Economía - Crónica de un Despropósito Anunciado
Reflexiones sobre el Estado, las Administraciones Públicas y su Papel en la Economía
Llevamos un mes de agosto mucho más intenso de lo habitual en lo que a la información económica se refiere. Esta semana hemos tenido como argumento estrella, los 420 euros para aquellos ciudadanos a los que se les agotaba la prestación por desempleo y cumplían con determinados requisitos. Dicha medida, la cual no entro a valorar por falta de información objetiva, viene a resaltar otro fenómeno que es incuestionable: el paro sigue causando estragos. Sí, es cierto que el turismo, la campaña de verano y el plan E han aliviado algo la situación, pero parece obvio que no lo suficiente. Al menos a tenor de las últimas medidas tomadas por el gabinete que dirige José Luis Rodríguez Zapatero.
También en los últimos días hemos asistido con una mezcla de esperanza y desesperación a la publicación de los datos macro económicos de varios países de la UE. Francia y Alemania por fin ven números verdes, incluso Portugal y Grecia, mientras que Gran Bretaña y nosotros seguimos destruyendo nuestra economía si nos atenemos a los últimos datos del PIB. Es cierto que el ritmo de descenso se ha frenado, que parece que no estamos en caída libre como en el primer trimestre del año, pero no lo es menos que nuestros "vecinos" han obtenido mejores resultados de los previstos y que nosotros estamos donde nos situaban los peores pronósticos.
Con toda esa vorágine de datos, el pasado viernes 21 de agosto, El País titulaba lo siguiente en una de sus páginas de la sección de economía: "El Gobierno planea subir impuestos a las rentas más altas para capear la crisis". La noticia, a título personal esperada, choca con lo que hasta ahora habían sido las declaraciones del Gobierno en cuanto a un incremento de la presión fiscal se refiere. ¿Qué es lo que está pasando? Voy a tratar de reflexionar al respecto sin querer meterme en explicaciones demasiado complejas.
Para ello creo que es oportuno que partamos de una idea: el Estado es una "empresa". Me explico. El Estado es un agente económico que interactúa dentro de un sistema y como tal,tiene una serie de gastos y de ingresos. Si se gasta más de lo que tiene, lo tendrá que recuperar de alguna forma el día de mañana, bien ingresando más, bien gastando menos, o bien haciendo un poco de ambas cosas. Es cierto que el Estado es una "empresa" con una serie de particularidades, ya que su función no es la de obtener beneficios, sino la de proveer a la colectividad de bienes que por interés general no deberían ser transferidos, al menos en su totalidad, al mercado, así como la de marcar las "reglas del juego" para el resto de agentes que cohabitan con él dentro del citado sistema económico.
El Gobierno, en casos de necesidad, puede incrementar el Gasto Público para tratar de generar, como ya se explicó en este blog, un efecto multiplicador que mejore el consumo privado en épocas de crisis. Puede hacerlo también con fines sociales, para mejorar determinadas coberturas, pero siempre que lo haga, independientemente del motivo, le tocará apretarse el cinturón después o apretárselo a los ciudadanos y empresas, si el déficit público es mayor de lo que los expertos suelen aconsejar. Como se ha apuntado, no es que un estado tenga que dar beneficios, pero sí que es bueno que tenga un cierto equilibrio presupuestario para tener recursos cuando vengan épocas malas como la actual. El estado, al igual que las empresas y las familias, no puede endeudarse eternamente hasta el infinito, porque llegará un momento en que no pueda devolver toda la deuda que han contraído y habrá sido peor el remedio que la enfermedad.
Ese equilibrio presupuestario no es sencillo. Es más, ese ha sido el principal debate entre "friedmanitas" y "keynesianos" en estos últimos tiempos. Mientras los primeros han defendido una política monetaria para salir de la crisis, los segundos han apostado por un aumento sin precedentes de la participación del estado en la economía, aunque para ello se haya tenido que incurrir en unos déficits públicos que hacía mucho no se veían. Hay, sin embargo, una realidad objetiva de la que partimos, y es que la actuación de los gobiernos se ha basado en espectaculares aumentos del gasto público en los principales países de la OCDE. España, como sus vecinos, no ha escatimado esfuerzos y, sin embargo, tal y como apunta el titular de "Negocios", el suplemento de Economía de El País del domingo 23 de Agosto, no terminamos de arrancar.
El principal problema que tiene España es del desempleo. Durante el último año, la economía española ha destruido casi 1.200.ooo puestos de trabajo, lo cual constituye la principal diferencia entre nuestra manera de vivir la crisis y la de nuestros vecinos de Europa. Nuestro modelo productivo, sustentado en una construcción basada en un uso intensivo de mano de obra poco cualificada, era "carne de cañón" cuando las tornas se volvieran en nuestra contra. El efecto del paro es obvio: menor consumo, las empresas venden menos o más barato y por ello deben reducir sus gastos operativos, lo cual se traduce a menudo en un mayor incremento del desempleo. Si España sigue cayendo es por la debilidad de su demanda privada y el nulo peso del sector exterior en nuestra economía.
Las empresas españolas, favorecidas ayer y víctimas hoy de una capacidad de endeudamiento que parecía no tener fin, no están en condiciones de volver a generar empleo a corto plazo. Con el sector financiero tocado y con muchas cuentas pendientes, no podemos esperar mucho de nuestro sector privado en estos momentos. Sobre todo porque la Construcción, otrora piedra angular de nuestro modelo, es precisamente la que se encuentra en la actualidad más enfangada.
Para luchar contra la actual situación, el Gobierno de España lanzó el Plan E, el cual suponía una inversión de más de 8.000 millones de euros destinados a fomentar obras públicas. La finalidad era dar empleo a una buena parte de los actuales desempleados, aumentando las transferencias del estado a los ciudadanos (vamos, un aumento de gasto público "de manual"), para incentivar el consumo privado y la reactivación de la economía. Un salario siempre es mejor que la prestación por desempleo. El citado plan E ha generado, de acuerdo con una información publicada por El Mundo el pasado 17 de agosto, 400.000 empleos, 100.000 más de los previstos incialmente.
