Economía - Zapatero, la deuda pública y los especuladores
Algunas ideas
Tras un parón propiciado por un exceso de trabajo, problemas técnicos y la boda de mi hermano, el cual se casó en la bodega, vuelvo hoy a la carga a la luz de una serie de lecturas y reflexiones que se han vertido estos días a raíz de la famosa "crisis de deuda pública" que se nos ha venido encima durante estas últimas semanas. Porque el hecho cierto es que me han llamado la atención algunos argumentos de diferentes diputados del PSOE esgrimiendo que, en el fondo, toda la tormenta desatada sobre nuestra deuda en los mercados bursátiles tras crack griego, era más fruto de movimientos especulativos que un reflejo de la realidad. ¿Es eso posible? ¿Hemos sido víctimas de ataques de unos desaprensivos, que perfectamente podrían ser tildados de terroristas financieros? ¿O por el contrario estos comentarios son de nuevo una cortina de humo que quiere tapar los errores de nuestro gobierno? Lo cierto es que la respuesta no es sencilla, así que voy a tratar de exponer algunos datos objetivos para que cada uno saque sus conclusiones al respecto y tengamos un buen debate.
En primer lugar, creo que es oportuno partir de dos premisas. La primera es que el funcionamiento de los mercados se basa, fundamentalmente, en la confianza, la cual se sustenta en la información disponible y las percepciones. La segunda es que, efectivamente, de un tiempo a esta parte los estados están, a menudo, a merced de los mercados, situación que nunca antes se había dado en la historia. Por lo tanto, es cierto que una desinformación o que unos agentes con muy mala leche con un único afán especulativo, pueden generar unos movimientos en cadena que pueden tumbar a cualquiera, como también lo es, como se suele decir, que cuando el río suena es porque agua lleva.
Empezando por la segunda premisa, es necesario que viajemos en el tiempo hasta el mes de julio de 1944, cuando en la localidad norteamericana de Bretton Woods los delegados de 44 países quisieron establecer un sistema monetario y financiero que favoreciese los intercambios comerciales internacionales, poniendo orden para ello en los sistemas cambiaros de la época. De allí salieron dos instituciones clave en la historia económica moderna: el FMI y el llamado en su momento Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, posteriormente Banco mundial. El sistema monetario que surgió a partir de aquella cumbre se basó en el patrón dólar - oro. Durante aquella época de la posguerra mundial, EEUU logró tener un saldo de exportaciones netas muy positivo como consecuencia de todos los productos y bienes de equipo que exportó a Europa para su reconstrucción.
Ocurrió, y me váis a permitir que no entre en tecnicismos demasiado complejos, que el patrón dólar - oro terminó siendo un corsé para la política monetaria estadounidense. En 1971 la balanza comercial de los EEUU se volvió deficitaria por primera vez desde el siglo XIX. Sus reservas de oro tan sólo podían cubrir una sexta parte de sus pasivos en dólares frente a otros países. Por ello, el presidente Nixon decidió, de forma unilateral, desvincular el dólar del patrón oro. Ello, implicó, para que todos nos entendamos, la desmaterialización del dinero por primera vez en la historia. Es decir, que éste, como bien define María Novo en su libro "El Desarrollo Sostenible", pasó a ser un simple papel sin más respaldo que el que reconozca el Estado que lo emite. EEUU siguió emitiendo papel moneda con cada vez menos oro que lo respaldase, mientras que inicia a la par, bajo la tutela de Milton Friedman, un proceso desregularizador de la economía que desvincula a los poderes económicos del poder político.
