Deportes - Sobre la Selección Española de Fútbol
Sobre los valores, la legitimidad y la victoria en el mundial
Asumo de antemano que no voy a ser nada original con el post de hoy, pero al igual que a otros bloggeros me ha llamado poderosamente la atención la que se ha montado con la victoria de nuestra selección. Toda España, literalmente, se ha echado a la calle para festejar un logro que ya es histórico y que, sinceramente, creo que va a cambiar para siempre la forma de competir de nuestra selección de fútbol en mundiales venideros. Eso no quiere decir que los vayamos a ganar, que quede claro, pero tal vez el "fenómeno de fenómenos", como tan acertadamente Paco Alcaide llama al balonpié, era el último deporte en el que nos faltaba dar un paso al frente de este calibre, porque en baloncesto, balonmano y tenis, por poner algunos ejemplos, formamos parte de la élite desde hace ya más de dos décadas.
La verdad es que el Mundial ha sido una auténtica pasada. Ver a nuestra selección reponerse tras el traspié inicial ante Suiza, apostar por un estilo de juego tan bonito para el espectador, sacar la famosa "furia" cuando hizo falta y ver el baile que le pegamos a Alemania en todas unas semifinales de un gran torneo, ha sido emocionante y algo para recordar durante muchos años Podremos decir a nuestros nietos, que nosotros vimos ganar un Mundial a España. Casi nada, vaya. A ver quién puede decirlo el día de mañana.
Pero por encima de aspectos puramente deportivos, a mi también me ha llamado la atención el fenómeno sociológico que ha desencadenado la victoria de nuestra selección. De repente nuestro país ha enloquecido. Millones de personas han salido a la calle a recibir a nuestros héroes, cientos de miles de banderas se han enarbolado como nunca había visto y por si esto fuera poco, hay quien dice que la victoria de España puede suponer una subida de hasta 7 décimas en el PIB. No hay nada como un gran triunfo colectivo para subir la moral del personal y que las penas parezcan menos. Que la vida es un estado de ánimo es algo evidente, pero creo que lo vivido no responde sólo a la euforia de la victoria, sino a la admiración por cómo se ha logrado la misma.
Su majestad el Rey Don Juan Carlos y el Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, lo dijeron el otro día con mucha claridad: "sois un ejemplo de nobleza y trabajo en equipo". Del Bosque también apuntó tras ganar la final: "no sólo se ha ganado. También es importante cómo se ha ganado". Yo creo que todos nos hemos sentido identificados con un grupo de gente joven, deportista, que con un afán de superación y un esfuerzo encomiable han conquistado el Olimpo del fútbol haciendo un juego preciosista que por momentos parecía más arte que deporte. Han competido con deportividad (¿alguien recuerda una sóla mala patada de nuestra selección en todo el campeonato?), respetando al rival y siendo fieles a un estilo incluso cuando en la final les estaban pegando por todos lados. Mantenerse firme a una filosofía en los momento duros no es, ni mucho menos, sencillo. Los valores de la selección han sido vertebradores porque los hemos sentido como nuestros. Y ello, inevitablemente, te vincula y te une mucho más a tu vecino de al lado.
Pero no sólo nos ha convencido la idea de cómo ejercer una profesión, sino el tipo de personas que han formado parte del equipo. Lejos del glamour y el lujo de las mega estrellas que abundan en el mundo del fútbol, nuestros cracks son gente normal. Desde el portero hasta el entrenador, pasando por todos y cada uno de los componentes del equipo. Nos ha gustado el tipo de liderazgo que han ejercido Casillas, Del Bosque ("parece que tiene dos manos izquierdas", como ha dicho Cruyff) o Xavi, los cuales han sido los artífices de que el colectivo haya primado por encima de los egos y de que realmente los jugadores hayan disfrutado en cada partido como cuando éramos niños y jugábamos en el patio de un colegio. Somos el país de la fiesta y creo que cada encuentro lo hemos vivido así por la alegría que la selección transmitía. La identificación, por lo tanto, ha sido total. Sumémosle la repercusión del fútbol, que multiplica por 100 a la de cualquier otro deporte, y veremos que lo del domingo y el lunes comienza a cuadrar.
A menudo olvidamos que la legitimidad va más allá de la legalidad vigente, que tiene que ver con la moral y con comportamientos adecuados y coherentes con un conjunto de valores de una sociedad. La Roja ha sido, por lo tanto, el mejor exponente de todo aquello que nos une, independientemente de nuestro lugar de nacimiento. Ha conseguido incluso que superemos el cliché según el cual el que iba con banderas de España en el coche (ni mentar colgarlas de un balcón) era un facha. Hemos tenido que ganar un mundial, manda narices, para quitarle a Franco la exclusividad de nuestra enseña.
Así pues, que viva España, y que vivan estos jugadores y cuerpo técnico que tanto nos han hecho disfrutar y soñar, que nos han unido un poquito más y que nos han hecho recordar que somos un gran país. Mención también para Luis Aragonés, por su gran labor y hacer creer a un grupo humano que podían alcanzar cotas inimaginables hace unos años, incluso para el gran José Antonio Camacho, el cual, durante su época de seleccionador no se cansó de decir que la Roja era el equipo de todos los españoles. El recado que la selección ha dejado, por lo tanto, a nuestros políticos es claro y meridiano: que lo que el fútbol ha unido, no lo separen ellos. Ojalá que así sea.