Aún así, el estímulo parece haberse quedado corto. Y es así porque desgraciadamente, el plan E va camino de convertirse en lo que pudo haber sido y no fue. Ayuntamientos, Comunidades Autónomas y Gobierno Central, han permitido con sus decisiones perpetuar artificialmente un modelo de crecimiento caduco, en lugar de mejorar la competitividad de nuestra economía, apoyar a sectores que podían haber asumido el liderazgo de la misma, fomentar el I+D o a "reciclar" a decenas de miles de trabajadores de la construcción. Por el contrario una parte del dinero ha ido a recalar a una buena pila de proyectos de corta duración, nula rentabilidad y que son pan para hoy y mucha hambre para mañana, ya que en su gran mayoría han generado empleos temporales. Si cuando acabe el estímulo la economía no se ha reactivado lo suficiente y el empleo generado desaparece como de la nada, entonces la inversión habrá sido un fracaso y el estado tendrá dos problemas. Uno, que tendrá 8.000 millones de euros menos en la caja, y dos, tendrá de nuevo 400.000 parados más a los que tendrá que atender.
Digo esto porque el otro día El Mundo hablaba en un artículo sumamente interesante de algunas de las finalidades que ha tenido el Plan E. Paso a relataros algunas que no tienen desperdicio: una pista de pádel de cesped artificial en Alcazarén (un pueblo de algo más de 700 habitantes de la provincia de Valladolid), más de 30 campos de fútbol de césped artificial (entre Madrid, Málaga, Barcelona y Murcia, en ésta última, se van a hacer 18 ni más ni menos), un reloj solar en la localidad oscense de Grañén, un órgano musical de piedra en Novelda, múltiples polideportivos, pistas de tenis y skateparks en diversas ciudades de la geografía nacional y remodelaciones exclusivamente estéticas en multitudes de plazas mayores, como la de Aranda de Duero, por ejemplo.
Estaba claro que los 8.000 millones de euros invertidos en el Plan E no iban a ser suficientes para erradicar el problema del paro, pero un esfuerzo tan titánico debería haber servido para sentar las bases de un nuevo modelo de crecimiento sostenible. Ello, posiblemente, no hubiera dado mejores resultados a corto plazo, pero posiblemente los ajustes y esfuerzos que necesariamente habrá que hacer más pronto que tarde, serían menos dolorosos.
Mientras tanto, nuestros políticos, independientemente del partido, han vuelto a mirar al corto plazo, pensando más en monumentos y poliderpotivos que inaugurar, que en darle la vuelta a nuestra economía. Todo ello hace que ahora el Gobierno se vea en la tesitura de subir los impuestos a las rentas más altas para paliar el déficit público. Esta claro que dicha medida tenía que llegar en algún momento a la vista de los desaguisados y medidas erráticas de estos meses. Ni se ha reactivado el consumo, ni las empresas van a dar beneficios, ni van a aumentar los declarantes del impuesto de la renta con las cifras de desempleo actuales. Hay muchas más prestaciones sociales que cubrir y mucho menos dinero disponible en las arcas del estado. Y lo peor es la sensación de que estamos sólo ante la punta del iceberg, porque 8.000 millones de euros después, el consumo sigue por los suelos y el paro sólo ha descendido levemente. La medida de los 420 euros es sintomática.
Pero volvamos a la subida de impuestos. ¿Es dicha medida realmente ejecutable? Si analizamos los datos, parece difícil. Primero, porque subir impuestos indirectos (el IVA, por ejemplo), perjudicaría a las clases medias, las cuales no están para muchos trotes. Segundo, porque subir el IRPF a las rentas altas, arreglaría muy poco la situación si nos atenemos a las estadísticas. Sólo el 20% de los contribuyentes declara más de 30.000 euros al año, tan sólo un 3% más de 60.000 euros anuales y además, y siempre de acuerdo con el artículo de El País del pasado 21 de agosto al que hemos hecho alusión, "los más ricos tributan a través de sociedades de capital variable que pagan sólo el 1% de impuestos". Tercero, porque subir el Impuesto de Sociedades a las empresas, no parece ni viable ni factible en la situación actual. Dicho de otra forma, poco más va a poder ingresar el estado. ¿Se podría emitir deuda pública? Pues se podría, sí, pero os lanzo una pregunta vosotros: ¿invertirías en una empresa que tiene una deuda descomunal y poco margen para mejorar sus ingresos a medio plazo?
Ello nos lleva otra vez a uno de los párrafos iniciales, aquel en el que decíamos que un estado es una empresa. Si no se puede ingresar más, toca bajar gastos y ello implica tomar medidas impopulares, esas mismas que llevan rehuyendo nuestros dirigentes. Realmente lo que está pasando es un despropósito anunciado, porque en esta legislatura, da la sensación de que el actual gabinete está improvisando al verse sobrepasado por la actual crisis. Los grandes males requieren grandes remedios, pero también valentía y determinación, para implementarlos. Claro, que para eso hay que tener un plan, y difícilmente podrá defender el gobierno que lo tiene si habla ahora de subir impuestos apenas un año después de quitar el impuesto del Patrimonio.
Por lo tanto, y por mucho que le duela a nuestro ejecutivo y a las administraciones públicas, me temo que vienen tiempos de recorte del gasto público para paliar el déficit. Y eso no es ni de izquierdas ni de derechas, sino de sentido común. Lo estamos haciendo todas las empresas, y al estado no le queda más remedio que aplicarse el cuento. Las épocas de crisis son buenas para que las empresas se "quiten grasa" y tal vez haya llegado el momento de que la administración empiece por aligerarse, quite burocracia y a su vez sea más eficiente en la prestación de sus servicios. El resto de medidas debería requerir un gran pacto de estado, porque la situación lo requiere.
