Economía - Quo Vadis, España?

Miedos, Certezas e Incertidumbres

Tras unas semanas de tregua, propiciadas en parte por el período estival en el hemisferio norte, en parte por las intervenciones del BCE comprando deuda de España e Italia y de determinados gobiernos tratando de limitar la especulación en las bolsas, septiembre se estrena de nuevo con mucho miedo en ambos lados del Atlántico. Los malos datos del paro en EEUU, la indefinición del rescate de Grecia, las dudas sobre si Berlusconi será capaz de sacar adelante los recortes anunciados el pasado mes de agosto, más el famélico crecimiento de las principales economías del mundo durante el segunto trimestre del año, han puesto de los nervios a los mercados de todo el mundo. 
Por nuestra parte, en España, hemos vivido un intenso debate en el parlamento sobre la modificación de la Constitución para acotar el déficit de nuestro país. Se dice que dicha medida viene teledirigida desde Alemania y Francia, pero sin querer entrar en el debate sobre si jurídicamente se debía haber hecho de otra forma (doctores tiene la Iglesia), creo que quienes tratan de evaluar la medida desde un punto de vista ideológico se equivocan. Sin crecimiento, la solvencia de nuestro país genera dudas y no estamos para pagar sobrecostes en la financiación. Aunque aplaudida en los foros políticos internacionales, economistas como Roubini apuntan a que la medida llega tarde y que, por lo tanto, poco efecto va a tener si lo que se busca es una recuperación inmediata.

El remate de la semana fue el batacazo bursátil del pasado viernes. Por mucho que se haya querido atar en corto a los especuladores que juegan a corto y contra determinadas empresas, la realidad vuelve a poner de manifiesto lo que muchas veces hemos expuesto en El Disparadero: los especuladores se apuntan a la fiesta, no la organizan. Y la realidad es que nuestro sistema bancario europeo está en una situación muy difícil. Apenas han terminado de digerir las "subprime", deben ver qué hacen con la deuda pública periférica que tienen en sus balances. La banca Alemana ya se ha deshecho de su deuda griega apuntándose unas pérdidas dramáticas (las cuales han pasado de puntillas en la prensa internacional), pero el resto de Europa tiene un serio problema, lo que marca la diferencia entre las posturas de Sarkozy y Merkel durante las últimas semanas. Nuestros bancos y cajas tienen 6.500 millones de euros "colocados" en deuda portuguesa, por ejemplo, (sólo el Banco Santander en torno a 2.400), los cuales, hasta la fecha, no han dejado de cobrar, pero que suponen un riesgo latente importante. Por si esto fuera poco,  seguimos teniendo casi 700.000 viviendas en stock, la mayoría en manos de bancos.

En el ambiente empresarial, en los corrillos que todas las semanas tenemos entre colegas, incluso con diferentes partners, flota la misma pregunta: ¿Cómo demonios salimos de ésta? ¿Qué se puede hacer? Como hace unas semanas explicábamos en este mismo blog comentando un artículo del profesor Torrero Mañas, tanto España como Europa se han metido en un bucle de muy difícil solución por el elevado endeudamiento de sus economías y sus malas perspectivas de crecimiento. ¿Vamos camino de una segunda recesión? ¿Estamos realmente peor que hace unos meses, cuando parecía que de la mano de Alemania algunos países comenzaban a ver la luz?
Para analizar la situación actual conviene diferenciar entre lo coyuntural y lo estructural. Lo primero hacía ya presagiar hace algunos meses una ralentización de las economías más potentes del planeta. En primer lugar, porque la situación de los países Árabes disparó el precio del petróleo durante unos meses. En segundo lugar, porque el tsunami de Japón paró la economía de una de las principales potencias mundiales, responsable de la fabricación de un porcentaje muy importante de la tecnología y automóviles vendidos globalmente. Por último, porque todos los esfuerzos por contener el gasto público y reducir los déficit públicos redundan en un menor crecimiento a corto plazo. En ese sentido se podría decir, desde el sosiego y sin dejarnos llevar por el pánico que comienza a cundir a ambos lados del Atlántico, que lo que está pasando era, en parte, esperado.

