La Edad del Barro

Sobre Tinajas, lo Esencial, el Aprendizaje y las Ventajas Competitivas

Verano de 2016. Fran, nuestro Director Técnico y Enólogo, se daba un paseo por los alrededores de la Posada de PRADOREY comprobando que una serie de arreglos se habían llevado a cabo de forma correcta. En esto, ve un par de tinajas abandonadas en mitad del jardín y llega a bodega con su típica mirada de estar en ebullición. Los que le conocen seguro que saben a qué me refiero. Los enólogos son técnicos de formación, pero los realmente buenos tienen mucho más de artistas que de ingenieros (aún cuando lo sean, como es el caso) y cuando están en  medio de un proceso creativo, a veces es realmente complicado seguirles. Entró en mi despacho sudoroso, se sentó en una silla y me dijo "tenemos que elaborar como se hacía antiguamente, en tinajas de barro". A mi, que me va la marcha y que soy un curioso compulsivo, no hace falta pincharme en demasía para embarcarme en este tipo de aventuras. Por aquel entonces, poco antes de la vendimia, adquirimos cuatro tinajas, pero no modernas, no de esas que se hacen ahora, sino de finales del siglo XIX y principios del XX. Fran tenía una intuición.

De aquello salió El Buen Alfarero. Y fue entonces cuando, de repente, se empezó a escuchar aquello de "volver al pasado" para innovar en el mundo del vino... Nosotros seguimos a lo nuestro. Teníamos muy claro a dónde queríamos llegar, pero lo que no sabíamos era lo que nos íbamos a encontrar por el camino. Lo que comenzó siendo una prueba con cuatro tinajas terminó convirtiéndose, dos años más tarde, en una sala entera llena de éstas, de diferentes tamaños y orígenes, cada una de ellas para diferentes elaboraciones. En esta vida hay modas, tendencias que van y vienen, sin embargo, nosotros, que además de divertirnos, nos tomamos muy en serio nuestra profesión y buscamos un sentido a todo lo que hacemos, teníamos claro que nuestra apuesta era a medio y largo plazo. Para algunos lo que hacíamos era una genialidad, para otros una "ida de olla", pero es que si en esta vida quieres triunfar, lo que no puedes hacer es quedarte en el medio y hacer lo que hacen los demás. No se trata de ser el mejor, algo subjetivo, sino de ser diferente, de sobresalir en la era del exceso. Lo que marca la diferencia en el mundo empresarial es el conocimiento tácito, ese que se aprende y no se enseña. Sabíamos que de ahí sólo podía salir algo grande, aunque ignorásemos la magnitud de lo que estábamos haciendo.

Hace unos meses les preguntaba a mis alumnos en la Universidad por aquello que ellos consideraban la ventaja competitiva más importante que se puede tener en una empresa. Lo variopinto de las respuestas me resultó de lo más interesante, por cuanto mucho de lo que decían tenía todo el sentido del mundo. Por ejemplo la calidad es un mínimo para competir, y puede ser una fuente de ventajas competitivas, pero en el fondo es lo más fácil de imitar. Al menos la calidad objetiva del producto. El servicio también puede ser una buena herramienta para diferenciarse de tus competidores, pero también es una cosa que te pueden copiar. No parece clave para buscar una ventaja a largo plazo. Ser una compañía "low cost" puede parecer algo sencillo, pero en el fondo tiene un trasfondo complejo y mucho de cultura corporativa que no es tan fácil de replicar. Que se lo digan a American Airlines o Delta cuando quisieron imitar a Southwest Airlines. Sin embargo, a ésta le terminó copiando con algo de tiempo Ryanair. 

El "speed to market", o capacidad de respuesta a los cambios que se dan en un mercado es también algo relevante y más difícil de imitar que el "low cost", pero al final sólo te otorga monopolios temporales, cada vez más cortos. Inditex es un buen ejemplo de una empresa que se ha hecho de oro así. Hubo también quién habló de innovación y es cierto que Apple y su iPhone, sobre todo hasta la llegada de Android, es un inmejorable caso de éxito, pero ¿realmente hay algo que no se pueda copiar?

Pues, efectivamente, sí que lo hay. Existe una ventaja competitiva que es inimitable: el aprendizaje. Y tiene mucho que ver con la intuición, con ese conocimiento tácito al que antes hacía alusión, pero también con la humildad necesaria para comprender que en este mundo es mucho más lo que no sabes que lo que sí, con la predisposición a romper con esquemas prestablecidos, a no escuchar de vez en cuando, y a seguir caminos que se alejan de lo puramente académico, interiorizando conocimientos de múltiples disciplinas. Como me gusta decir, todo lo que merece la pena en esta vida cuesta y requiere su tiempo justo de cocción. El problema, a menudo, es que en las empresas se tiende a ser cada vez más resultadista y a mirar con demasiada frecuencia el corto plazo. Y así se imponen las modas. Y así cada vez más se estandarizan productos y procesos, perdiéndose la magia de lo puramente creativo. Operación Triunfo es un buen ejemplo. Parece difícil, en los tiempos que corren, que puedan salir unos nuevos "Beatles" o "Rolling Stones".