Pero sobre todo, a José Luis Rodríguez Zapatero le ha llegado la hora de ser valiente y de entender, como dijo Tony Blair en una magnífica entrevista publicada en el XL Semanal el pasado 9 de agosto, que "Antes o después hay que enfrentarse a las grandes decisiones. Y siempre son decisiones controvertidas y difíciles. A los dos años de nuestra victoria electoral, dije en un discurso: ya es hora de que seamos impopulares. Si te limitas a navegar con el viento, no gobiernas. Sólo intentas mantenerte en el poder". Le deseo a nuestro presidente toda la suerte del mundo, pero sobre todo que se aplique el cuento.
También en los últimos días hemos asistido con una mezcla de esperanza y desesperación a la publicación de los datos macro económicos de varios países de la UE. Francia y Alemania por fin ven números verdes, incluso Portugal y Grecia, mientras que Gran Bretaña y nosotros seguimos destruyendo nuestra economía si nos atenemos a los últimos datos del PIB. Es cierto que el ritmo de descenso se ha frenado, que parece que no estamos en caída libre como en el primer trimestre del año, pero no lo es menos que nuestros "vecinos" han obtenido mejores resultados de los previstos y que nosotros estamos donde nos situaban los peores pronósticos.
Con toda esa vorágine de datos, el pasado viernes 21 de agosto, El País titulaba lo siguiente en una de sus páginas de la sección de economía: "El Gobierno planea subir impuestos a las rentas más altas para capear la crisis". La noticia, a título personal esperada, choca con lo que hasta ahora habían sido las declaraciones del Gobierno en cuanto a un incremento de la presión fiscal se refiere. ¿Qué es lo que está pasando? Voy a tratar de reflexionar al respecto sin querer meterme en explicaciones demasiado complejas.
Para ello creo que es oportuno que partamos de una idea: el Estado es una "empresa". Me explico. El Estado es un agente económico que interactúa dentro de un sistema y como tal,tiene una serie de gastos y de ingresos. Si se gasta más de lo que tiene, lo tendrá que recuperar de alguna forma el día de mañana, bien ingresando más, bien gastando menos, o bien haciendo un poco de ambas cosas. Es cierto que el Estado es una "empresa" con una serie de particularidades, ya que su función no es la de obtener beneficios, sino la de proveer a la colectividad de bienes que por interés general no deberían ser transferidos, al menos en su totalidad, al mercado, así como la de marcar las "reglas del juego" para el resto de agentes que cohabitan con él dentro del citado sistema económico.
El Gobierno, en casos de necesidad, puede incrementar el Gasto Público para tratar de generar, como ya se explicó en este blog, un efecto multiplicador que mejore el consumo privado en épocas de crisis. Puede hacerlo también con fines sociales, para mejorar determinadas coberturas, pero siempre que lo haga, independientemente del motivo, le tocará apretarse el cinturón después o apretárselo a los ciudadanos y empresas, si el déficit público es mayor de lo que los expertos suelen aconsejar. Como se ha apuntado, no es que un estado tenga que dar beneficios, pero sí que es bueno que tenga un cierto equilibrio presupuestario para tener recursos cuando vengan épocas malas como la actual. El estado, al igual que las empresas y las familias, no puede endeudarse eternamente hasta el infinito, porque llegará un momento en que no pueda devolver toda la deuda que han contraído y habrá sido peor el remedio que la enfermedad.
Ese equilibrio presupuestario no es sencillo. Es más, ese ha sido el principal debate entre "friedmanitas" y "keynesianos" en estos últimos tiempos. Mientras los primeros han defendido una política monetaria para salir de la crisis, los segundos han apostado por un aumento sin precedentes de la participación del estado en la economía, aunque para ello se haya tenido que incurrir en unos déficits públicos que hacía mucho no se veían. Hay, sin embargo, una realidad objetiva de la que partimos, y es que la actuación de los gobiernos se ha basado en espectaculares aumentos del gasto público en los principales países de la OCDE. España, como sus vecinos, no ha escatimado esfuerzos y, sin embargo, tal y como apunta el titular de "Negocios", el suplemento de Economía de El País del domingo 23 de Agosto, no terminamos de arrancar.
El principal problema que tiene España es del desempleo. Durante el último año, la economía española ha destruido casi 1.200.ooo puestos de trabajo, lo cual constituye la principal diferencia entre nuestra manera de vivir la crisis y la de nuestros vecinos de Europa. Nuestro modelo productivo, sustentado en una construcción basada en un uso intensivo de mano de obra poco cualificada, era "carne de cañón" cuando las tornas se volvieran en nuestra contra. El efecto del paro es obvio: menor consumo, las empresas venden menos o más barato y por ello deben reducir sus gastos operativos, lo cual se traduce a menudo en un mayor incremento del desempleo. Si España sigue cayendo es por la debilidad de su demanda privada y el nulo peso del sector exterior en nuestra economía.
Las empresas españolas, favorecidas ayer y víctimas hoy de una capacidad de endeudamiento que parecía no tener fin, no están en condiciones de volver a generar empleo a corto plazo. Con el sector financiero tocado y con muchas cuentas pendientes, no podemos esperar mucho de nuestro sector privado en estos momentos. Sobre todo porque la Construcción, otrora piedra angular de nuestro modelo, es precisamente la que se encuentra en la actualidad más enfangada.
Para luchar contra la actual situación, el Gobierno de España lanzó el Plan E, el cual suponía una inversión de más de 8.000 millones de euros destinados a fomentar obras públicas. La finalidad era dar empleo a una buena parte de los actuales desempleados, aumentando las transferencias del estado a los ciudadanos (vamos, un aumento de gasto público "de manual"), para incentivar el consumo privado y la reactivación de la economía. Un salario siempre es mejor que la prestación por desempleo. El citado plan E ha generado, de acuerdo con una información publicada por El Mundo el pasado 17 de agosto, 400.000 empleos, 100.000 más de los previstos incialmente.