Lo segundo, lo estructural, es más preocupante. En algunos puntos seguimos igual o peor que tras la caída de Lehman Brothers. El grifo del crédito sigue cerrado, sobre todo para las PYMES, el stock inmobiliario sigue sin haberse reabsorbido, sobre todo en EEUU y España (en parte porque no hay financiación) y los bancos vuelven a acumular activos tóxicos, esta vez en forma de deuda soberana, que nadie sabe a ciencia cierta cuánto valen. El paro, por su parte, sigue alcanzando cotas preocupantes, sobre todo en España y EEUU, y los estados no han sido capaces de reactivar la economía tras el inmenso esfuerzo que se hizo para arreglar la debacle del año 2008. Por último, la rebaja en la calificación de la deuda de los EEUU de hace unas semanas, fue interpretada por medios de comunicación de todo el mundo como el fin de una era. Con todo ello, un directivo de una importante empresa española me comentaba hace unos días que, al final, tendrá razón Juan Roig cuando dijo aquello que lo mejor del 2011 es que será mejor que el 2012. Los que entienden, además, suelen hacer hincapié en que la bolsa tiende a servir de indicador anticipado de la evolución económica, y subrayan que el desastre de este año no augura nada bueno. Sin embargo, me gustar recordarles que aquellos que entraron en bolsa tras la caída de Lehman Brothers, pudieron ganar cerca de un 40% con una cartera cuidadosamente seleccionada apenas cuatro meses después. En tiempos revueltos, tiendo a pensar que la bolsa es más un indicador de estados de ánimo puntuales que otra cosa. 

Entonces, ¿cómo podemos salir de ésta?. Ya son muchos los economistas que se apuntan a la idea de que los estímulos fiscales están llegando a su límite. Así pues vamos camino a un ajuste durísimo del propio mercado con consecuencias también difíciles de afrontar. La buena noticia es que dicho ajuste ya se ha producido parcialmente y que existen algunos datos para la esperanza, si bien se puede seguir viendo la botella medio vacía. Por un lado, el desempleo está alcanzando cotas difícilmente superables, siendo este 2011, probablemente, el último en el que el paro crezca en terminos globales en nuestro país. Dicho paso es condición necesaria (no suficiente) para estabilizar la situación actual. Las familias, por su parte, han alcanzado su menor nivel de endeudamiento desde enero del año 2008, lo cual invita a pensar que en cuanto haya un poquito más de confianza en la situación, podrían comenzar a consumir algo más, así como las empresas también han visto reducir sus niveles de apalancamiento en los últimos meses. Vale, en parte ambos datos vienen dados por la falta de financiación, pero esta situación debe interpretarse desde un punto de vista positivo: uno, se está produciendo una paulatina vuelta a la ortodoxia financiera; dos, el crédito ya está cerrado y a partir de ahí sólo puede mejorar. En ese sentido, la debilidad de nuestros bancos puede suponer también un balón de oxígeno para muchas compañías, ya que las posibilidades de renegociar pasivos alargando vencimientos aún a costa de subir los intereses, siempre es mejor para un banco que una situación concursal. Ello debería ser un acicate para reconvertir nuestras compañías.

Al gobierno que entre en nuestro país le queda una ardua tarea por delante. Dotar de flexibilidad al mercado laboral, resolver el problema de las pensiones con una población que no para de envejecer, establecer políticas que fomenten el crecimiento, meter en cintura a las autonomías y reordenar el país en materia fiscal. Pero que nadie se engañe, todo ello serán medidas para, por un lado, mejorar la credibilidad de nuestro país de cara a los mercados, y por el otro, acelerar un proceso de ajuste que se tiene que dar de todas formas. Sí, la salida a este callejón puede estar en las empresas y en los emprendedores, los cuales, muy poco a poco, pueden comenzar a crear riqueza de nuevo. Probablemente vamos a vivir una década complicada, de crecimientos discretos en el mejor de los casos, pero también más sanos, con menores endeudamientos y más sostenibles. Volverán los buenos tiempos, porque lo que tienen las crisis es que se terminan, y la clave será comprobar es si en todo este camino habremos aprendido algo, o si por el contrario, seguiremos tendiendo a repetir errores.


Comentarios

Katy ha dicho que…
Con este fantástico panorama, y por mucho talante optimista, es difícil el remonte.
Espero que haya muchas cabezas pensantes dándole a la mollera y que sepan a dónde vamos, porque los normalitos tenemos claro que a la ruina:( Uff
Como siempre tu post muy lúcido
Un abrazo y buena semana
Fernando ha dicho que…
¡Hola Katy! Millones de gracias por pasarte y por tu comentario. Efectivamente la cosa pinta muy mal, pero mi reflexión es que, en el fondo, el proceso de ajuste se viene produciendo ya desde hace más de tres años. Los "médicos" (esto es, nuestros políticos), han errado en el diagnóstico y en el tratamiento, pero el cuerpo siempre termina reajustándose, aunque el proceso sea doloroso.

Lo que está claro es que esto está superando las expectativas de todo el mundo.

Un abrazo
Caminante ha dicho que…
Fernando
Me suena a un largo periodo de transición hacia un horizonte todavía indefinido, pero seguramente distinto, ni peor, ni mejor, diferente.
Un placer
Fernando ha dicho que…
JLMON, millones de gracias por pasarte y por el comentario. Estoy de acuerdo contigo. Será una transición sin excesos y con austeridad, pero como siempre ha pasado en la historia, aquel que sea capaz de adaptarse saldrá reforzado.

El placer es mío!

Un abrazo

Entradas populares