Vivencias - Desde Harvard
Pensamientos y Reflexiones
Así como quien no quiere la cosa, estoy finalizando mi cuarto día en Boston. Sí, aún me queda un ratito de estudio y salir a cenar, pero bueno, aunque no llevo mal del todo el cambio horario, sí que es cierto que después de cenar suelo caer rendido ipso facto y no quería dejar de publicar este post con algunas ideas y reflexiones sobre mi estancia por estas tierras.
Boston es una ciudad impresionante y Harvard algo majestuoso. Uno no tarda en comprender por qué EEUU está a la cabeza de la economía mundial y por qué previsiblemente lo seguirá estando. Como dicen Nordstöm y Ridderstrale, EEUU es fundamentalmente una idea, y eso se nota a la legua. Por las calles, pero también por la Universidad, te cruzas y convives con gente de todas partes. Los hay estadounidenses, claro está, pero la proporción de asiáticos (Chinos, Indios, etc.) y europeos, es significativa. Se suele decir que EEUU es un buen país para el que tiene dinero, pero yo lo que percibo es que, sin renegar del dicho, lo es para todo aquel que puede aportar algo. En la Universidad te tratan como si realmente fueras un Nobel en potencia. Tú llegas con tu humilde carta de la Universidad Complutense y en dos minutos te han hecho el carnet de la Business School, te dejan utilizar todos los libros de la biblioteca y se vuelcan en ayudarte si tienes cualquier necesidad al utilizar una base de datos científicas o similar. Es como si te dijeran continuamente "tú estudia, que de lo demás nos encargamos nosotros". Ese buen ambiente se ve en todas las esferas de Harvard. Vas al Spangler a comer, por ejemplo, y la gente también, en cuanto percibe que eres extranjero y que estás un poco perdido, se vuelca en ayudarte.
La Baker Library, la biblioteca de la Harvard Business School, es abrumadora. Por algo está considerada la mejor del mundo en materia de economía, negocios y gestión de empresas. Estos días hay poca gente por allí, ya que al ser verano, entiendo que está casi todo el mundo de vacaciones y tan solo pululamos por allí alumnos haciendo cursos estivales o doctorandos a los que no les queda más remedio que seguir investigando. Esto tiene ventajas e inconvenientes. Por un lado la tranquilidad es absoluta y el ambiente de trabajo impresionante. En la Baker Library nadie usa el i-Pod (y si lo hace lo tiene a un volumen tan bajo que nadie se entera), nadie habla, nadie come, nadie molesta. Igualito que en España, vaya. Así pues, estos días estoy trabajando súper tranquilo y aprovechando mucho el tiempo.
La parte mala es que los bibliotecarios, precisamente porque hay poca gente, permiten el paso a visitantes para que echen un vistazo. La escena es curiosa, porque deambulan, miran hacia el techo, hacia las paredes donde están los libros, y disimuladamente te miran a ti como diciendo "vaya, así que esto es un alumno de Harvard". Claro, si te pasa como me pasó ayer, que estaba repasando un texto lleno de ecuaciones y complejas demostraciones matemáticas (confieso que no me enteré de mucho, porque la explicación era árida y sin un sólo número, así que no penséis que me quiero hacer el interesante), quedas de cine. Si por el contrario te ocurre como me pasó mi primer día, que estaba preparando un business case sobre Facebook y te metes en la página para comprobar ciertas cosas del texto, la gente te mira como diciendo "macho, que estás en Harvard, qué haces viendo el Facebook". Así que estás expuesto todo el rato.
Bromas aparte, lo cierto es que incluso en el material de estudio se ve que esta gente está un paso por delante. Mientras en Europa debatimos sobre cómo las redes sociales pueden cambiar nuestras relaciones, las familias, las empresas y la manera de hacer negocios, aquí ya hay cantidad de trabajos publicados al respecto y con un soporte empírico que empequeñece nuestras entelequias.
Y todo ello te hace pensar mucho. Ahora mismo siento que estoy explorando mis límites, que estoy rodeado de gente muy pero que muy buena y stodo ello es como que te empequeñece. Imagino que siempre que uno bordea el terreno de lo conocido, lo normal es sentir una cierta inseguridad, temores ante la posibilidad de que tal vez no puedas dar la talla. Así que me siento expectante ante las clases propiamente dichas que comienzan estos días, con un cosquilleo en el estómago que me recuerda a cuando comencé el doctorado.