Durante las décadas siguientes, y al amparo de la revolución de las tecnologías de la información, el dinero siguió desmaterializándose al calor de las tarjetas de crédito y los ordenadores. A su vez, los procesos liberalizadores de la economía alcanzaron cotas históricas. Todo ello permitió la circulación de capitales por todo el mundo a velocidades sin precedentes. La consecuencia de lo expuesto fue que asistimos a un nuevo fenómeno en el cual se pasó de una economía real a una economía básicamente financiera en la cual los estados quedaron, como se ha expuesto, a merced de los mercados, ya que según algunas fuentes, el capital industrial tan sólo supone en la actualidad el 8% del capital acumulado mundial mientras que el financiero suma ya el 92% restante.
Retomando ahora la primera premisa de la que hemos partido y asumiendo que especuladores en la economía los va a haber siempre, cabe preguntarse cómo supuestamente han podido colarse en esta fiesta de la deuda pública europea. Durante los años 90 surgió el ya triste y famoso derivado financiero llamado Credit Default Swaps (CDS), los cuales son, fundamentalmente, un seguro, un mecanismo según el cual se puede transferir el riesgo de impago de un crédito de una empresa a otra mediante el pago de una prima. La principal diferencia entre un CDS y un seguro convencional estriba en que en este último la legislación exige que hayaun bien asegurable. Con un CDS, en cambio, un inversor puede contratar protección frente al impago de una emisión de bonos que no tiene en su cartera de valores. Otra diferencia se fundamenta en que las compañías de seguros deben hacer acopio de reservas en sus balances para hacer frente a posibles siniestros en el hipotético caso de que se produzcan,mientras que en el negocio de los CDS está obligación no existe (recomiendo la lectura al respecto de Juan Ignacio Crespo en El País Negocios hace un par de semanas).Tras un parón propiciado por un exceso de trabajo, problemas técnicos y la boda de mi hermano, el cual se casó en la bodega, vuelvo hoy a la carga a la luz de una serie de lecturas y reflexiones que se han vertido estos días a raíz de la famosa "crisis de deuda pública" que se nos ha venido encima durante estas últimas semanas. Porque el hecho cierto es que me han llamado la atención algunos argumentos de diferentes diputados del PSOE esgrimiendo que, en el fondo, toda la tormenta desatada sobre nuestra deuda en los mercados bursátiles tras crack griego, era más fruto de movimientos especulativos que un reflejo de la realidad. ¿Es eso posible? ¿Hemos sido víctimas de ataques de unos desaprensivos, que perfectamente podrían ser tildados de terroristas financieros? ¿O por el contrario estos comentarios son de nuevo una cortina de humo que quiere tapar los errores de nuestro gobierno? Lo cierto es que la respuesta no es sencilla, así que voy a tratar de exponer algunos datos objetivos para que cada uno saque sus conclusiones al respecto y tengamos un buen debate.
En primer lugar, creo que es oportuno partir de dos premisas. La primera es que el funcionamiento de los mercados se basa, fundamentalmente, en la confianza, la cual se sustenta en la información disponible y las percepciones. La segunda es que, efectivamente, de un tiempo a esta parte los estados están, a menudo, a merced de los mercados, situación que nunca antes se había dado en la historia. Por lo tanto, es cierto que una desinformación o que unos agentes con muy mala leche con un único afán especulativo, pueden generar unos movimientos en cadena que pueden tumbar a cualquiera, como también lo es, como se suele decir, que cuando el río suena es porque agua lleva.
Empezando por la segunda premisa, es necesario que viajemos en el tiempo hasta el mes de julio de 1944, cuando en la localidad norteamericana de Bretton Woods los delegados de 44 países quisieron establecer un sistema monetario y financiero que favoreciese los intercambios comerciales internacionales, poniendo orden para ello en los sistemas cambiaros de la época. De allí salieron dos instituciones clave en la historia económica moderna: el FMI y el llamado en su momento Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, posteriormente Banco mundial. El sistema monetario que surgió a partir de aquella cumbre se basó en el patrón dólar - oro. Durante aquella época de la posguerra mundial, EEUU logró tener un saldo de exportaciones netas muy positivo como consecuencia de todos los productos y bienes de equipo que exportó a Europa para su reconstrucción.