Aún así, el estímulo parece haberse quedado corto. Y es así porque desgraciadamente, el plan E va camino de convertirse en lo que pudo haber sido y no fue. Ayuntamientos, Comunidades Autónomas y Gobierno Central, han permitido con sus decisiones perpetuar artificialmente un modelo de crecimiento caduco, en lugar de mejorar la competitividad de nuestra economía, apoyar a sectores que podían haber asumido el liderazgo de la misma, fomentar el I+D o a "reciclar" a decenas de miles de trabajadores de la construcción. Por el contrario una parte del dinero ha ido a recalar a una buena pila de proyectos de corta duración, nula rentabilidad y que son pan para hoy y mucha hambre para mañana, ya que en su gran mayoría han generado empleos temporales. Si cuando acabe el estímulo la economía no se ha reactivado lo suficiente y el empleo generado desaparece como de la nada, entonces la inversión habrá sido un fracaso y el estado tendrá dos problemas. Uno, que tendrá 8.000 millones de euros menos en la caja, y dos, tendrá de nuevo 400.000 parados más a los que tendrá que atender.
Digo esto porque el otro día El Mundo hablaba en un artículo sumamente interesante de algunas de las finalidades que ha tenido el Plan E. Paso a relataros algunas que no tienen desperdicio: una pista de pádel de cesped artificial en Alcazarén (un pueblo de algo más de 700 habitantes de la provincia de Valladolid), más de 30 campos de fútbol de césped artificial (entre Madrid, Málaga, Barcelona y Murcia, en ésta última, se van a hacer 18 ni más ni menos), un reloj solar en la localidad oscense de Grañén, un órgano musical de piedra en Novelda, múltiples polideportivos, pistas de tenis y skateparks en diversas ciudades de la geografía nacional y remodelaciones exclusivamente estéticas en multitudes de plazas mayores, como la de Aranda de Duero, por ejemplo.
Estaba claro que los 8.000 millones de euros invertidos en el Plan E no iban a ser suficientes para erradicar el problema del paro, pero un esfuerzo tan titánico debería haber servido para sentar las bases de un nuevo modelo de crecimiento sostenible. Ello, posiblemente, no hubiera dado mejores resultados a corto plazo, pero posiblemente los ajustes y esfuerzos que necesariamente habrá que hacer más pronto que tarde, serían menos dolorosos.
Mientras tanto, nuestros políticos, independientemente del partido, han vuelto a mirar al corto plazo, pensando más en monumentos y poliderpotivos que inaugurar, que en darle la vuelta a nuestra economía. Todo ello hace que ahora el Gobierno se vea en la tesitura de subir los impuestos a las rentas más altas para paliar el déficit público. Esta claro que dicha medida tenía que llegar en algún momento a la vista de los desaguisados y medidas erráticas de estos meses. Ni se ha reactivado el consumo, ni las empresas van a dar beneficios, ni van a aumentar los declarantes del impuesto de la renta con las cifras de desempleo actuales. Hay muchas más prestaciones sociales que cubrir y mucho menos dinero disponible en las arcas del estado. Y lo peor es la sensación de que estamos sólo ante la punta del iceberg, porque 8.000 millones de euros después, el consumo sigue por los suelos y el paro sólo ha descendido levemente. La medida de los 420 euros es sintomática.
Pero volvamos a la subida de impuestos. ¿Es dicha medida realmente ejecutable? Si analizamos los datos, parece difícil. Primero, porque subir impuestos indirectos (el IVA, por ejemplo), perjudicaría a las clases medias, las cuales no están para muchos trotes. Segundo, porque subir el IRPF a las rentas altas, arreglaría muy poco la situación si nos atenemos a las estadísticas. Sólo el 20% de los contribuyentes declara más de 30.000 euros al año, tan sólo un 3% más de 60.000 euros anuales y además, y siempre de acuerdo con el artículo de El País del pasado 21 de agosto al que hemos hecho alusión, "los más ricos tributan a través de sociedades de capital variable que pagan sólo el 1% de impuestos". Tercero, porque subir el Impuesto de Sociedades a las empresas, no parece ni viable ni factible en la situación actual. Dicho de otra forma, poco más va a poder ingresar el estado. ¿Se podría emitir deuda pública? Pues se podría, sí, pero os lanzo una pregunta vosotros: ¿invertirías en una empresa que tiene una deuda descomunal y poco margen para mejorar sus ingresos a medio plazo?
Ello nos lleva otra vez a uno de los párrafos iniciales, aquel en el que decíamos que un estado es una empresa. Si no se puede ingresar más, toca bajar gastos y ello implica tomar medidas impopulares, esas mismas que llevan rehuyendo nuestros dirigentes. Realmente lo que está pasando es un despropósito anunciado, porque en esta legislatura, da la sensación de que el actual gabinete está improvisando al verse sobrepasado por la actual crisis. Los grandes males requieren grandes remedios, pero también valentía y determinación, para implementarlos. Claro, que para eso hay que tener un plan, y difícilmente podrá defender el gobierno que lo tiene si habla ahora de subir impuestos apenas un año después de quitar el impuesto del Patrimonio.
Por lo tanto, y por mucho que le duela a nuestro ejecutivo y a las administraciones públicas, me temo que vienen tiempos de recorte del gasto público para paliar el déficit. Y eso no es ni de izquierdas ni de derechas, sino de sentido común. Lo estamos haciendo todas las empresas, y al estado no le queda más remedio que aplicarse el cuento. Las épocas de crisis son buenas para que las empresas se "quiten grasa" y tal vez haya llegado el momento de que la administración empiece por aligerarse, quite burocracia y a su vez sea más eficiente en la prestación de sus servicios. El resto de medidas debería requerir un gran pacto de estado, porque la situación lo requiere.
Pero sobre todo, a José Luis Rodríguez Zapatero le ha llegado la hora de ser valiente y de entender, como dijo Tony Blair en una magnífica entrevista publicada en el XL Semanal el pasado 9 de agosto, que "Antes o después hay que enfrentarse a las grandes decisiones. Y siempre son decisiones controvertidas y difíciles. A los dos años de nuestra victoria electoral, dije en un discurso: ya es hora de que seamos impopulares. Si te limitas a navegar con el viento, no gobiernas. Sólo intentas mantenerte en el poder". Le deseo a nuestro presidente toda la suerte del mundo, pero sobre todo que se aplique el cuento.