Aún así, si algo he aprendido en esta vida es que los límites se los marca uno mismo, que no hay nada que no se pueda vencer con fuerza de voluntad y pasión en lo que uno hace. Estos días estoy dando un pasito más, creciendo a nivel intelectual pero sobre todo a nivel humano, y yo creo que precisamente por ello me está gustando tanto esta experiencia.
Es inevitable sentirte agradecido estando aquí. En primer lugar a tus padres, porque tomaron decisiones por mi cuando yo no las podía entender y está claro que acertaron, como cuando me apuntaron a clases de inglés con tres años, cuando me enseñaron que en esta vida lo importante es el esfuerzo por encima de todas las cosas, pero sobre todo porque se preocuparon de darme las mejores oportunidades. En segundo lugar a todos los profesores que he tenido a lo largo de mi vida, desde el prescolar hasta la carrera y por supuesto el doctorado. Todos ellos me ayudaron a crecer y alimentaron mi curiosidad por aprender cosas nuevas, explorar nuevos límites. Por último, y no por ello menos importante, a todos aquellos que siempre creyeron en mi. Por supuesto mi novia, mi familia y mis amigos, pero también Jesús García de Madariaga, mi director de tesis. La lección que yo saco es que las posibilidades de crecimiento de las personas, desde el punto de vista intelectual y humano, tienden a tener un crecimiento exponencial cuando alguien cree en ellas.
Estos días, por lo tanto, están siendo muy importantes para mi. Siempre he dicho que me gustaría, cuando acabe la tesis (y siempre que la crisis amaine), salir fuera para seguir formándome. Sé que son palabras mayores y que todavía no deja de ser un sueño que queda muy lejos, que es una frontera que todavía no logro atisbar, pero sé que estos 12 días me están acercando, que, utilizando el discurso de Steve Jobs en Standford, las pieza comienzan a encajar y las líneas van convergiendo.
Así pues, me despido por hoy desde Harvard, feliz y expectante, ansioso por seguir creciendo. Prometo seguir escribiendo estos días y comentando qué tal resulta el curso. Muchas gracias por estar ahí, en el disparadero.
Así como quien no quiere la cosa, estoy finalizando mi cuarto día en Boston. Sí, aún me queda un ratito de estudio y salir a cenar, pero bueno, aunque no llevo mal del todo el cambio horario, sí que es cierto que después de cenar suelo caer rendido ipso facto y no quería dejar de publicar este post con algunas ideas y reflexiones sobre mi estancia por estas tierras.
Boston es una ciudad impresionante y Harvard algo majestuoso. Uno no tarda en comprender por qué EEUU está a la cabeza de la economía mundial y por qué previsiblemente lo seguirá estando. Como dicen Nordstöm y Ridderstrale, EEUU es fundamentalmente una idea, y eso se nota a la legua. Por las calles, pero también por la Universidad, te cruzas y convives con gente de todas partes. Los hay estadounidenses, claro está, pero la proporción de asiáticos (Chinos, Indios, etc.) y europeos, es significativa. Se suele decir que EEUU es un buen país para el que tiene dinero, pero yo lo que percibo es que, sin renegar del dicho, lo es para todo aquel que puede aportar algo. En la Universidad te tratan como si realmente fueras un Nobel en potencia. Tú llegas con tu humilde carta de la Universidad Complutense y en dos minutos te han hecho el carnet de la Business School, te dejan utilizar todos los libros de la biblioteca y se vuelcan en ayudarte si tienes cualquier necesidad al utilizar una base de datos científicas o similar. Es como si te dijeran continuamente "tú estudia, que de lo demás nos encargamos nosotros". Ese buen ambiente se ve en todas las esferas de Harvard. Vas al Spangler a comer, por ejemplo, y la gente también, en cuanto percibe que eres extranjero y que estás un poco perdido, se vuelca en ayudarte.
La Baker Library, la biblioteca de la Harvard Business School, es abrumadora. Por algo está considerada la mejor del mundo en materia de economía, negocios y gestión de empresas. Estos días hay poca gente por allí, ya que al ser verano, entiendo que está casi todo el mundo de vacaciones y tan solo pululamos por allí alumnos haciendo cursos estivales o doctorandos a los que no les queda más remedio que seguir investigando. Esto tiene ventajas e inconvenientes. Por un lado la tranquilidad es absoluta y el ambiente de trabajo impresionante. En la Baker Library nadie usa el i-Pod (y si lo hace lo tiene a un volumen tan bajo que nadie se entera), nadie habla, nadie come, nadie molesta. Igualito que en España, vaya. Así pues, estos días estoy trabajando súper tranquilo y aprovechando mucho el tiempo.