Ocurrió, y me váis a permitir que no entre en tecnicismos demasiado complejos, que el patrón dólar - oro terminó siendo un corsé para la política monetaria estadounidense. En 1971 la balanza comercial de los EEUU se volvió deficitaria por primera vez desde el siglo XIX. Sus reservas de oro tan sólo podían cubrir una sexta parte de sus pasivos en dólares frente a otros países. Por ello, el presidente Nixon decidió, de forma unilateral, desvincular el dólar del patrón oro. Ello, implicó, para que todos nos entendamos, la desmaterialización del dinero por primera vez en la historia. Es decir, que éste, como bien define María Novo en su libro "El Desarrollo Sostenible", pasó a ser un simple papel sin más respaldo que el que reconozca el Estado que lo emite. EEUU siguió emitiendo papel moneda con cada vez menos oro que lo respaldase, mientras que inicia a la par, bajo la tutela de Milton Friedman, un proceso desregularizador de la economía que desvincula a los poderes económicos del poder político.
Durante las décadas siguientes, y al amparo de la revolución de las tecnologías de la información, el dinero siguió desmaterializándose al calor de las tarjetas de crédito y los ordenadores. A su vez, los procesos liberalizadores de la economía alcanzaron cotas históricas. Todo ello permitió la circulación de capitales por todo el mundo a velocidades sin precedentes. La consecuencia de lo expuesto fue que asistimos a un nuevo fenómeno en el cual se pasó de una economía real a una economía básicamente financiera en la cual los estados quedaron, como se ha expuesto, a merced de los mercados, ya que según algunas fuentes, el capital industrial tan sólo supone en la actualidad el 8% del capital acumulado mundial mientras que el financiero suma ya el 92% restante.
Puede ocurrir por lo tanto, como le pasó a AIG, que cuando se produzca un impago de una emisión de bonos, por ejemplo, la aseguradora carezca de fondos para hacer frente al siniestro. Incluso puede pasar que exista un número de CDS que superen el valor de la deuda en circulación, ya que éstos se pueden emitir de forma ilimitada. Por lo tanto, y como brillantemente apunta Juan Ignacio Crespo, la única ligazón entre CDS y la economía real es la probabilidad de que algo falle y una empresa o estado no puedan hacer frente a sus deudas.
Son varios los economistas que atribuyen a los CDS ciertas dotes de señal de alarma. Existen indicadores bursátiles basados en los mismos que se han comportado con de una forma u otra anticipando futuras turbulencias o bonanzas económicas. Así por ejemplo, se sabe en en el año 2007 estos índices anticiparon peligros futuros para la economía mundial mucho antes que las bolsas. Entre ellos el iTraxx Crosover a 5 años, por ejemplo, duplicó en pocos días su percepción del riesgo de crédito y se adelantó unas semanas a los posteriores hundimientos bursátiles.
Lo interesante de este caso es analizar qué ha pasado con los CDS vinculados a la deuda soberana de los países. En el caso de Grecia actuó también como un importante indicador adelantado, tanto para lo bueno como para lo malo. En el caso de España, los índices están mandando señales negativas desde el mes de agosto, cuatro meses antes del inicio de la actual crisis de deuda.
Lo que muchos miembros del actual equipo de gobierno piensan, entre ellos el propio presidente José Luis Rodríguez Zapatero, es que los CDS, más que ser un elemento de previsión, han sido objeto de movimientos destinados a alterar su precio para que de esa manera se crease una tendencia parcialmente artificial que, bien no se hubiera producido, bien no hubiera sido de tanta intensidad, encaminada a favorecer los intereses de unos pocos. En el fondo es la fábula del huevo y la gallina.