Comentarios
"Mapa económico global (rojo: recesión; verde: crecimiento; amarillo: riesgo"
http://www.dismal.com/dismal/map/
Abrazo
Y mil gracias por la página web. Me ha encantado, de verdad. La recomiendo a todo el mundo que se pase por aquí. Creo que es muy saludable entender cómo nos ven desde fuera y por qué.
Un abrazo
Completamente de acuerdo con el despilafrro que ha supuesto el Plan E. En cooperación internacional, nuestro país no aprueba un proyecto si no se demuestra su sostenibilidad; no obstante, gasta en casa esos 8.000 millones sin ninguna perspectiva de futuro.
Yo sí me posiciono (subjetivamente) ante la entrega de esos 420 euros, así como de los cheques bebé y demás medidas que no han de suponer mayor consumo per se, ni distinguen a los contribuyentes. Esos montos habrían de ir a un Plan E de veras planificado.
Y en cuanto al tema fiscal, apuntar un par de cosas (todo con datos de IRPF 2007, no tengo desglosados los del 2008):
1. A pesar de no llegar al 20% del NUMERO de contribuyentes (dato que a mi juicio aporta poco), los que declaran más de 30.000 euros aportan vía IRPF el 68,18% del total.
2. El 3% que mencionas (los que declaran más de 60.000) aportan el 37,76% del total recaudado.
3. Con estos datos, sorprende menos saber que, si PP y PSOE no hubieran bajado los tipos de las rentas más altas y hubieran dejado el IRPF como estaba hace una década, ingresaríamos 6.300 millones más (siendo los afectados los que ingresan más de 60.000).
4. Efectivamente las SICAV son el recurso del rico. Hoy día manejan 22.000 millones, tributando a ese ridículo 1%, gracias a la ley que en el 83 puso el PSOE. Rozan las condiciones que hoy definen un paraíso fiscal.
5. Puestos a agradecer, no olvidemos esa bonita simplificación de tipos para rentas de capital y patrimonio al 15%. Gracias, PP. Mientras la evolución internacional es la progresividad, España lleva años eliminándola.
6. Pero más sorprenden esas medidas de gobiernos que se llaman socialistas, como la eliminación del impuesto de patrimonio. Otros 2.000 millones que hoy harían una diferencia.
7. Te dejo a ti, por mi supina ignorancia, otros agujeros que suicidan ingresos, como ese regimen para extranjeros del que se benefician gran parte de los futbolistas.
Un fuerte abrazo a todos los "disparaderistas".
Mil gracias también por el análisis tan detallado que nos has dado sobre fiscalidad y progresividad en España.
Planteas muchas cosas con las que estoy de acuerdo y hay alguna otra a la que añadiría algún matiz. Voy punto por punto.
Interesante la reflexión que haces de los puntos 1, 2 y 3 y demoledor el dato. Desde luego da para pensar mucho. Ahora bien, para completar la ecuación haría falta saber cuánto recauda el estado en impuestos indirectos en relación a lo que recaudaba hace una década. Algunos han subido, pero sobre todo, lo que ha subido de una forma espectacular, ha sido el consumo, lo cual también ha sido motor de la economía.
En cuanto a los grupos que se han indicado como referentes, me gustaría saber que % de su renta se destinaba hace una década a la hipoteca y cuánto se destina ahora. Los datos hablan de que las familias españolas son de las más endeudadas de europa.
Me dejas alucinado con el punto 4. No tenía ni idea de que hubiera sido un invento del PSOE en 1983.
Totalmente de acuerdo contigo en los puntos 5 y 6.
Respecto al punto 7, si quieres que te diga la verdad, hasta que este año no ha salido todo el tema de Cristiano Ronaldo, no estaba muy enterado de cómo iba la película, pero desde luego lo que no tiene sentido es que dentro de la UE haya regímenes tan distintos.
Mil gracias por pasarte, Arturo.
Un fuerte abrazo
Más abrazos
Comparto todos tus argumentos no obstante me gustaría lanzarte/os una pregunta. ¿No crees que es la falta de competitividad por parte de las empresas españolas (principalmente pymes), frente al resto de economías, lo que nos lastra de cara a una salida más rápida de la crisis? y que si solucionar esto fuera prioridad del Gobierno nos ahorraríamos todas estas chapuzas ue se están haciendo para tratar de cuadrar el círculo del presupuesto 2010?
Creo que la Administración no sólo debe gastar lo mismo que ingresa sino que además debe facilitar y no obstruir el crecimiento de las empresas que al final son el agente económico que hace fluir el dinero y que actualmente es lo que está haciendo
Me explico con un ejemplo que creo se verá más claro lo que trato de decir.
Coste del despido en España: actualmente 45 días por año trabajado (Nos olvidamos de los 20 en situación de ERE por causas económicas algo realmente difícil de justificar ante los sindicatos) lo que implica, que todo empresario debe abonar cada año 14 pagas a sus trabajadores, y además provisionar (gasto directo a P&L y minoración de resultado) paga y media más. Esta cantidad que supone una cifra escalofriante de euros, invertida en partidas de activo (operativos/rentables)o en gastos activables (I+D, por ejemplo)supondría no solo crecimiento, sino crecimiento a coste de recursos propios, o lo que es lo mismo, cuando se obtiene beneficio. Esto directamente aligeraría la estructura de apalancamiento de los balances evitando el sobrepeso de deuda que actualmente tienen las empresas españolas para financiar su crecimiento y que en época de crisis sus intereses ahogan a las entidades. (Siempre asumiendo que el endeudamiento se ha producido bajo criterios responsables)
En contraposición a esto, el coste del despido en Europa continental / Países Anglosajones / Países en vías de desarrollo: 20 días / 8 días / 0 días (en promedio)por año trabajado.
La diferencia es notable.
¿No creeis que no competimos en igualdad de condiciones?
(Ya hablaremos de la productividad...)
El estado del bienestar es perfectamente viable pero habría que reformar la administración, racionalizarla y controlar gastos tanto en época de bonanza como en tiempos de crisis. ¿Por qué habiendo internet se ha de gastar un solo euro en periódicos para altos cargos? ¿por qué no instalar skype para todos los funcionarios? ¿por qué tienen coche oficial los directores generales o los rectores de universidad? Me callo otros muchos gastos, sobre todo de cargos políticos, que podrían ahorrarse.