La parte mala es que los bibliotecarios, precisamente porque hay poca gente, permiten el paso a visitantes para que echen un vistazo. La escena es curiosa, porque deambulan, miran hacia el techo, hacia las paredes donde están los libros, y disimuladamente te miran a ti como diciendo "vaya, así que esto es un alumno de Harvard". Claro, si te pasa como me pasó ayer, que estaba repasando un texto lleno de ecuaciones y complejas demostraciones matemáticas (confieso que no me enteré de mucho, porque la explicación era árida y sin un sólo número, así que no penséis que me quiero hacer el interesante), quedas de cine. Si por el contrario te ocurre como me pasó mi primer día, que estaba preparando un business case sobre Facebook y te metes en la página para comprobar ciertas cosas del texto, la gente te mira como diciendo "macho, que estás en Harvard, qué haces viendo el Facebook". Así que estás expuesto todo el rato.
Bromas aparte, lo cierto es que incluso en el material de estudio se ve que esta gente está un paso por delante. Mientras en Europa debatimos sobre cómo las redes sociales pueden cambiar nuestras relaciones, las familias, las empresas y la manera de hacer negocios, aquí ya hay cantidad de trabajos publicados al respecto y con un soporte empírico que empequeñece nuestras entelequias.
Y todo ello te hace pensar mucho. Ahora mismo siento que estoy explorando mis límites, que estoy rodeado de gente muy pero que muy buena y stodo ello es como que te empequeñece. Imagino que siempre que uno bordea el terreno de lo conocido, lo normal es sentir una cierta inseguridad, temores ante la posibilidad de que tal vez no puedas dar la talla. Así que me siento expectante ante las clases propiamente dichas que comienzan estos días, con un cosquilleo en el estómago que me recuerda a cuando comencé el doctorado.
Aún así, si algo he aprendido en esta vida es que los límites se los marca uno mismo, que no hay nada que no se pueda vencer con fuerza de voluntad y pasión en lo que uno hace. Estos días estoy dando un pasito más, creciendo a nivel intelectual pero sobre todo a nivel humano, y yo creo que precisamente por ello me está gustando tanto esta experiencia.
Es inevitable sentirte agradecido estando aquí. En primer lugar a tus padres, porque tomaron decisiones por mi cuando yo no las podía entender y está claro que acertaron, como cuando me apuntaron a clases de inglés con tres años, cuando me enseñaron que en esta vida lo importante es el esfuerzo por encima de todas las cosas, pero sobre todo porque se preocuparon de darme las mejores oportunidades. En segundo lugar a todos los profesores que he tenido a lo largo de mi vida, desde el prescolar hasta la carrera y por supuesto el doctorado. Todos ellos me ayudaron a crecer y alimentaron mi curiosidad por aprender cosas nuevas, explorar nuevos límites. Por último, y no por ello menos importante, a todos aquellos que siempre creyeron en mi. Por supuesto mi novia, mi familia y mis amigos, pero también Jesús García de Madariaga, mi director de tesis. La lección que yo saco es que las posibilidades de crecimiento de las personas, desde el punto de vista intelectual y humano, tienden a tener un crecimiento exponencial cuando alguien cree en ellas.
Estos días, por lo tanto, están siendo muy importantes para mi. Siempre he dicho que me gustaría, cuando acabe la tesis (y siempre que la crisis amaine), salir fuera para seguir formándome. Sé que son palabras mayores y que todavía no deja de ser un sueño que queda muy lejos, que es una frontera que todavía no logro atisbar, pero sé que estos 12 días me están acercando, que, utilizando el discurso de Steve Jobs en Standford, las pieza comienzan a encajar y las líneas van convergiendo.
Así pues, me despido por hoy desde Harvard, feliz y expectante, ansioso por seguir creciendo. Prometo seguir escribiendo estos días y comentando qué tal resulta el curso. Muchas gracias por estar ahí, en el disparadero.
Comentarios
¡Ánimo, coño -perdón, pero es para enfatizar el ánimo- que vas a llegar!
Un fuerte abrazo y no dejes de subir peldaños.