Deportes - La Crisis del Madrid: Capítulo II
Calderón y la Legitimidad del Presidente
Existen dos legitimidades. Una, la que se ciñe estrictamente a la acepción del término, está relacionada con el cumplimiento de la ley. La segunda, tiene que ver con los actos de una persona y la moral de aquellos con los que interactúa. Esta visión más filosófica podría definirse, parafraseando a Suchman, y en relación a la empresa, como “una percepción generalizada o asunción de que las acciones de una entidad son deseables, propias o apropiadas dentro de un sistema socialmente construido de valores, normas, creencias y definiciones”. Cuando una persona es capaz de aunar ambas "legitimidades", es cuando adquiere la llamada autoridad moral. La historia está llena de ejemplos de dirigentes legítimos desde un punto de vista jurídico, pero que nunca logaron alcanzar la ya citada autoridad moral.
El mandato de Ramón Calderón ya nació con una más que cuestionable legitimidad jurídica. Ganó las elecciones a la presidencia del Real Madrid por el voto presencial, pero la nulidad del voto por correo y las sospechas de que éste hubiera cambiado el signo de aquellos comicios, hizo que su victoria fuera cuando menos polémica. Son muchos los juristas que dicen que aquella nulidad debió invalidar el resultado de esas elecciones. Entre ellos mi padre, Fernando Rodríguez de Rivera y Morón, el cual no es sospechoso en este caso, pues aún siendo más madridista que Santiago Bernabéu, no votó a nadie argumentado que ninguno de los candidatos tenía categoría suficiente para presidir el Real Madrid.
Si Ramón Calderón pudo aguantar los dos primeros años fue, en cierto modo, porque le acompañaron los resultados. Es cierto que el año de Capello al Madrid le costó arrancar, pero la irregularidad de Barça y Sevilla le permitió reengancharse a la liga para terminar ganándola. También ayudó aquel primer año el excelente ejercicio de la sección de baloncesto. Aquello apaciguó los ánimos, pero no terminó de erradicar aquel virus (dicho con todo el respeto) todavía en estado latente que podía estallar cuando el viento no fuera favorable.
Tuvo el acierto Ramón Calderón, de juntarse con Mijatovic. Pese a todas las críticas iniciales, creo que el Montenegrino sabe muchísimo de fútbol y han sido más sus aciertos en los fichajes que sus errores. La reconstrucción post galáctica del Real Madrid le debe mucho a Pedja. Incluso se atrevió a cesar a Capello pese a remontar el primer año y la opción Schuster le dio al equipo otra liga con mayor brillo que la anterior.
Pasa que este verano se hicieron mal las cosas, que el equipo no termina de funcionar y que todo ello se agrava con el óptimo estado de forma del Barça de Guardiola. Si le sumamos el tono impertinente de Schuster durante los últimos meses, tenemos el cocktail perfecto para que el citado virus deje de estar en un estado latente y pase a ser una enfermedad en toda regla.
Comienzan los primeros síntomas. Se pita al equipo, se pita al palco. Se pide tímidamente la dimisión de Calderón en el Bernabéu. Y al presidente sólo se le ocurre atiborrarse a unos antibióticos llamados Ultrassur. Con ello pretendía salvar una asamblea, reforzar esa legitimidad jurídica que nació tan debilitada. El problema es que los antibióticos, cuando uno tiene un virus, no sirven para nada. Más bien te debilitan.
Ese es el problema de Ramón Calderón. Ahora mismo está igual de lejos de ser percibido un preidente legítimo desde el punto de vista jurídico. Y lo que es peor, la legitimidad moral, aquella a la que hacía alusión Suchman, me temo que la ha perdido de forma irremediable. Los Ultras son malos compañeros de viaje y no representan en absoluto los valores del resto de aficionados del Real Madrid. Mucho me temo que aunque el equipo gane dos "Champions" de aquí al final del mandato de Ramón Calderón, éste tiene las horas contadas en la presidencia del club. Justo como le pasó a Lorenzo Sanz.