En ese camino hacia la estandarización, se busca correr los menores riesgos posibles, siendo un proceso que cada vez se da en más industrias. Y yo creo que nunca podría trabajar en una compañía "amarrategui", si me permitís el símil futbolístico. Me aburriría. Mi abuelo era el "loco de la Ventosilla" y creo que algo de esa locura debe correr por mis genes. Elaborar en barro ha sido un auténtico reto. Por lo artesanal del trabajo, por lo difícil de la tarea, por las virguerías que ha habido que hacer para que el vino fuera viable y no se estropease por el camino, por el mimo y cariño que entre todos le hemos puesto, pero también por todos los prejuicios que hemos tenido que superar para que nos dejaran hacer lo que hemos hecho. Y es ahí dónde surge el aprendizaje, cuando en tu ejercicio de responsabilidad dentro de una aventura tan arriesgada, te afanas en buscar soluciones a problemas que nunca antes se te habían planteado, descubriendo aspectos fascinantes que puedes aplicar en muchos productos y procesos. Dicen que en las guerras surgen excelentes cirujanos. En este tipo de elaboraciones se ve a los verdaderos enólogos. Bellas Artes pueden estudiarlo muchas personas, pero Picasso o Velázquez hay uno cada muchos años. Yo, simplemente, he aprendido un huevo, pero sobre todo me lo estoy pasando como un enano. 

Pero por encima de todo, me siento un privilegiado, porque como señala Clayton Christensen en su maravilloso artículo “How will you Measure your Life?”, "el Management es la profesión más noble si se lleva a cabo de la manera correcta. Ninguna otra ocupación ofrece tantas formas de ayudar a otras personas a aprender y a crecer, a asumir responsabilidades y ser reconocidas por sus logros y su contribución al éxito de un equipo. El mérito es de mi equipo, de Fran y compañía, y yo feliz de estar en un segundo plano favorenciendo la creación del entorno adecuado para que la creatividad fluya, pero sobre todo para que el aprendizaje, esa fuente de ventajas competitivas a la que antes hacía alusión, empape a todas y a cada una de las personas que formamos parte de PRADOREY. Hace unas semanas presentamos en Valladolid alguna de las joyas que vienen por el camino, todas hijas de la Edad del Barro que estamos viviendo en bodega, y el asombro fue generalizado. Lo que se avecina me pone los pelos de punta.

Así pues, de esa piedra angular en forma de tinaja de barro desechada por algunos de esos "arquitectos" llamados enólogos, a raíz de una revelación, de un chispazo de genialidad de Fran, surgió una nueva manera de concebir el vino en PRADOREY. El Buen Alfarero es un vino que ha marcado un antes y un después en nuestra bodega, pero sólo un pequeño adelanto de lo que viene. Lo importante no ha sido tanto el producto como el camino que ha abierto, lo que hemos aprendido, lo que estamos aprendiendo y lo que todavía nos queda por aprender. Mientras tanto vienen cositas nuevas como os he anticipado hace unas líneas, pero también, y sobre todo, la reinterpretación de muchos de nuestros mejores vinos. Cuestionarse la fórmula del éxito es otra forma aprendizaje, pero sobre todo de madurez corporativa.

Muchos colegas nos preguntan cómo se nos ocurren estas cosas. Muchos amigos que vienen a vernos nos dejan notas en nuestro libro de visita en las que alucinan y alaban nuestra valentía. El secreto, como diría Saint Exupery, creedme, no puede ser más simple. Se trata de asumir, darse cuenta en definitiva, de que  "sólo con el corazón se puede ver bien" que "lo esencial es invisible para los ojos.", aunque llevara a la vista de todos muchas decenas de años en un jardín. Para crecer es imprescindible aprender a mirar de otra manera.

Bienvenidos a la edad del barro, esa que no entiende de modas y que ha llegado a PRADOREY para quedarse. La revolución en el mundo del vino no consiste (solamente) en volver al pasado, sino en atreverse a hacer las cosas sin prejuicios. Os esperamos en bodega. El viaje es apasionante y esto, a fin de cuentas, sólo acaba de empezar. 



A la memoria de mi primo Santi.



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