En cualquier caso, también hay esperanza, créeme que donde trabajo tratamos de ahorrar todo lo posible y se está disponiendo de presupuestos muy escasos para funcionar y que algunos ámbitos de la administración son altamente eficaces y eficientes. Al igual que las empresas, el funcionamiento de la administración presenta luces y sombras, nos vemos en breve, un abrazo fuerte¡¡¡.
Lo expongo en dos partes, que en una no me deja el servidor.
Según un informe muy detallado que llevó a cabo The Economist, España es el nº 34 del mundo en competitividad del sector público, midiéndose finanzas públicas, política fiscal, marco institucional y social y legislación vigente. En cuanto a la competitividad de nuestras infraestructuras, y siguiendo con el mismo informe, somos el nº30 del mundo, computando tecnología, I+D+i, medio ambiente, salud y educación. Creo que es un resultado muy significativo para un país cuya economía es la 9ª del mundo. Os lanzo algunas ideas:
Empezando por la mejora de la legislación, e incluyendo en ella los convenios colectivos, no es razonable que el incremento salarial vaya vinculado al IPC y no a la mejora de la productividad cuando importamos el 79% de nuestra energía frente al 50% de Francia o el 64% que de media tiene la UE. Los aumentos de precio del petróleo generan tensiones inflacionistas que casi nunca se pueden trasladar íntegramente al precio del producto. En España le sumamos un aumento salarial.
En cuanto al coste del despido del que hablas tú, es un tema complejo. Las cifras dejan claro que los 40 días de indemnización por año trabajado no han servido para cortar la sangría de despidos, pero tampoco creo que abaratando el mismo se resuelva el problema. Lo que es cierto es que no tiene sentido que el empresario español tenga que pagar una diferencia tan grande en comparación con sus vecinos.
No soy experto en la materia, pero hay que reformar el mercado laboral. La dualidad de contratos (temporal / fijo) imagino que se haría por la estacionalidad de algunos sectores (turismo, sobre todo), pero en la práctica, un % altísimo de los contratos temporales son en fraude de ley. Hubo una propuesta de varios economistas, entre ellos Juan Manuel Campa, actual nº2 del Ministerio de Economía entonces (trabajaba a nivel privado), que a mi me sonaba muy razonable: contrato único con costes crecientes de despido.
En cuanto a la mejora de la eficiencia en la administración pública, creo que nadie mejor que Pedja, gran amigo y seguidor de este blog, para hablar. Su comentario al respecto me parece que lo dice todo.
La mejora de la educación y el fomento del I+D+i es otro aspecto fundamental para garantizar la competitividad de nuestra economía a largo plazo. Dentro de todo el paquete de medidas tomado, se debería haber llegado a un gran pacto de estado que dure 20 años, porque cada vez que tenemos cambio de gobierno, hay cambio de sistema educativo. Y hay que implicar a las empresas en la mejora de la educación favoreciendo la conciliación de la vida laboral y familiar.
Respecto al tema de infraestructuras , mejorar la red de alta velocidad de tren para que incluya mercancías, mejorar la eficiencia energética y mejorar la participación de las energías renovables, mejora el saldo de las exportaciones netas y a nivel micro permite a las empresas generar eco eficiencias reduciendo costes. Pero ello requiere un plan mucho más serio que el que propuso Miguel Sebastián de regalar bombillas de bajo consumo. La bala iba bien tirada, pero la pistola era de fogueo.
No quisiera dejar de tocar un punto que también has citado como es el de la deuda de las empresas. Hemos vivido unos años en el que el precio del dinero ha estado por debajo de la inflación. Dicho de otra forma, era más barato endeudarse que utilizar recursos propios. El aumento del dinero bancario ha permitido nuestro desarrollo empresarial pero a costa de incumplir una de las ideas fundamentales de Michael Porter, autor de la teoría de las fuerzas del mercado: exponernos demasiado a un sólo proveedor. Los bancos eran importantes y les hemos hecho imprescindibles.
Bueno Carlos, perdona si me he extendido demasiado. Recalco que lo expuesto es una opinión mía totalmente rebatible.
Un abrazo
También es cierto que hay ámbitos públicos dónde se están haciendo virguerías. Uno de ellos, y me consta como doctorando, es en las Universidades (coches de rectores aparte). Es increíble como les han bajado la asignación, justo donde precisamente no se debería ahorrar.
¡Nos vemos pronto, Pedro!
Un fuerte abrazo
Querría destapar una incongruencia importante (a mi juicio, claro) del post. Empiezo con un dato importante:
España está por debajo de la media europea y del G20 en el estímulo fiscal (plan E + otros programas menores). Sin embargo, es el país del G20 (sin estar en él) en el que el incremento del déficit previsto en 2009 respecto a 2007 ha sido mayor. Es decir, el país que más ha deteriorado sus finanzas públicas y, al mismo tiempo, que ha hecho un esfuerzo de estímulo fiscal menor que el resto. Esto nos debería llevar a poner las cosas en contexto (el plan E va camino de convertirse en Peanuts en términos del déficit) y a pensar más en la ciclicidad de los ingresos y la falta de elasticidad y ajuste de los gastos.