Existen dos legitimidades. Una, la que se ciñe estrictamente a la acepción del término, está relacionada con el cumplimiento de la ley. La segunda, tiene que ver con los actos de una persona y la moral de aquellos con los que interactúa. Esta visión más filosófica podría definirse, parafraseando a Suchman, y en relación a la empresa, como “una percepción generalizada o asunción de que las acciones de una entidad son deseables, propias o apropiadas dentro de un sistema socialmente construido de valores, normas, creencias y definiciones”. Cuando una persona es capaz de aunar ambas "legitimidades", es cuando adquiere la llamada autoridad moral. La historia está llena de ejemplos de dirigentes legítimos desde un punto de vista jurídico, pero que nunca logaron alcanzar la ya citada autoridad moral.
El mandato de Ramón Calderón ya nació con una más que cuestionable legitimidad jurídica. Ganó las elecciones a la presidencia del Real Madrid por el voto presencial, pero la nulidad del voto por correo y las sospechas de que éste hubiera cambiado el signo de aquellos comicios, hizo que su victoria fuera cuando menos polémica. Son muchos los juristas que dicen que aquella nulidad debió invalidar el resultado de esas elecciones. Entre ellos mi padre, Fernando Rodríguez de Rivera y Morón, el cual no es sospechoso en este caso, pues aún siendo más madridista que Santiago Bernabéu, no votó a nadie argumentado que ninguno de los candidatos tenía categoría suficiente para presidir el Real Madrid.
Si Ramón Calderón pudo aguantar los dos primeros años fue, en cierto modo, porque le acompañaron los resultados. Es cierto que el año de Capello al Madrid le costó arrancar, pero la irregularidad de Barça y Sevilla le permitió reengancharse a la liga para terminar ganándola. También ayudó aquel primer año el excelente ejercicio de la sección de baloncesto. Aquello apaciguó los ánimos, pero no terminó de erradicar aquel virus (dicho con todo el respeto) todavía en estado latente que podía estallar cuando el viento no fuera favorable.
Tuvo el acierto Ramón Calderón, de juntarse con Mijatovic. Pese a todas las críticas iniciales, creo que el Montenegrino sabe muchísimo de fútbol y han sido más sus aciertos en los fichajes que sus errores. La reconstrucción post galáctica del Real Madrid le debe mucho a Pedja. Incluso se atrevió a cesar a Capello pese a remontar el primer año y la opción Schuster le dio al equipo otra liga con mayor brillo que la anterior.
Pasa que este verano se hicieron mal las cosas, que el equipo no termina de funcionar y que todo ello se agrava con el óptimo estado de forma del Barça de Guardiola. Si le sumamos el tono impertinente de Schuster durante los últimos meses, tenemos el cocktail perfecto para que el citado virus deje de estar en un estado latente y pase a ser una enfermedad en toda regla.
Comienzan los primeros síntomas. Se pita al equipo, se pita al palco. Se pide tímidamente la dimisión de Calderón en el Bernabéu. Y al presidente sólo se le ocurre atiborrarse a unos antibióticos llamados Ultrassur. Con ello pretendía salvar una asamblea, reforzar esa legitimidad jurídica que nació tan debilitada. El problema es que los antibióticos, cuando uno tiene un virus, no sirven para nada. Más bien te debilitan.
Ese es el problema de Ramón Calderón. Ahora mismo está igual de lejos de ser percibido un preidente legítimo desde el punto de vista jurídico. Y lo que es peor, la legitimidad moral, aquella a la que hacía alusión Suchman, me temo que la ha perdido de forma irremediable. Los Ultras son malos compañeros de viaje y no representan en absoluto los valores del resto de aficionados del Real Madrid. Mucho me temo que aunque el equipo gane dos "Champions" de aquí al final del mandato de Ramón Calderón, éste tiene las horas contadas en la presidencia del club. Justo como le pasó a Lorenzo Sanz.
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