense y, por lo tanto, la mundial? Los defensores de Milton Friedman imagino que lo tildarán de aberrante y los de Keynes como adecuado. Para Milton Friedman la Gran Depresión de los años 30 fue en buena medida una cuestión de oferta monetaria. Al no acudir la Reserva Federal Norteamericana al rescate de los bancos a tiempo, la gente, presa del pánico, retiró su dinero de las entidades crediticias. Éstas, todavía más asustadas, guardaron el efectivo y cerraron el grifo de los préstamos a las empresas. La caída del consumo y un equivocado proteccionismo hicieron el resto.
Keynes, sin embargo, pensaba que en épocas de recesión y con tipos de interés bajos, la política monetaria es inefectiva, puesto que la gente no está dispuesta a "mover" su dinero y asumir un cierto riesgo con una rentabilidad tan baja. Para Keynes, el estado debía intervenir en la economía en estos casos vía aumentos en el gasto público fomentando de esta forma, un efecto multiplicador en la economía. Y en el fondo eso fue lo que pasó en la gran depresión. El estado acudió tarde pero acudió. "Soltó" el dinero y éste no circuló por lo anteriormente descrito. El New Deal de Franklin se basó, en buena medida, en un aumento del gasto público para reactivar la economía.
A menudo pienso que la economía es como la medicina. No hay enfermedades, si no enfermos, y que por eso es tan difícil acertar. En la situación actual los gobiernos han acudido al rescate de los bancos con medidas de política monetaria y seguimos sin salir del atolladero. Parece, por lo tanto, que las recetas keynesianas son más apropiadas para esta ocasión. Y en ello está Barak Obama. Hay economistas como Krugman que le piden que no sea "tímido" a la hora de llevar a cabo un "New Deal" y que no escatime en recursos para ello, que ahora es mejor pasarse que no llegar, puesto que esto último podría suponer una segunda gran depresión para los EEUU y para todo el mundo. Hay también que se escandaliza por el déficit público que ya tiene EEUU y en el que va a incurrir con estas medidas. Es cierto que ello es inquietante, pero también es un ejercicio de cinismo preocuparse ahora por las cuentas públicas norteamericanas cuando George Bush ha sido el que las ha dejado en números rojos. Y en cualquier caso, las economías mundiales están en la UVI.No hacer nada puede tener un coste social y económico de dimensiones siderales.
Por mi parte, lo que se me ocurre decir es que Obama está siendo muy valiente. Lo que está proponiendo va más allá de un plan de rescate y tiene más que ver con un nuevo modelo económico. En el fondo está poniendo las bases para reinventar el capitalismo, buscando con ello un nuevo paradigma en el que la sostenibilidad del sistema y la visión a largo plazo del mismo sean los valores principales. Hace unos años, Karl Rahner, un eminente teólogo Jesuita, dijo una frase que fue algo así como que "el Cristiano del siglo XXI, será místico o no será". Se puede extrapolar a la economía. Nos hemos pegado tal castañazo que me atrevo a decir que o la economía del siglo XXI se reinventa, o no será. Yo confío mucho en Obama, pero no lo va a tener fácil. Le deseo todo lo mejor y le pido que sea valiente, que no le tiemble el pulso a la hora de tomar decisiones. Se lo debe a todos sus votante, pero sobre todo a los que confiamos en él como la persona que puede liderar el cambio de nuestro sistema productivo.
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