La historia, como siempre, nos ha dejado lecciones impagables al respecto y una de las más recientes nos la dio la crisis del petróleo, apenas un par de meses antes de la caída de Lehman Brothers. El 11 de Julio del 2008 el barril de Texas se cotizaba a razón de 147,27$. Como en la actualidad, los principales líderes políticos achacaron aquella subida a la especulación a la que el oro negro había sido sometido en el mercado de futuros, el cual permite acordar la compraventa de una cantidad concreta de un valor (activo subyacente), en una fecha futura predeterminada (fecha de liquidación), a un precio convenido de antemano (precio de futuro). Los mercados de futuros también se han revelado históricamente como buenos indicadores adelantados de la previsible escasez de un bien. En el mercado de futuros existen dos tipos de agentes: los comerciales y los especuladores. Un informe de la "Commodity Future Trading Commision" encargado para analizar si las alzas del precio del crudo se debían realmente a una "panda de desalmados" o a meros movimientos del mercado, concluyó que existía una correlación clara entre las alzas del petróleo y las tensiones entre oferta y demanda, así como también se observaba que eran los especuladores los que seguían a los movimientos del mercado y no a la inversa.
La conclusión que yo saco, por lo tanto, es que estamos mal por deméritos propios, que con más de un 20% de paro, sin una política monetaria a la que agarrarnos y con un importante déficit público, los mercados nos penalizan por hacerlo objetivamente peor que otros países y que, probablemente, los movimientos de los CDS tan sólo avisaron de una realidad que en ningún momento se ha parecido a la que nos quería pintar nuestro gobierno cuando, paradójicamente, por aquellas fechas en las que los mercados de CDS daban las primeras alarmas, seguía defendiendo aquello de los brotes verdes.
Cuando comenzó la crisis, en más de un post argumenté que los estados habían fallado estrepitosamente en su labor de supervisión. Tal vez lo que esta crisis de deuda nos ha mostrado es que éstos llevan haciéndolo, no desde hace una década como ingenuamente habíamos pensado, sino desde hace más de 30 años. Tal vez ello nos llevaría de nuevo a aquel interesante debate sobre la conveniencia o no de las innovaciones financieras, el crecimiento económico y la dificultad de legislar a la misma velocidad que avanza el mundo. Pero ese ya es otro tema.
Lo que le queda a nuestro gobierno, por lo tanto, es asumir que por encima de enrevesadas teorías conspirativas, existen motivos para que nos vean mal, o al menos para que los mercados no confíen del todo en nosotros. El resto son sólo los amigos que se apuntan al bombardeo. Al menos así me lo parece.
Comentarios
En cuanto a tu referencia al sistema monetario internacional de Bretton Woods, he vuelto un ratito a una caja de texto sobre la cuestión del manual canónico (el de economía internacional de Krugman y Mauri Obsfeld). Allí cuentan que ese déficit de balanza de pagos procedía de los programas fiscales de Johnson de mitad de los sesenta. Programas como la financiación de Vietnam y su proyecto cuasisocialdemócrata de la "Great Society", que no se financiaron con mayores impuestos (había elecciones) sino con mayores déficits.
Esto apreció la tasa de interés real de EEUU. Una cosa interesante (y con esto acabo) es que su situación no era tan diferente a la nuestra actual. Su desequilibrio externo debía corregirse o con desinflación en EEUU e inflación en los demás sitios o con devaluación del $-oro y revaluación del resto de monedas respecto al $. Lo segundo no fue fácil (a Nixon le costó cerrar el acuerdo Smithonian), pero lo primero era un suicidio muy costoso: un ajuste muy grande en EEUU y que el resto sufriera inflación (con la incertidumbre añadida de que cada uno "cumpliera lo pactado" para no repetir la salida del patrón oro en el periodo de entreguerras.
Los mercados acertaron en que los políticos entenderían muy costoso la desinflación y tendrían que devaluar. Y eso suciedió.
Un abrazo, Fernando, y hasta la próxima
En cuanto a los mercados, pienso que siempre habrá especuladores pero que no por ello dejarán de ser un buen termómetro de la realidad.
Un fuerte abrazo