Asumo de antemano que no voy a ser nada original con el post de hoy, pero al igual que a otros bloggeros me ha llamado poderosamente la atención la que se ha montado con la victoria de nuestra selección. Toda España, literalmente, se ha echado a la calle para festejar un logro que ya es histórico y que, sinceramente, creo que va a cambiar para siempre la forma de competir de nuestra selección de fútbol en mundiales venideros. Eso no quiere decir que los vayamos a ganar, que quede claro, pero tal vez el "fenómeno de fenómenos", como tan acertadamente Paco Alcaide llama al balonpié, era el último deporte en el que nos faltaba dar un paso al frente de este calibre, porque en baloncesto, balonmano y tenis, por poner algunos ejemplos, formamos parte de la élite desde hace ya más de dos décadas.
La verdad es que el Mundial ha sido una auténtica pasada. Ver a nuestra selección reponerse tras el traspié inicial ante Suiza, apostar por un estilo de juego tan bonito para el espectador, sacar la famosa "furia" cuando hizo falta y ver el baile que le pegamos a Alemania en todas unas semifinales de un gran torneo, ha sido emocionante y algo para recordar durante muchos años Podremos decir a nuestros nietos, que nosotros vimos ganar un Mundial a España. Casi nada, vaya. A ver quién puede decirlo el día de mañana.
Pero por encima de aspectos puramente deportivos, a mi también me ha llamado la atención el fenómeno sociológico que ha desencadenado la victoria de nuestra selección. De repente nuestro país ha enloquecido. Millones de personas han salido a la calle a recibir a nuestros héroes, cientos de miles de banderas se han enarbolado como nunca había visto y por si esto fuera poco, hay quien dice que la victoria de España puede suponer una subida de hasta 7 décimas en el PIB. No hay nada como un gran triunfo colectivo para subir la moral del personal y que las penas parezcan menos. Que la vida es un estado de ánimo es algo evidente, pero creo que lo vivido no responde sólo a la euforia de la victoria, sino a la admiración por cómo se ha logrado la misma.
Su majestad el Rey Don Juan Carlos y el Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, lo dijeron el otro día con mucha claridad: "sois un ejemplo de nobleza y trabajo en equipo". Del Bosque también apuntó tras ganar la final: "no sólo se ha ganado. También es importante cómo se ha ganado". Yo creo que todos nos hemos sentido identificados con un grupo de gente joven, deportista, que con un afán de superación y un esfuerzo encomiable han conquistado el Olimpo del fútbol haciendo un juego preciosista que por momentos parecía más arte que deporte. Han competido con deportividad (¿alguien recuerda una sóla mala patada de nuestra selección en todo el campeonato?), respetando al rival y siendo fieles a un estilo incluso cuando en la final les estaban pegando por todos lados. Mantenerse firme a una filosofía en los momento duros no es, ni mucho menos, sencillo. Los valores de la selección han sido vertebradores porque los hemos sentido como nuestros. Y ello, inevitablemente, te vincula y te une mucho más a tu vecino de al lado.
Pero no sólo nos ha convencido la idea de cómo ejercer una profesión, sino el tipo de personas que han formado parte del equipo. Lejos del glamour y el lujo de las mega estrellas que abundan en el mundo del fútbol, nuestros cracks son gente normal. Desde el portero hasta el entrenador, pasando por todos y cada uno de los componentes del equipo. Nos ha gustado el tipo de liderazgo que han ejercido Casillas, Del Bosque ("parece que tiene dos manos izquierdas", como ha dicho Cruyff) o Xavi, los cuales han sido los artífices de que el colectivo haya primado por encima de los egos y de que realmente los jugadores hayan disfrutado en cada partido como cuando éramos niños y jugábamos en el patio de un colegio. Somos el país de la fiesta y creo que cada encuentro lo hemos vivido así por la alegría que la selección transmitía. La identificación, por lo tanto, ha sido total. Sumémosle la repercusión del fútbol, que multiplica por 100 a la de cualquier otro deporte, y veremos que lo del domingo y el lunes comienza a cuadrar.
A menudo olvidamos que la legitimidad va más allá de la legalidad vigente, que tiene que ver con la moral y con comportamientos adecuados y coherentes con un conjunto de valores de una sociedad. La Roja ha sido, por lo tanto, el mejor exponente de todo aquello que nos une, independientemente de nuestro lugar de nacimiento. Ha conseguido incluso que superemos el cliché según el cual el que iba con banderas de España en el coche (ni mentar colgarlas de un balcón) era un facha. Hemos tenido que ganar un mundial, manda narices, para quitarle a Franco la exclusividad de nuestra enseña.
Así pues, que viva España, y que vivan estos jugadores y cuerpo técnico que tanto nos han hecho disfrutar y soñar, que nos han unido un poquito más y que nos han hecho recordar que somos un gran país. Mención también para Luis Aragonés, por su gran labor y hacer creer a un grupo humano que podían alcanzar cotas inimaginables hace unos años, incluso para el gran José Antonio Camacho, el cual, durante su época de seleccionador no se cansó de decir que la Roja era el equipo de todos los españoles. El recado que la selección ha dejado, por lo tanto, a nuestros políticos es claro y meridiano: que lo que el fútbol ha unido, no lo separen ellos. Ojalá que así sea.
Comentarios
Muchos besos!
Un fuerte abrazo
Yo tuve la suerte de ver la semifinal en Boston y fue también una gran experiencia. Se vive, como bien apuntas, muy intensamente. Lo ves con envidia desde la distancia, pero creo que lo disfrutas también mucho. En el fondo, te acerca a esos seres queridos que tienes a miles de kilómetros. ¡Mándanos una foto con la cara pintada!
Muchos besos también para ti