Comentario para Fernando: comentas del plan E que "Por el contrario una parte del dinero ha ido a recalar a una buena pila de proyectos de corta duración, nula rentabilidad y que son pan para hoy y mucha hambre para mañana". Comparto la idea de que las infraestructuras y la construcción, que no son un cuello de botella del crecimiento de este país son un peor destino del estímulo fiscal que otro tipo de inversiones que aceleraran el cambio estructural de la economía. Es decir, no seré yo el que apoye el plan E. Pero decir que los muchos proyectos son pan para hoy y hambre para mañana es una constatación cierta, pero una incongruencia argumental. Precisamente porque el gobierno quiere sostener el consumo a corto plazo inyecta recursos en comprar baldosas y pagar a los obreros. La consideración de partida, por tanto, no es la rentabilidad social de la inversión, sino la estabilización del output en el corto plazo. Este motivo nos puede parecer bien mal o regular, pero no se le puede achacar algo para lo que no fue concebido. Reto a los lectores a decirme usos alternativos de los recursos del plan fiscal que sean pan para hoy y pan para mañana. Reconozco que pensé en políticas activas y en becas de investigación y educación. No se cómo de eficaz es el reciclaje o la productividad potencial del parado que coge cursos (ni los incentivos que tiene para aprender ni la calidad de los mismos), pero si se que cuando la oferta es rígida y vertical a corto plazo (las universidades tienen sus plazas, los laboratorios son los que son, etc) no espero que estos sectores puedan absorber apenas recursos de hoy para mañana. Mi madre, por ejemplo, estuvo encargada en el CSIC en elaborar los informes de cómo podría absorber la promesa (cumplida) de ZP de incrementar la dotación presupuestaria al CSIC en un 25% al año. Y encontró que no era nada fácil hacerlo. Más doctores? hay los que hay, y no hay despachos para todos. Más centros? bien, pero estas cosas llevan sus años, y dirigirlas, coordinarlas, etc es también complicado. Microscopios de fuerzas atómicas? bien, pero tardan meses en hacerlos y años incluso años en tenerlos instalados. Y así un largo etc. Me parece que esta explicación es plausible también para las universidades: los posgrados no se montan de hoy para mañana, tenemos que apoyarnos en los que ya están montados hoy. Podemos becar a los estudiantes, a todos si acaso, pero en el máster que montaron para 50 alumnos caben...50. Estos problemas organizativos monumentales, y la incapacidad de absorber tantos recursos quizá no sean tal problema en la construcción. Pero, en definitiva, estamos muy de acuerdo en que ampliar la rotonda del pueblo y empedrar tres veces la acera de mi calle no ayuda al cambio estructural. Por eso no defiendo el plan E (aunque sea un estímulo de libro como dices). Lo que defiendo es que hemos prestado poca atención al resto del déficit, y cómo se pagará.
saludos
Querría comentar a Arturo que cuando el sector público está sobredimensionado (en términos de la media de la OECD) y cuando las finanzas públicas se deterioran mucho más que las de nuestro entorno, encuentro recurrente (y muy europeo, sea dicho con todo respeto) buscar y encontrar culpables de la situación. Tal gobierno hizo tal y por eso ahora no hay ingresos para cerrar el agujero es el más habitual. Lo que veo mucho menos (esto es algo mucho más anglosajón) es mirar el otro lado de la ecuación, igual o más importante en esta situación: la efectividad de las políticas públicas y los gastos superfluos. Para mi en este país "sobran" culpables fiscales y falta control político de los medios y la ciudadanía para racionalizar el gasto. Pero, a diferencia de Pedja, no me acuerdo de los coches oficiales de los rectores. Eso son peanuts!! ahí no está el problema. Las bajadas de impuestos y la contención del gasto que critica Arturo eran parte del proceso de racionalización, de acercarse a las medias de la OECD que con todos los peros posibles, considero una guía útil. Pero ya nos hemos olvidado de todo.
Lo cual me lleva a criticar duramente el sistema fiscal. Por anquilosado, por sucio, por ineficiente y por injusto. Y para todos los socialdemócratas cuya prioridad es rellenar con ingresos de los ricos el agujero de los gastos desbocados y el déficit, siempre me parece recurrente pensar por qué olvidan sobre quién recaen y no recaen los impuestos. Subir los tipos marginales del IRPF es gravar (a más del 43% como hasta ahora) a la abogada productiva que trabaja mil horas y gana 60000 euros, y olvidar que ese esfuerzo adicional no lo harán ni el rentista ni el autónomo que ganan igual o más que ella. Hay que replantear, igual que la reforma laboral que comenta fernando, una reforma fiscal de calado, a un sistema limpio, sencillo y menos ineficiente que encima tenga más equidad horizontal, algo que cualquier demócrata suscribiría. Que paguen igual la dentista, el rentista y el destista autónomo siempre que fuera esto posible. Si no lo hacemos, habremos caído, una vez más, en el error habitual: la inquina con las clases trabajadoras productivas en detrimento del resto.
De nuevo muchas gracias por pasarte. Aportas muchísimos argumentos súper interesantes y que se prestan al debate.
Voy por los que me tocan a mi y dejo a Pedja y a Arturo que respondan a los que les tocan a ellos.
Muy interesante el primer punto que aportas. Indagaré sobre la situación de las cuentas en España en el 2007. Si me puedes mandar algún link con información te lo agradeceré.
En cuanto al apartado del "pan para hoy y hambre para mañana", aclaro lo siguiente introduciendo una frase de Keynes (que no sé si es textual) que decía algo así como que "era mejor que el estado pagase un salario a un obrero por cavar un hoyo y que lo volviese a enterrar, que privar a la economía del efecto multiplicador de su salario". Obviamente, entiendo que el plan E ha tenido como objetivo fundamental mejorar el consumo vía reducción del desempleo, no generar empleos eternamente.
Sin embargo, si miramos las cifras del 2º trimestre de nuestra economía, veremos que pese a que el plan E ha generado 400.000 puestos de trabajo, el consumo privado ha seguido cayendo (del 6,1% al 7%).
Puede que tal y como lo he planteado haya, como apuntas, una incongruencia argumental, pero lo cierto es que se ha generado empleo, no ha habido efecto multiplicador, los contratados para el plan volverán al paro en breve, no se ha reactivado la economía y encima, la inversión realizada no ha mejorado la competitividad de nuestra economía.
Pero volviendo a la frase de Keynes, estoy convencido de que la dijo exagerando. Creo que cuando se hace un plan tan ambicioso debe haber un objetivo cortoplacista (el de introducir un efecto multiplicador de los salarios) y otro lagoplacista: mejorar el entorno económico una vez finalizado el mismo. Me temo que en España no se ha logrado ni una cosa ni la otra. Por ello el pan para hoy y el mucho hambre para mañana.
Complicado el reto que nos propones, Nanius, pero recojo el guante.
Desde el punto de vista de las infraestructuras: red ferroviaria de alta velocidad (pasajeros y mercancías), mejora de la eficiencia energética y reducción de la dependencia energética del extranjero. Tienes empleo para varios años, mejoras el PIB y fomentas las ecoeficiencias en las empresas (menor coste del output, mayor rentabilidad por producto), lo cual a medio plazo debería fomentar la creación de más empleo.
Y desde el punto de vista del mercado laboral: Reforma del Inem, incluyendo el reciclaje de múltiples de trabajadores. La otra reforma del mercado laboral ya no me atrevo a plantearla.
De todas formas, ojalá tuviera la solución.
Mil gracias por participar, Nanius.
Un cordial saludo
Humildemente, quería recalcar el dinero que se había sacrificado y bien vendría ahora, aunque seguramente la recuperación de esos montos podrían venir de orígenes más equitativos.
Respecto a los modelos, difiero de la percepción de un modelo europeo frente al anglosajón, ya que mi ideal, y de ahí el énfasis en eficiencia pública y redistribución privada, seguirá siendo el nórdico.
Abrazos a todos
Ahora bien, creo haber pillado una palabra de tu contestación que me demuestra una concepción muy europea-continental de los impuestos relacionada con lo que recién decía. Leo "quería recalcar el dinero que se había sacrificado y bien vendría ahora...". Para mi la palabra esencial de tu frase, "sacrificar", indica un modo de pensar que es bien distinto del mio. El dinero que circula por cauces privados no se sacrifica a ninguna causa, contribuye a ella, lo que pasa es que la causa pueden ser varias y variadas. El dinero no recaudado por tipos bajos a las Sincav, por ejemplo, tiene muchos más sentidos que el que tu aduces (hubiera contribuido a tapar el déficit): movimiento de dineros privados, menores distorsiones al ahorro, al consumo y la inversión, mayor recaudación indirecta vía IVA, y muy especialmente la priorización y voluntad gubernamental de incentivar fiscalmente la creación y desarrollo de un determinado tejido empresarial que a juicio de los gobernantes era demandado o introduciría dinamismo a la economía, entre las más evidentes.
Naturalmente nadie sabe cuál es la estructura óptima de impuestos; si el PSOE pasó esa norma por presión de un lobby o si era realmente necesaria, ni si ese incentivo fiscal era el adecuado al objetivo de desarrollar cierto tejido empresarial. Mi punto es distinto: esas ventajas fiscales pueden tener objetivos muy variados, y por tanto no hay nada sacrificado con subir la presión fiscal más que tapar el agujero de hoy. Si ese fuera el único objetivo, habría un claro dilema dilema entre el corto y el largo plazo: subir o poner impuestos en un sector por desarrollar puede ser un grave error en comparación a los ingresos futuros que podría generar un sector estabilizado y maduro. Cómo sabes que por vías directas o indirectas, esa ventajas a las Sincav han hecho el agujero hoy más grande y no más pequeño?
Sigo en el siguiente comentario. Hasta ahora
¿Y en España? En mi opinión, no se cumple ninguno de los tres rasgos: primero, aquí no hay fontanero Joe y nadie sabe, exige o discute con claridad quién soportará los impuestos (quiénes son las rentas altas del IRPF? los currelas productivos, ni los autónomos ni los rentistas, cosa importante, pero se discute?); segundo, aquí se suben los impuestos para cubrir los agujeros del gasto que hemos creado; y tercero, existe el recelo existencial del origen del dinero de las personas aderezado con genuinas y jesuíticas visiones estatistas de que el bien común se consigue con bienes públicos y que el comportamiento privado nos desvía de dicho proyecto colectivo si no fuera por las bienhechoras instituciones políticas y públicas (en otra version más exacerbada simplemente los mercados consiguen lo contrario de lo que desea la sociedad). Obviamente es una simplificación juguetona lo que acabo de escribir, una generalización y una improvisación; es MI interpretación de los elementos de dos modelos distintos.
Sobre tu comentario de que tu modelo ideal es el nórdico...aventuro que sólo los libertarios no estarían de acuerdo con tal afirmación. Para mi lo importante no es qué modelo, sino quién y cómo se puede liderar un cambio institucional acorde a sus resultados y si está en nuestra mano. Por ejemplo, en los países nórdicos tienen una preocupación importante en el diseño de las políticas públicas, por el diseño adecuado de los incentivos y de los impuestos: tienen sistemas impositivos algo más sencillos y menos distorsionadores de la economía, y su preocupación por la eficiencia (en la medida en que la equidad lo permita) es bien conocida. La mayor divergencia entre ambos modelos, sin embargo, no está en la vertiente de los ingresos sino en la del gasto y el grado de redistribución y sí, como decía al principio, también en la contención del gasto y la efectividad de la política pública. En qué medida podemos adoptar ese modelo? No lo se, realmente: podemos acercarnos por ejemplo a un número (redistribución, pongamos), y resultar que la diferencia entre ambos países no está en ese % del gasto redistribuidor, sino en la calidad de los servicios, o quizá en la educación cívica, quién lo sabe? Educación cívica de educación familiar y respeto al maestro, honradez con el trabajo bien hecho, responsabilidad tajante, idea de proyecto colectivo, etc. No se me ocurre un sólo mecanismo eficaz en España para conseguir NADA de lo que realmente está detrás de los números y de las diferencias entre ambos países. Pongamos que la diferencia sabemos que está en la educación, y no en los impuestos o la sanidad o la burocracia, etc. Perfecto: so what? la educación de quién? de qué edades? esa mejor educación qué reglas necesita? y qué contenidos? y cómo se forma al docente en el nuevo modelo? cuál es el grado óptimo de autonomía del profesor y los centros? y los castigos a los alumnos? Soy un verdadero pesimista del cambio institucional, porque como insiste toda la literatura de instituciones (Rodrik, Easterly, Acemoglu y demás), uno de los hechos estilizados más claros de la evolución institucional comparada (y de la riqueza del largo plazo en el mundo) es la persistencia, que crea clubs de buenos y malos países…Como se cansan de escribir: "There is no natural tendency to gravitate toward better institutions".